Carta del director
Llega la hora política de pactar y gobernar.
Tras un larga y extenuante campaña electoral, que ha durado más de dos meses, las urnas han hablado. La primera lectura que se puede hacer es que el PSOE ha vuelto a ganar. La arriesgada apuesta de Pedro Sánchez al convocar las elecciones legislativas antes que las municipales y autonómicas ha sido un acierto decisivo para el líder de los socialistas. Sánchez, por el que nadie daba ni un duro hace dos años y medio, cuando fue defenestrado por su propio partido, le ha dado la vuelta al escenario político. En menos de un año, tras ganar una sorprendente moción de censura y acceder de forma precaria a la Moncloa, se encuentra, ahora en una posición más que favorable, que ni él soñaba hace escasos meses. Con más poder y menos ataduras, el presidente del Gobierno en funciones tiene las manos libres para configurar y ejercer la gobernanza que más le favorezca.
Sin embargo, pese a esta autonomía de la que goza con sus 123 diputados en el Congreso y con amplia ventaja sobre sus opositores, deberá elegir con quién va a gobernar y, sobre todo, quién o quiénes le van a apoyar durante toda la legislatura. Las opciones pueden ir desde un gobierno de coalición con Podemos a un acercamiento a Ciudadanos o, lo más probable, gobernar en solitario con acuerdos de legislatura con distintas formaciones: un gobierno a la portuguesa con independientes de reconocido prestigio. La ventaja de todo este embrollo es que no hay ninguna nueva cita electoral en el horizonte.
A su vez el Partido Popular de Pablo Casado, que salió trasquilado de las elecciones legislativas, y aunque haya perdido nuevamente un número considerable de votos en las municipales y autonómicas, ha salvado, no obstante, los muebles y su propio liderazgo con los resultados obtenidos en Madrid. Esta victoria pírrica del líder de los populares no puede enmascarar que los conservadores necesitan una profunda reflexión para armar y reconstruir su discurso de cara al futuro.
La otra lectura de estos comicios es que Albert Rivera, no ha conseguido el sorpaso al PP. Ciudadanos, que había apostado fuerte, puede quedarse en tierra de nadie. Tiene la llave de numerosos ayuntamientos y algunas comunidades autonómas, pero queda prisionero del cordón sanitario impuesto a los socialistas… Rivera, que se ha escorado a la derecha en su pelea con el PP, abandonando sus principios liberales, tiene que elegir su campo, a sabiendas de que puede seguir ejerciendo un papel fundamental de bisagra y, de esta manera, conseguir más poder institucional.
El gran perdedor es Pablo Iglesias y Unidas Podemos. La formación morada ha cosechado sus peores resultados y claramente ha fracasado. Las divisiones y peleas internas han mermado sus expectativas y así se lo han hecho saber sus electores. A Iglesias, que pretendía comerse el mundo, le corresponde ahora una cura de humildad y una profunda autocrítica que permita relanzar un proyecto político que ilusionó y que ha terminado frustrando a mucha gente.
A su vez, Vox no ha conseguido los resultados esperados. El partido de extrema derecha, que entró con fuerza en el Congreso y que ha perdido un millón de votos, ve difuminada su representación local, aunque sí estará presente en la Eurocámara con tres representantes.
Por otra parte, las elecciones europeas han dado un claro vencedor: el PSOE y Josep Borrell. Los socialistas llevarán a 20 eurodiputados a Estrasburgo. Con este bagaje, Sánchez se convierte en el líder de los socialdemócratas en Europa. Su visita al Eliseo y complicidad con Emmanuel Macron, le aúpan como interlocutor imprescindible para la renovación de los estamentos europeos. La UE se ha convertido, por fin, en una prioridad para España. Europa necesita reformas profundas y Sánchez es consiente de que hay que estar en primera fila. Macron y Merkel le han hecho saber que cuentan con él.