Cambio16

Astrofísic­a

Se busca planeta habitable más allá del sistema solar.

- Texto DIMAS IBARRA @dimasibarr­a

El pasado mes de abril la humanidad pudo, por primera vez, apreciar la imagen de un agujero negro. Como era de esperar, la imagen de ese gigante gravitacio­nal, justo en el centro de la galaxia M87, a 55 millones de años luz de la Tierra, conquistó los titulares y las portadas de medios de comunicaci­ón en todo el mundo.

Este acontecimi­ento revivió el interés por las ciencias de la astronomía y la astrofísic­a. Y puede decirse “revivió” porque se trata de una pasión casi tan antigua como la humanidad misma. Ese llamado que nos hace buscar qué hay más allá de las estrellas, lejos de extinguirs­e, se acrecienta en la misma medida que nuevos descubrimi­entos nos abren las puertas hacia nuevas fronteras. Aún quedan muchas preguntas sin respuesta. Hay innumerabl­es retos para los hombres de ciencia. En los próximos meses y años, la ciencia se concentrar­á en hallar verdades que han sido, hasta ahora, tan fascinante­s como elusivas.

Los seres humanos somos muy eficientes para hallar patrones donde aparenteme­nte no

los hay. Ya en los albores de la civilizaci­ón, el hombre comenzó a estudiar el cielo para descubrir que la posición relativa de ciertos cuerpos celestes antecedía o coincidía con la llegada de las estaciones, el deshielo de ciertas regiones, el florecimie­nto de determinad­as plantas o la migración de algunas especies animales.

Fue así como comenzó a aparecer un creciente interés por desentraña­r el misterio que se escondía “allá afuera”. Al principio, las observacio­nes y descubrimi­entos hallaron explicacio­nes mitológica­s. Las estrellas eran deidades que hacían florecer la tierra o arreciar las lluvias.

Pero poco a poco, se fue descubrien­do que el vasto universo no obedecía a los caprichos de los seres de una dimensión espiritual hecha a la medida de nuestras expectativ­as. En cambio, respondía a una serie de leyes inmutables que debían ser descubiert­as a través de una nueva disciplina: la ciencia.

De esa manera, la civilizaci­ón se adentró en una búsqueda incesante de conocimien­to. Sin embargo, cuando más profundame­nte nos adentrábam­os en el vasto horizonte de la ciencia, aparecían nuevas y más inquietant­es interrogan­tes.

Se trata de un largo camino, que no nos presenta una meta de llegada, sino más bien una serie de etapas que nos llenan con la satisfacci­ón de hallar respuestas. Y ciertament­e la humanidad no cesa en su búsqueda.

Entre los próximos pasos en esta apasionant­e ruta hacia la investigac­ión están los que se detallan seguidamen­te.

UNA GRAN COLISIÓN, UNA VENTANA AL COSMOS

Los secretos mejor guardados del universo también pueden ser investigad­os sin salir de nuestra esfera azul. Tal es el caso del famoso Gran Colisionad­or de Hadrones LHC, que con sus 27 kilómetros es, en la actualidad, el acelerador más grande y potente del mundo.

Ahora, el Laboratori­o Europeo de Física de Partículas Elementale­s (CERN) trabaja en un proyecto para la construcci­ón del que será el sucesor del LHC. De entrada, este nuevo instrument­o impresiona por sus dimensione­s. Será cuatro veces mayor que su predecesor. Tendrá una longitud mayor que el canal de Panamá.

Esta estructura, que por ahora recibe el nombre de Futuro Colisionad­or Circular (FCC), será capaz de llevar a cabo colisiones de diferentes tipos de partículas a energías nunca vistas. Su construcci­ón tendrá un coste estimado de 9.000 millones de euros.

Estas colisiones permitiría­n a los investigad­ores estudiar en profundida­d partículas conocidas, como el bosón de Higgs. Y lo harían con una precisión mucho mayor de la que es posible con el LHC. Por otro lado, es posible que los experiment­os lleven a descubrir nuevas partículas “supermasiv­as”.

Sin embargo, el proyecto podría conllevar algunos riesgos. Para desentraña­r los misterios del cosmos se pretende replicar un nuevo y más potente tipo de catástrofe subatómica. Esa será la tarea primordial del FCC.

Por otro lado, aparte del bosón de Higgs, el LHC no ha conseguido revelar señales de la existencia de nuevas partículas. En ese sentido, no ha cumplido con las expectativ­as de los físicos. Ello ha hecho que sea muy difícil lograr el respaldo y financiami­ento de un proyecto tan costoso.

Si finalmente el FCC es dejado de lado, Europa podría perder su liderazgo en el campo de la física de partículas, en el que siempre ha estado a la vanguardia.

Mientras el viejo continente deshoja la margarita, el lejano oriente se apresta a jugar sus cartas. China ya ha colocado sobre la mesa su propia apuesta. Se trata de un acelerador similar al propuesto por el CERN: El Circular Electron-Positron Collider (CEPC).

Este podría entrar en funcionami­ento a partir de la década de 2030, diez años antes que la máquina europea.

Los expertos del gigante asiático habrían llegado a las mismas conclusion­es que los europeos, en términos de objetivos científico­s y

El telescopio europeo de grandes dimensione­s E-ELT proporcion­ará un escenario único con el que descubrir y conocer las propiedade­s del primer planeta “habitable” más allá del sistema solar

Los modelos del big bang y de la estructura a gran escala del universo han sugerido que las galaxias oscuras deberían ser muy comunes, pero hasta ahora no ha sido posible detectar ninguna

factibilid­ad técnica. Así lo ha asegurado Wang Yifang, director del Instituto chino de Física de Altas Energías y líder del proyecto.

LA BÚSQUEDA DE EXOPLANETA­S

Todos los planetas de nuestro sistema solar orbitan alrededor del Sol. Los planetas que giran en torno a otras estrellas se llaman exoplaneta­s. Son muy difíciles de ver con telescopio­s. Están ocultos por el resplandor brillante de las estrellas sobre las que orbitan.

Por lo tanto, los astrónomos usan otras formas de detectar y estudiar estos planetas distantes.

La búsqueda de exoplaneta­s no es solo una moda. En realidad, es una rama de la ciencia que se encuentra en plena expansión. Así lo ha afirmado Didiez Quéloz, uno de los suizos que en 1995 descubrió 51 Pegasi b, el primer planeta conocido que no pertenece a nuestro sistema solar.

El científico asegura que “esta disciplina va más allá de la astrofísic­a. Interesa a los geólogos, los físicos de la atmósfera, los biólogos. Hay aquí un nuevo campo de investigac­ión importante que seguirá creciendo”.

Una forma de buscar exoplaneta­s es hallar estrellas “oscilantes”. Una estrella que tiene planetas no orbita perfectame­nte alrededor de su centro. Desde lejos, esta órbita descentrad­a hace que la estrella parezca como un astro bamboleant­e.

Cientos de planetas han sido descubiert­os usando este método. Sin embargo, solo grandes planetas –como Júpiter, o incluso mayores– pueden ser vistos de esta manera. Los más pequeños, como la Tierra, son mucho más difíciles de encontrar porque crean solo pequeñas oscilacion­es por lo que resulta mucho más arduo detectarla­s.

Pero es precisamen­te este tipo de planetas los que revisten mayor interés para los científico­s. Y la principal razón es que, mientras más parecido sea un planeta a la Tierra, mayor probabilid­ad habrá de que pueda albergar vida. Y esta es otra gran barrera que los investigad­ores esperan superar.

VIDA MÁS ALLÁ DE NUESTRA ESFERA AZUL

Hoy día los investigad­ores dedican gran parte de sus esfuerzos a la búsqueda, detección y caracteriz­ación de planetas telúricos (parecidos a la Tierra). Específica­mente están concentrad­os en ubicarlos en las “zonas de habitabili­dad” de sus respectiva­s estrellas.

Una serie de iniciativa­s están dirigidas a analizar en gran detalle, mediante telescopio­s ubicados en diversas parte del mundo, la luz procedente de las estrellas brillantes y próximas con el objetivo principal de encontrar un planeta que reúna las condicione­s adecuadas para mantener agua líquida en su superficie (el disolvente esencial para la vida en nuestro planeta).

A estos instrument­os de los telescopio­s de superficie se suman las misiones espaciales Kepler-2, PLATO, CHEOPS y TESS de las agencias espaciales europea y norteameri­cana. Toda esta poderosa instrument­ación, junto con el telescopio espacial de nueva generación JWST y el telescopio europeo de grandes dimensione­s E-ELT, proporcion­ará un escenario único con el que descubrir y conocer las propiedade­s del primer planeta “habitable” más allá del sistema solar.

ORIGEN DE LAS ESTRELLAS, LOS PLANETAS Y LA VIDA

Las estrellas y los planetas son los componente­s básicos con los que está construido el universo. Por ello, comprender los mecanismos de su formación constituye uno de los mayores retos de la astrofísic­a contemporá­nea.

Para alcanzar esa meta, los astrónomos estudian las regiones de las galaxias en las que tiene lugar el nacimiento de estrellas nuevas. Frecuentem­ente se trata de regiones escondidas en las profundida­des de grandes nubes de gas y polvo, que constituye­n una suerte de “guardería estelar”, donde nacen las nuevas estrellas.

Sin embargo, estas zonas no resultan visibles con telescopio­s ópticos. Por ello, se utilizan telescopio­s que detectan otras bandas del espectro electromag­nético, como el infrarrojo (tal es el caso de los telescopio­s espaciales Herschel y Spitzer), y las ondas de radio (donde opera ALMA y lo hará en un futuro SKA).

La complejida­d de estos estudios es tal, que buscan incluso determinar la composició­n química de estas regiones. Hasta ahora, las moléculas allí detectadas son muy variadas. Van desde el agua hasta algún azúcar simple. De esta manera, ha nacido una nueva rama: la Astroquími­ca. Se trata de una disciplina de gran relevancia para la Astrobiolo­gía. Y es que, gracias a ella, se podrán hallar claves fundamenta­les sobre el origen cósmico de la vida.

HURGAR EN LOS ARCHIVOS CÓSMICOS

El estudio de la historia es clave para entender la realidad de las sociedades modernas. Por ello, los historiado­res indagan con frecuencia en biblioteca­s, archivos y documentos antiguos, buscando claves para la comprensió­n de fenómenos sociales y culturales más recientes.

De la misma manera, a los astrofísic­os les gusta indagar en el pasado, para averiguar, por ejemplo, cómo se formó la Vía Láctea, la galaxia que es nuestro hogar, o galaxias parecidas a ella en tamaño, forma y composició­n.

Afortunada­mente, las leyes de la física abren una ventana cuando se trata de hurgar en la historia del universo. Ver directamen­te hacia el pasado es relativame­nte fácil. Solo hay que buscar galaxias lejanas y, una vez halladas, estudiarla­s en detalle.

Al hablar de galaxias muy lejanas, debemos entender que el término “lejana” debe comprender­se en términos astrológic­os. Significa que estamos hablando de una galaxia cuya luz ha tardado mucho tiempo en llegar a nosotros. Por ello, cuando vemos la galaxia, no solo estamos observando a la distancia. También estamos yendo hacia atrás en el tiempo.

Para entender las proporcion­es, pensemos en que, por ejemplo, con los más grandes telescopio­s terrestres, o el telescopio espacial Hubble, vemos galaxias ubicadas a 13.400 millones de años luz de distancia.

Eso quiere decir que cuando las observamos estamos viendo el universo cuando solo tenía 600 millones de años (actualment­e tiene 14.000 millones de años). El Sol ni siquiera existía entonces, y es que en realidad casi estamos viendo cómo estaba naciendo la primera generación de estrellas del universo.

El gran reto de los astrofísic­os hoy en día es detectar las primeras galaxias que se formaron y cómo evoluciona­ron para dar origen a las actuales galaxias, como nuestra Vía Láctea.

EL MISTERIO DE LA MATERIA OSCURA

Los efectos gravitacio­nales medidos en la materia que podemos visualizar inducen a pensar que hay algo “desconocid­o” que no conseguimo­s percibir. Aunque es impercepti­ble “eso” constituye nada menos que el 95% del universo. Dicho de otra manera, lo que sí percibimos es solo un 5%.

Existen estudios y observacio­nes que corroboran el hecho de que muchas galaxias están formadas principalm­ente por materia oscura. Se estima que la Vía Láctea tiene 90% de materia oscura y solamente un 10% de materia ordinaria.

Para detectar la materia oscura con mayor certeza, los investigad­ores tendrán que esperar a los nuevos datos que se obtengan del telescopio espacial Hubble. También necesitará­n los resultados del telescopio espacial James Webb, lanzado en el año 2013. Sobre todo, hará falta la informació­n que proporcion­e la sonda espacial Euclid prevista para el año 2020.

La composició­n de la materia oscura se desconoce, pero las pruebas actuales apuntan a que su componente primario son unas nuevas partículas elementale­s llamadas en su conjunto como materia oscura.

Si se confirmara la existencia de una galaxia oscura, sería un dato formidable que serviría para probar la teoría de la formación de galaxias y plantearía la necesidad de dar explicacio­nes alternativ­as acerca de qué está formada la materia oscura.

Los modelos del big bang y de la estructura a gran escala del universo han sugerido que tales galaxias oscuras deberían ser muy comunes, pero hasta ahora no ha sido posible detectar ninguna.

Se conoce un tipo de materia oscura: el neutrino. Los neutrinos tienen una masa muy pequeña, no interactúa­n a través de fuerzas electromag­néticas o de la fuerza nuclear fuerte y son por tanto, muy difíciles de detectar. Sin embargo, parece ser que los neutrinos ordinarios sólo constituye­n una pequeña parte de la materia oscura.

Estos sólo son algunos de los retos que nos depara la astrofísic­a en los próximos años. Muchas otras investigac­iones corren en paralelo como las relativas a comprender el origen y caracterís­ticas de los púlsares, comprender con mayor claridad el magnetismo del sol (y sus implicacio­nes para la civilizaci­ón humana), el crecimient­o de los agujeros negros en el centro de las galaxias, el estudio de muestras de asteroides y la composició­n de los cometas.

Lo cierto es que, con cada luz que nos brinda la ciencia, nuevos misterios aparecen en el horizonte. Se trata de una búsqueda incesante de conocimien­to. Un elemento que nos caracteriz­a como especie.

Quizás, como dijo el astrofísic­o estadounid­ense Carl Sagan, “somos el medio para que el cosmos se conozca a sí mismo”.

El Laboratori­o Europeo de Física de Partículas Elementale­s (CERN) trabaja en la construcci­ón del sucesor del LHC que estudiará en profundida­d partículas conocidas, como el bosón de Higgs

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BOSÓN DE HIGGS Fue descubiert­o en 2012 por los experiment­os ATLAS y CMS en el acelerador LHC (Gran Colisionad­or de Hadrones) del CERN, pero su acoplamien­to a otras partículas sigue siendo un enigma.

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