La extinción de las especies
“Cada vez que perdemos una especie rompemos una cadena de la vida que ha evolucionado durante 3.500 millones de años”.
Noticias, acuerdos, cumbres, reuniones, convenios, sequías, tifones, ciclones, tsunamis, inundaciones, incendios, 26,4 millones de desplazados climáticos… Al parecer ninguno de estos “ítems” parece importarle a nadie. Un informe presentado por la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios de Ecosistemas (IPBES) señala que cerca de un millón de especies entre animales y plantas se encuentran al borde de la extinción.
Tuvalu, una pequeña isla que está a mitad de camino entre Hawái y Australia y que cuenta con un poco más de 11.000 habitantes en 26 km², está a punto de desparecer como consecuencia del cambio climático. Pero la desaparición de la isla es solo una de las tantas consecuencias que deben enfrentar sus habitantes.
Los lugareños de Tuvalu se quejan de lo insoportable que se ha vuelto el aumento de las temperaturas. Mientras que el jefe de salud pública señala al diario The Guardian que se han intensificado las erupciones por calor, los golpes de calor y la deshidratación. A estos efectos sobre la salud pública se suman: el aumento del nivel del mar, la desaparición de playas y la salinización progresiva de cultivos producto de la entrada de aguas marinas a causa de tifones.
El causante de todo este desastre para la pequeña isla del Pacífico, según IPBES, es el tercer impulsor que acelera la extinción de especies en el planeta: el calentamiento global. Esta perspectiva y su progresión no solamente acelera la extinción de animales y especies vegetales, sino también la de los seres humanos. El histórico informe realizado por más de 400 expertos de 50 países apunta hacia cinco impulsores que han acelerado la extinción de casi un millón de especies en el mundo.
Estos impulsores sirven para ilustrar que el modelo económico y de explotación de recursos de la era industrial nos ha llevado al límite de tener que necesitar casi dos planetas (1,7 siendo más específicos) para seguir atendiendo nuestras necesidades alimentarias, básicamente. Con la terrible contradicción de que del otro lado del espectro hay 821 millones de personas al borde de la inseguridad alimentaria. ¿Cuáles son estos cinco impulsores que están desgarrando las especies y los recursos y están colocando nuestras vidas al borde de un abismo?
COMER CARNE Y DESTRUIR LA TIERRA ES LO MISMO
En 2016, sale al mercado la “hamburguesa imposible”, una hamburguesa hecha a base de vegetales, pero cuyo aspecto y sabor son los de la carne. Al parecer, la clave de su tierno y jugoso sabor es una molécula llamada “heme” que se encuentra en la carne, pero también en algunas plantas. De estas plantas se extrae la molécula para hacer hamburguesas respetuosas del me
dio ambiente, ya que se utiliza un 25% del agua necesaria para producir una hamburguesa de carne y genera ocho veces menos gases de efecto invernadero que su equivalente cárnico.
Esta “hamburguesa imposible” es posible gracias a que un profesor de bioquímica de la Universidad de Stanford en los EEUU se dedicó un año sabático a determinar el mayor problema ambiental del mundo, la cría intensiva de animales. Patrick O. Brown inició en 2011 Impossible Foods Inc., una compañía de alimentos cuya misión es dejar de alimentarnos como en la prehistoria y que podamos comer toda la carne que queramos en el tiempo que queramos sin acabar con los terrenos fértiles ni el agua dulce.
Y es que el primer impulsor para la extinción de especies, según IPBES, es el uso que le damos a la tierra y el mar. El uso intensivo de la tierra está directamente vinculado con la agricultura y la ganadería. El impacto de esta última es particularmente alarmante, ya que es una de las principales fuentes de emisión de gas metano, un gas de efecto invernadero causante del calentamiento global. Para producir una sola hamburguesa de ternera se necesitan 1.695 litros de agua aproximadamente.
Más de 100 millones de hectáreas de bosque tropical han sido sacrificadas en aras de la actividad agrícola. Esta actividad junto con la ganadería consume las tres cuartas partes de los recursos de agua dulce en el mundo. Además la deforestación, la fertilización y la producción de cultivos originan un 25% de los gases de efecto invernadero en el planeta. Por su parte, la acuicultura afecta la vida en estuarios y deltas. La biota marina y las economías regionales han recibido un impacto negativo por la acuicultura en alta mar y el desarrollo urbano en las costas. Este desarrollo urbano se ha hecho a costa de la biodiversidad. Por su parte, la minería oceánica se ha expandido a 6.500 instalaciones de petróleo y gas en 53 países desde 1981.
EXPLOTACIÓN DIRECTA Y ESPECIES INVASORAS
Para 2018, el Boletín Oficial del Estado ofrecía una lista de 32 especies autóctonas de flora y fauna desaparecidas en su medio natural en España. Lince europeo, foca monje del mediterráneo, ballena franca, esturión, lamprea de río, halcón borní, gallo lira, perdiz griega, grulla europea y 19 especies de plantas conformaban el listado aprobado. La explotación directa de las especies ha ocasionado que el 9% de las razas de mamíferos domesticadas estén extintas. A esto se suma la sobreexplotación de las especies marinas en un 60%. La explotación directa de los organismos es el factor impulsor número dos de la extinción de especies en el planeta.
En el puesto número tres encontramos el cambio climático con sus efectos colaterales: derretimiento de los casquetes polares, retroceso de los glaciares, subida del nivel del mar, incremento de la temperatura, aumento de las sequías, tormentas tropicales y cambio de estaciones. Este fenómeno ha afectado la distribución de las especies, fenología, dinámica de las poblaciones de plantas y animales, estructuras de sus comunidades y las funciones de los ecosistemas, colocando a una cuarta parte de las aves en peligro de extinción.
Señala la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) que la curruca zarcera –un ave migrante de larga distancia– está teniendo graves problemas de supervivencia debido a las sequías en África. O cómo estas aves migrantes de largas distancias están amenazadas por la pérdida de sus hábitats tanto en los territorios de invernada, pasando por sus lugares de reproducción hasta las zonas de parada y descanso.
Un paso más en este ranking de impulsores lo constituye la omnipresente contaminación en todos los espacios de agua, aire y tierra. Los niveles de dióxido de carbono producen la acidificación de los océanos y afectan las aguas poco profundas. La contaminación de las aguas por plástico ha llegado a los lugares más recónditos como las Fosas Marianas y la Fosa de las Nuevas Hébridas, donde se han registrado organismos con microplásticos en sus intestinos.
La contaminación de los océanos impacta la vida del 86% de tortugas, 44% de aves y 43% de mamíferos marinos. Por su parte, la huella de carbono dejada por el turismo ha aumentado en un 40%. La inimaginable cifra de 4,5 gigatones de dióxido de carbono y el 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero son producto del transporte y consumo de alimentos relacionados con el turismo.
En el último lugar de estos impulsores se encuentra la tasa de especies invasoras, que ha llegado a sus niveles más altos. Dice el informe que una quinta par
Más de 100 millones de hectáreas de bosque tropical han sido sacrificadas en aras de la actividad agrícola
te de la superficie terrestre está en riesgo de invasión por parte de especies de plantas y animales exóticos en detrimento de las especies nativas. Este riesgo está directamente relacionado con el comercio, las dinámicas y tendencias de la actividad humana. El número de especies invasoras por país ha aumentado un 70%.
AÚN NO PODEMOS MUDARNOS A MARTE
El informe IPBES es muy claro y directo, a pesar de los esfuerzos en el orden mundial que se han hecho para revertir los terribles efectos de la actividad humana sobre el planeta estos no han sido ni son suficientes:
“Los rápidos y actuales descensos en la biodiversidad, las funciones del ecosistema y muchas de las contribuciones de la naturaleza a las personas significan que la mayoría de los objetivos sociales y ambientales internacionales, como los que figuran en las Metas de Aichi para la Biodiversidad y la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, no se lograrán sobre la base de las trayectorias actuales”.
Esto nos plantea la extinción desde un punto de vista humano, porque de desaparecer o menguar aún más los recursos con los que contamos ¿qué vamos a hacer 7,6 mil millones de personas que habitamos el planeta? ¿Adónde irán los habitantes de Tuvalu cuando el archipiélago que habitan se inunde por el calentamiento global?
En su reciente visita a Tuvalu, el secretario general de la ONU exhortaba a los países responsables del calentamiento global a cambiar sus políticas de energía y transporte, ¿pero podemos detener las exploraciones petroleras rusas, estadounidenses o noruegas en el Ártico? ¿Podemos exigirle a Brasil que deje de desforestar sus bosques para plantar la soja que le vende a China? Pareciera que como ciudadanos es poco lo que podemos hacer, sin embargo, iniciativas como Impossible Foods nos dan ideas y vías para cambiar nuestro modelo diario e individual de consumo. Puede que en un futuro la suma de iniciativas individuales tengan un mayor y mejor impacto que las iniciativas de organismos globales que parecieran cada día más obsoletos.
¿Podemos detener las exploraciones petroleras rusas, estadounidenses o noruegas en el Ártico?