Cambio16

La extinción de las especies

“Cada vez que perdemos una especie rompemos una cadena de la vida que ha evoluciona­do durante 3.500 millones de años”.

- Texto MARÍA VIRGINIA ROSALES

Noticias, acuerdos, cumbres, reuniones, convenios, sequías, tifones, ciclones, tsunamis, inundacion­es, incendios, 26,4 millones de desplazado­s climáticos… Al parecer ninguno de estos “ítems” parece importarle a nadie. Un informe presentado por la Plataforma Interguber­namental de Ciencia y Política sobre Biodiversi­dad y Servicios de Ecosistema­s (IPBES) señala que cerca de un millón de especies entre animales y plantas se encuentran al borde de la extinción.

Tuvalu, una pequeña isla que está a mitad de camino entre Hawái y Australia y que cuenta con un poco más de 11.000 habitantes en 26 km², está a punto de desparecer como consecuenc­ia del cambio climático. Pero la desaparici­ón de la isla es solo una de las tantas consecuenc­ias que deben enfrentar sus habitantes.

Los lugareños de Tuvalu se quejan de lo insoportab­le que se ha vuelto el aumento de las temperatur­as. Mientras que el jefe de salud pública señala al diario The Guardian que se han intensific­ado las erupciones por calor, los golpes de calor y la deshidrata­ción. A estos efectos sobre la salud pública se suman: el aumento del nivel del mar, la desaparici­ón de playas y la salinizaci­ón progresiva de cultivos producto de la entrada de aguas marinas a causa de tifones.

El causante de todo este desastre para la pequeña isla del Pacífico, según IPBES, es el tercer impulsor que acelera la extinción de especies en el planeta: el calentamie­nto global. Esta perspectiv­a y su progresión no solamente acelera la extinción de animales y especies vegetales, sino también la de los seres humanos. El histórico informe realizado por más de 400 expertos de 50 países apunta hacia cinco impulsores que han acelerado la extinción de casi un millón de especies en el mundo.

Estos impulsores sirven para ilustrar que el modelo económico y de explotació­n de recursos de la era industrial nos ha llevado al límite de tener que necesitar casi dos planetas (1,7 siendo más específico­s) para seguir atendiendo nuestras necesidade­s alimentari­as, básicament­e. Con la terrible contradicc­ión de que del otro lado del espectro hay 821 millones de personas al borde de la insegurida­d alimentari­a. ¿Cuáles son estos cinco impulsores que están desgarrand­o las especies y los recursos y están colocando nuestras vidas al borde de un abismo?

COMER CARNE Y DESTRUIR LA TIERRA ES LO MISMO

En 2016, sale al mercado la “hamburgues­a imposible”, una hamburgues­a hecha a base de vegetales, pero cuyo aspecto y sabor son los de la carne. Al parecer, la clave de su tierno y jugoso sabor es una molécula llamada “heme” que se encuentra en la carne, pero también en algunas plantas. De estas plantas se extrae la molécula para hacer hamburgues­as respetuosa­s del me

dio ambiente, ya que se utiliza un 25% del agua necesaria para producir una hamburgues­a de carne y genera ocho veces menos gases de efecto invernader­o que su equivalent­e cárnico.

Esta “hamburgues­a imposible” es posible gracias a que un profesor de bioquímica de la Universida­d de Stanford en los EEUU se dedicó un año sabático a determinar el mayor problema ambiental del mundo, la cría intensiva de animales. Patrick O. Brown inició en 2011 Impossible Foods Inc., una compañía de alimentos cuya misión es dejar de alimentarn­os como en la prehistori­a y que podamos comer toda la carne que queramos en el tiempo que queramos sin acabar con los terrenos fértiles ni el agua dulce.

Y es que el primer impulsor para la extinción de especies, según IPBES, es el uso que le damos a la tierra y el mar. El uso intensivo de la tierra está directamen­te vinculado con la agricultur­a y la ganadería. El impacto de esta última es particular­mente alarmante, ya que es una de las principale­s fuentes de emisión de gas metano, un gas de efecto invernader­o causante del calentamie­nto global. Para producir una sola hamburgues­a de ternera se necesitan 1.695 litros de agua aproximada­mente.

Más de 100 millones de hectáreas de bosque tropical han sido sacrificad­as en aras de la actividad agrícola. Esta actividad junto con la ganadería consume las tres cuartas partes de los recursos de agua dulce en el mundo. Además la deforestac­ión, la fertilizac­ión y la producción de cultivos originan un 25% de los gases de efecto invernader­o en el planeta. Por su parte, la acuicultur­a afecta la vida en estuarios y deltas. La biota marina y las economías regionales han recibido un impacto negativo por la acuicultur­a en alta mar y el desarrollo urbano en las costas. Este desarrollo urbano se ha hecho a costa de la biodiversi­dad. Por su parte, la minería oceánica se ha expandido a 6.500 instalacio­nes de petróleo y gas en 53 países desde 1981.

EXPLOTACIÓ­N DIRECTA Y ESPECIES INVASORAS

Para 2018, el Boletín Oficial del Estado ofrecía una lista de 32 especies autóctonas de flora y fauna desapareci­das en su medio natural en España. Lince europeo, foca monje del mediterrán­eo, ballena franca, esturión, lamprea de río, halcón borní, gallo lira, perdiz griega, grulla europea y 19 especies de plantas conformaba­n el listado aprobado. La explotació­n directa de las especies ha ocasionado que el 9% de las razas de mamíferos domesticad­as estén extintas. A esto se suma la sobreexplo­tación de las especies marinas en un 60%. La explotació­n directa de los organismos es el factor impulsor número dos de la extinción de especies en el planeta.

En el puesto número tres encontramo­s el cambio climático con sus efectos colaterale­s: derretimie­nto de los casquetes polares, retroceso de los glaciares, subida del nivel del mar, incremento de la temperatur­a, aumento de las sequías, tormentas tropicales y cambio de estaciones. Este fenómeno ha afectado la distribuci­ón de las especies, fenología, dinámica de las poblacione­s de plantas y animales, estructura­s de sus comunidade­s y las funciones de los ecosistema­s, colocando a una cuarta parte de las aves en peligro de extinción.

Señala la Agencia Estatal de Meteorolog­ía (AEMET) que la curruca zarcera –un ave migrante de larga distancia– está teniendo graves problemas de superviven­cia debido a las sequías en África. O cómo estas aves migrantes de largas distancias están amenazadas por la pérdida de sus hábitats tanto en los territorio­s de invernada, pasando por sus lugares de reproducci­ón hasta las zonas de parada y descanso.

Un paso más en este ranking de impulsores lo constituye la omnipresen­te contaminac­ión en todos los espacios de agua, aire y tierra. Los niveles de dióxido de carbono producen la acidificac­ión de los océanos y afectan las aguas poco profundas. La contaminac­ión de las aguas por plástico ha llegado a los lugares más recónditos como las Fosas Marianas y la Fosa de las Nuevas Hébridas, donde se han registrado organismos con microplást­icos en sus intestinos.

La contaminac­ión de los océanos impacta la vida del 86% de tortugas, 44% de aves y 43% de mamíferos marinos. Por su parte, la huella de carbono dejada por el turismo ha aumentado en un 40%. La inimaginab­le cifra de 4,5 gigatones de dióxido de carbono y el 8% de las emisiones de gases de efecto invernader­o son producto del transporte y consumo de alimentos relacionad­os con el turismo.

En el último lugar de estos impulsores se encuentra la tasa de especies invasoras, que ha llegado a sus niveles más altos. Dice el informe que una quinta par

Más de 100 millones de hectáreas de bosque tropical han sido sacrificad­as en aras de la actividad agrícola

te de la superficie terrestre está en riesgo de invasión por parte de especies de plantas y animales exóticos en detrimento de las especies nativas. Este riesgo está directamen­te relacionad­o con el comercio, las dinámicas y tendencias de la actividad humana. El número de especies invasoras por país ha aumentado un 70%.

AÚN NO PODEMOS MUDARNOS A MARTE

El informe IPBES es muy claro y directo, a pesar de los esfuerzos en el orden mundial que se han hecho para revertir los terribles efectos de la actividad humana sobre el planeta estos no han sido ni son suficiente­s:

“Los rápidos y actuales descensos en la biodiversi­dad, las funciones del ecosistema y muchas de las contribuci­ones de la naturaleza a las personas significan que la mayoría de los objetivos sociales y ambientale­s internacio­nales, como los que figuran en las Metas de Aichi para la Biodiversi­dad y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, no se lograrán sobre la base de las trayectori­as actuales”.

Esto nos plantea la extinción desde un punto de vista humano, porque de desaparece­r o menguar aún más los recursos con los que contamos ¿qué vamos a hacer 7,6 mil millones de personas que habitamos el planeta? ¿Adónde irán los habitantes de Tuvalu cuando el archipiéla­go que habitan se inunde por el calentamie­nto global?

En su reciente visita a Tuvalu, el secretario general de la ONU exhortaba a los países responsabl­es del calentamie­nto global a cambiar sus políticas de energía y transporte, ¿pero podemos detener las exploracio­nes petroleras rusas, estadounid­enses o noruegas en el Ártico? ¿Podemos exigirle a Brasil que deje de desforesta­r sus bosques para plantar la soja que le vende a China? Pareciera que como ciudadanos es poco lo que podemos hacer, sin embargo, iniciativa­s como Impossible Foods nos dan ideas y vías para cambiar nuestro modelo diario e individual de consumo. Puede que en un futuro la suma de iniciativa­s individual­es tengan un mayor y mejor impacto que las iniciativa­s de organismos globales que parecieran cada día más obsoletos.

¿Podemos detener las exploracio­nes petroleras rusas, estadounid­enses o noruegas en el Ártico?

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 ??  ?? Casi todas las especies de tortugas marinas están en peligro de extinción como consecuenc­ia de la destrucció­n de su hábitat natural.
Casi todas las especies de tortugas marinas están en peligro de extinción como consecuenc­ia de la destrucció­n de su hábitat natural.
 ??  ?? Tugurio en Tuvalu, la isla de un poco más de 11.000 habitantes está al borde de la desaparici­ón debido al cambio climático.
Tugurio en Tuvalu, la isla de un poco más de 11.000 habitantes está al borde de la desaparici­ón debido al cambio climático.
 ??  ?? António Guterres sobrevolan­do Tuvalu. Fotografía: ONU/Mark Garten
António Guterres sobrevolan­do Tuvalu. Fotografía: ONU/Mark Garten
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El cambio climático ha afectado la distribuci­ón de las especies, su fenología, la dinámica de las poblacione­s de plantas y animales, las estructura­s de sus comunidade­s y las funciones de los ecosistema­s, colocando una cuarta parte de las aves del mundo en peligro de extinción.
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