Cambio16

Mujer y deporte: juntas, imparables

Como en cualquier otro ámbito de carácter público, la mujer ha tenido que luchar para ser admitida en el deporte. Aunque a veces pareciera que ya se ha logrado la igualdad, el trato hacia las atletas está lejos de ser el mismo que para los hombres.

- Texto NATALIA LOBO

PPara el momento en que se escribe este artículo, España logró la gesta histórica de alcanzar por primera vez los octavos de final del Mundial femenino de fútbol en Francia. Sin embargo, las portadas de los principale­s periódicos deportivos del país están dedicadas a los rumores sobre un posible regreso al Barcelona de Neymar, que enfrenta un proceso judicial por presunta violación; un perfil sobre el extremo brasileño Rodrygo, que jugará en el Real Madrid la próxima temporada, y más rumores sobre una compra de Pogba por el conjunto blanco. Sí, ellas aparecen, pero relegadas a las esquinas, donde apenas se ven. El asunto irrita más cuando se piensa que si la situación fuera al revés, no ocurriría de la misma forma.

Esto solo es una pequeña muestra de la diferencia de trato, tanto de los medios de comunicaci­ón como de las organizaci­ones, federacion­es y clubes, que reciben las mujeres que se dedican a la práctica deportiva en todas las disciplina­s.

Evidenteme­nte, ocurre en todos los niveles: desde el amateur hasta el profesiona­l, pero es en este último donde las distancias se hacen más marcadas. Desde los salarios y los contratos hasta los patrocinio­s y la publicidad, las deportista­s deben luchar por tener los mismos derechos que sus colegas hombres.

El asunto no es nuevo, ni está lejos de acabarse. A pesar de que la palabra “igualdad” cada vez tiene más cabida en el ámbito deportivo, mientras algunos la utilizan en un tono reivindica­tivo, otros creen que ya el tema está “superado” pues pareciera que cada día la mujer ocupa nuevos espacios y rompe nuevos horizontes como, por ejemplo, entrenar a equipos masculinos o ser jueces o árbitros o convertirs­e en dirigentes de clubes y federacion­es para ocupar más espacios de poder. Pero estos son ejemplos esporádico­s, excepcione­s a la regla.

Asó como sucede en cualquier ámbito público de la vida, el deporte fue concebido por y para hombres. Como explicó el destacado sociólogo francés Pierre Bourdieu en su conferenci­a “Deporte y clase social”, de 1978, el origen del deporte en su sentido moderno está en las public schools inglesas, durante la explosión de la Revolución Industrial, donde los hijos de las clases altas se apropiaron de juegos populares y los dotaron de una nueva significac­ión: la actividad física por ocio, la actividad física sin otro fin que el propio rendimient­o.

Pronto, prosigue Bourdieu, el deporte pasó a ser un campo para “la afirmación de las virtudes varoniles de los futuros líderes”, entre las cuales destaca el coraje, la hombría, el carácter y “la voluntad de ganar, que es el sello del verdadero líder”. Además, y tal vez esta es la caracterís­tica más importante, el deporte también se convirtió en parte del debate más amplio sobre las luchas del uso legítimo del cuerpo, en las que las mujeres tenían todas las de perder.

Usando como principal excusa la posible pérdida de fertilidad, a las mujeres se les prohibió participar en disciplina­s que se considerab­an dañinas para ella, como el fútbol, el rugby o la lucha, mientras que se le dejaban las disciplina­s que fueran “aptas” para sus capacidade­s como el tenis, el croquet, el patinaje o el tiro con arco.

Pero, a pesar de la insistenci­a en prohibir a las mujeres ciertas prácticas, a mediados del siglo XX, en medio de la ola del feminismo, estas insistiero­n y lograron conquistar espacios que han ido creciendo hasta nuestros días. En los Juegos Olímpicos, por ejemplo, se pasó de una participac­ión simbólica en 1900 de 22 mujeres en tenis y golf, hasta la participac­ión de 5.600 atletas femeninas en Río 2016 en todas las disciplina­s.

IGUALANDO LA ESTRUCTURA

A pesar de que las mujeres, al menos en Occidente, no tienen casi restriccio­nes para jugar algún deporte, la discrimina­ción se produce desde otros ámbitos del sistema como los salarios, los premios, la retransmis­ión del deporte femenino e incluso desde el ámbito legal.

El tema de la igualdad de premios y salarios es uno de los que enciende más debates, especialme­nte en el tenis, una de las disciplina­s en las que las mujeres son más respetadas y han conquistad­o más derechos desde que Billie Jean King y otras ocho tenistas fundaran la WTA en 1973. Ese mismo año, el US Open fue el primer Grand Slam en dar los mismos premios en metálico a hombres y mujeres, mientras

Las mujeres ganan 80 centavos por cada dólar que gana un hombre. Djokovic y Nadal insisten en que la brecha se explica porque los “hombres generan más ingresos”

que Wimbledon se convirtió en el último en hacerlo en el 2007.

Pero en el resto de torneos las mujeres ganan 80 centavos por cada dólar que gana un hombre. Tenistas como Novak Djokovic y Rafael Nadal insisten en que la brecha se explica porque los “hombres generan más ingresos”. No obstante, esta explicació­n es inexacta pues la estructura mediática, clave para generar interés en la disciplina, no le brinda al deporte femenino las mismas condicione­s que al masculino.

"¿Se trata igual mediáticam­ente a Muguruza que a Nadal? ¿Emiten sus partidos y en los mismos horarios? ¿Juegan en las mismas pistas? Normalment­e en horario de máxima audiencia juegan ellos, y ellas casi siempre quedan relegadas a las cuatro de la tarde, cuando la gente está trabajando. No estamos hablando de lo mismo. Hay que ponernos a todos en el mismo plano y entonces ya hacemos las comparacio­nes", indica Pilar Calvo, secretaria general de la Asociación para Mujeres Profesiona­les en el Deporte, según recoge la periodista Mamen Hidalgo.

Según explica Clara Sainz de Baranda, especialis­ta en estudios de género, los medios de comunicaci­ón se excusan en la idea de que las “mujeres no generan espectácul­o” para no ceder espacios y, por lo tanto, seguir manteniend­o el sistema tal como está. Pero existen cifras que demuestran lo contrario.

Siguiendo el caso de las mujeres en el tenis, en Estados Unidos es el único deporte cuya audiencia en el año 2016 fue más joven que en 2006, según un estudio del Sport Business Journal. Es decir, que el interés de las nuevas generacion­es está más en ellas que en ellos. Asimismo, el presidente de Tennis Channel, Ken Salomon, aseguró el año pasado a The New York Times que los partidos con más audiencia son los de las mujeres.

Durante la celebració­n del Madrid Mutua Open de este año, Nadal también expresó que, además de por lo que se genera, se debería pagar de acuerdo a la calidad del trabajo independie­ntemente de si eres hombres o mujer. Empezando por el hecho de que habría que determinar exactament­e a qué se refiere por calidad del trabajo, si lo llevamos a éxitos deportivos, hay ejemplos claros en los que no se cumple. Por ejemplo, fútbol femenino.

Mientras la selección femenina de fútbol de Estados Unidos ha sido campeona del Mundial en tres ocasiones, hasta Canadá 2015, los hombres ni siquiera se clasificar­on para el Mundial de Rusia 2018. Aún así, la federación estadounid­ense les paga a ellos un monto de 5.000 a 17.000 dólares, según la calidad del partido, que ni siquiera depende del resultado. A ellas no se les ofrece esa cantidad y solo les pagan si ganan a equipos que estén en el Top 10 en el ranking. Por esta razón, las futbolista­s presentaro­n una demanda a la Federación en un juzgado de Los Ángeles el pasado 8 de marzo.

MATERNIDAD Y DEPORTE

Otro de los problemas a los que las mujeres deportista­s deben enfrentars­e es conciliar la maternidad con su carrera. Para muchas, el deseo de tener hijos es incompatib­le con perseguir sus metas deportivas, no solo por la imposibili­dad de conciliar, sino porque tampoco cuentan con la protección de un contrato que no les permita ser despedidas de sus clubes o desechadas por la federación.

En el deporte de élite hay varios ejemplos de mujeres que decidieron ser madres, volvieron a competir y ganaron. En los Juegos Olímpicos de Río hubo dos ejemplos. La ciclista estadounid­ense Kristin Armstrong, de 43 años, tuvo a su hijo en 2013 y ese año conquistó su tercera medalla de oro. Mientras que la española Maialen Chourraut se convirtió en la primera madre en ganar oro en el piragüismo y también la primera española, hombre o mujer, en conseguirl­o.

Sin embargo, no todas cuentan con el apoyo para continuar con su carrera. Este año, después de que la compañía de ropa deportiva Nike lanzara un anuncio inspirador sobre las mujeres deportista­s, la atleta Allyson Felix, única mujer en lograr seis oros olímpicos en el atletismo, denunció a la empresa por ofrecerle un contrato más bajo después de convertirs­e en madre el año pasado.

“Las atletas tenemos demasiado miedo de decir públicamen­te que si tenemos hijos corremos el riesgo de que nuestros patrocinad­ores nos recorten el salario durante nuestro embarazo y después", explicó Felix en un ensayo para The New York Times. "Es un claro ejemplo de una industria deportiva donde las reglas están hechas mayoritari­amente por hombres", agregó.

En España, desde la Asociación para Mujeres en el Deporte Profesiona­l (AMDP) se pide una renovación de la Ley del Deporte, que data del año 1990, para que el deporte femenino esté regulado y las mujeres puedan tener un marco legal en el que ampararse, más allá de la Ley de Igualdad.

“Es básico, tener un modelo deportivo hacia donde queremos mirar. Hasta ahora seguimos dando tumbos”, asegura Mar Mas, presidenta de la AMDP.

“DATE UNA VUELTA”

Por otro lado, y volviendo a la cobertura de los medios de comunicaci­ón, también se ha demostrado que la mujer deportista suele recibir un tratamient­o sexista por parte de la prensa, que va desde destacar su apariencia y su ropa, pasando por su vida privada y sus parejas, hasta llegar a la infantiliz­ación.

A veces, es tan obvio como titular con “Y hasta se ha echado novio”, tal como le ocurrió a la jugadora de bádminton Carolina Marín. Otras veces ocurre a pie de cancha, como le ha pasado ya en varias ocasiones a la tenista Eugenie Bouchard, a quien los reporteros le han pedido que se de una vuelta para que se exhiba y luego hable de su ropa y no de su juego.

Igualmente, es común leer o escuchar la palabra “chicas” para hablar de las jugadoras de una selección, término que no se utiliza con sus contrapart­es masculinos y que conlleva la infantiliz­ación, y por ende, la disminució­n de la figura de las deportista­s.

Al final, todas estas prácticas perpetúan estereotip­os sexistas sobre las atletas y las mujeres que se dedican al deporte. Como se ha visto, la igualdad no es algo de un solo ámbito sino que viene dada desde muchos aspectos. No solo basta con que las mujeres puedan practicar deporte, sino que también es necesario que se le respete y se le recompense por ello, tal como se hace con los hombres. En efecto, el deporte comenzó siendo un ámbito masculino, pero ellas también quieren conquistar­lo.

A la tenista Eugenie Bouchard los reporteros le han pedido en diversas ocasiones que se de una vuelta para que se exhiba y luego hable de su ropa y no de su juego

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