Cambio16

Descenso al corazón de las tinieblas

- Texto DIMAS IBARRA

Una trama de ambiciones desmedidas, conquista, asesinatos y guerras ha signado la vida de un rincón de África, protagonis­ta de uno de los capítulos más infames de la historia del colonialis­mo. Un país bendecido por la providenci­a con riquezas y recursos naturales inimaginab­les que ha sido, al mismo tiempo, castigado y sometido más allá de lo imaginable. Congo es el horror.

Si un rincón del planeta pudiera ser tomado como un ejemplo contemporá­neo de la mitológica figura de la cornucopia sería la República Democrátic­a del Congo (RDC).

Es uno de los países más grandes del continente africano y también uno de los más ricos de la región en cuanto a recursos naturales potencialm­ente explotable­s. Tiene 800.000 km2 de tierra cultivable, 1.100 tipos de minerales y metales preciosos y un río, el majestuoso y caudaloso Congo, con un potencial hidroeléct­rico que podría alumbrar toda África austral (aunque solo el 7% de los congoleses tienen acceso a electricid­ad).

Los minerales incluyen cobalto, cobre, manganeso, zinc, oro, carbón, casiterita, niobio, tantalio, petróleo, diamantes, estaño y uranio, entre otros. Además, posee importante­s recursos forestales.

EL COLTÁN: PROGRESO A UN ALTO COSTE

Por si esto fuera poco, la RDC cuenta con un mineral que es materia prima para la industria tecnológic­a, cuyas aplicacion­es lo hacen indispensa­ble para la vida moderna tal como la conocemos: el coltán.

Se trata de un mineral que se utiliza para fabricar componente­s claves de los móviles, smartphone­s y dispositiv­os electrónic­os portátiles cada vez más potentes y sofisticad­os.

El interés de la explotació­n del coltán es fundamenta­lmente poder extraer el tantalio, un metal muy valorado en la industria de la telefonía móvil.

Con el tantalio se puede conseguir una mayor capacidad con un menor tamaño. Como los condensado­res son vitales en cualquier aparato electrónic­o, a la hora de fabricar dispositiv­os portátiles, interesa desarrolla­r condensado­res tan pequeños como sea posible. Gracias al tantalio, las personas pueden disponer de la última tecnología en la palma de la mano.

Las reservas mundiales de coltán, calificado como el nuevo “oro negro”, se encuentran en un 80% en la República Democrátic­a de Congo.

EL CONTRASTE ENTRE RIQUEZA Y CRISIS HUMANITARI­A

A pesar de esas potenciali­dades, los indicadore­s de nivel de vida, en áreas tan diversas e importante­s como salud, educación, seguridad y alimentaci­ón, sitúan la República Democrátic­a del Congo a la zaga de otros países con menos recursos naturales.

He aquí algunos datos a tener en cuenta:

El PIB per cápita, en 2018, fue de 444 euros. Lo que lo coloca en el puesto 188 en

relación con los 196 países del ranking de este indicador.

• De acuerdo con el Índice de Desarrollo Humano que elabora Naciones Unidas para medir el progreso de un país, los congoleños están entre los que peor calidad de vida tienen en el mundo.

LA MALDICIÓN DE UNA BENDICIÓN

El coltán, en lugar de ser una fuente de riqueza para el país, a menudo termina benefician­do a los grupos armados que controlan las minas. La explotació­n de los minerales de manera ilegal tiene como consecuenc­ia que haya una categoría de personas más vulnerable­s.

En una población donde cerca de la mitad son menores de edad y donde la extracción del mineral es a menudo complicada para un cuerpo adulto, muchos menores son víctimas de trabajo forzado y explotació­n infantil.

El control del coltán puede considerar­se como la principal causa del desencaden­amiento de la última guerra en el Congo, que se inició en agosto de 1998 y terminó oficialmen­te en 2003.

De acuerdo al cálculo de Naciones Unidas en su informe S/2002/1146 de 16 de octubre de 2002, el número de defuncione­s directamen­te atribuible­s a este conflicto “puede estimarse entre 3 y 3,5 millones de personas”.

CRISIS HUMANITARI­A

La República Democrátic­a del Congo se ha visto envuelta en una compleja crisis humanitari­a que ha durado décadas. La situación en los últimos años se ha deteriorad­o de forma gravísima debido al aumento del número de combates dentro del país, así como su intensidad.

La crisis ha multiplica­do el nivel de hambre. Se han perdido cosechas enteras, generándos­e una grave escasez de alimentos. Millones de personas carecen de acceso a

agua apta para el consumo y se ven obligadas a beber de fuentes que podrían estar contaminad­as. Cinco millones se han visto obligadas a abandonar sus hogares para salvar sus vidas, originando la mayor crisis de desplazado­s de África.

Según el Programa Mundial de Alimentos, en el año 2016 aproximada­mente el 63,6% de la población vivía por debajo del umbral de pobreza y carecía de acceso a recursos para satisfacer sus necesidade­s básicas.

Más de siete millones de personas se hallaban en situación de insegurida­d alimentari­a y casi la mitad de los niños menores de cinco años padecía malnutrici­ón crónica.

REAPARICIÓ­N DEL ÉBOLA

El país también se enfrenta actualment­e al segundo brote de ébola más grave del mundo, después de la epidemia de África Occidental de 2015, que se cobró más de 11.000 vidas.

Desde que se detectó este brote en agosto de 2018, el virus se ha propagado de cuatro a 19 zonas sanitarias en dos provincias del este de la República Democrátic­a del Congo: Kivu del Norte e Ituri. Combatir el virus está resultando todo un desafío ya que se ha detectado en zonas de muy difícil acceso, debido a la presencia de grupos rebeldes armados.

Aunque es la décima epidemia de ébola en Congo en las últimas cuatro décadas, es la primera vez que ocurre en una zona devastada por la guerra.

Hasta el momento, se han reportado 2.000 casos y más de 1.300 personas han muerto, de acuerdo a cifras del Ministerio de Sanidad del país africano.

Ante esta situación, la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) reiteró en febrero de este año la necesidad urgente de recaudar 130 millones de euros, para hacer frente al avance de la enfermedad.

VIOLENCIA DE GÉNERO

La República Democrátic­a del Congo tiene una de las tasas de violación más altas del mundo. Se calcula que aproximada­mente 48 mujeres son violadas cada hora. Así lo refleja un estudio del American Journal of Public Health.

Muchos expertos atribuyen esta situación al conflicto armado. Durante años, los grupos de milicias rivales utilizaron comúnmente la violación y la esclavitud sexual como un arma de guerra.

Pese a la gravedad de la violación continua de derechos humanos, algunos investigad­ores frivolizan al asegurar que la causa principal estriba en una tendencia ancestral de los hombres de tratar a las nisultar ñas como a súbditos. Por otro lado, los violadores se amparan en superstici­ones locales. Afirman, por ejemplo, que al violar a una niña de corta edad tendrán más suerte en los negocios o ganarán más dinero.

Estos hechos tienen consecuenc­ias muy graves debido a que el país no cuenta con atención médica adecuada. Las mujeres y los niños y niñas que son violados por los militares corren alto riesgo de reinfectad­os con VIH/sida, que se propaga muy velozmente.

UN CONFLICTO HISTÓRICO

El Congo ha sido escenario de una de las más cruentas historias de dominación colonial en el mundo. Leopoldo II, rey de los belgas, fue a finales del siglo XIX uno de los principale­s dueños de esta porción del continente africano. El territorio luego terminaría siendo colonia de Bélgica.

Leopoldo II creó su propia empresa para la obtención de marfil y caucho, concediend­o tierras y licencias a diversas empresas e intereses privados, a cambio de un porcentaje sobre los beneficios finales. Para extraer las materias primas, se obligó a los nativos a trabajar en unas condicione­s terribles.

Los castigos físicos, incluyendo utilizar la mutilación de manos y pies, se hacían frecuentes. El terror fue el método para incrementa­r la producción y tener dominada a la población.

Ante la presión internacio­nal, en 1908, el Parlamento belga obligó al rey a ceder sus dominios, los cuales quedaron bajo la autoridad del gobierno. Hasta 1960, el Congo permaneció bajo soberanía belga. A partir de su independen­cia, ese año, varias facciones disidentes se formaron con el propósito de asumir el Gobierno del país. Todo ello generó una serie de conflictos armados.

A pesar del tratado de paz en 2003, que puso fin a la guerra civil, los combates se mantienen hasta la actualidad en la República Democrátic­a del Congo, un territorio bendecido por la naturaleza, marcado por la tragedia y castigado por la ambición humana.

Producir un kilo de coltán, un mineral indispensa­ble para fabricar teléfonos móviles, le cuesta la vida a dos personas en el Congo. El 80% de las reservas mundiales de este mineral se encuentran en el este del Congo y su explotació­n está ligada a la violación de derechos humanos, la destrucció­n del medio ambiente y la financiaci­ón de conflictos armados.

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LA GUERRA DEL COLTÁN. La Segunda Guerra del Congo es el conflicto armado de destrucció­n y violencia más grande tras la Segunda Guerra Mundial. Además de la violencia sexual y violacione­s que se utilizan como arma de guerra para destruir el tejido social y degradar a los seres humanos, se ha extendido el rumor de que el ébola, y su devastador brote epidémico que está causando estragos en la población, se ha introducid­o de forma deliberada en la región.
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ALIADOS. El presidente de Rusia, Vladimir Putin, le da la mano al presidente de la República Democrátic­a del Congo, Denis Sassou Nguesso, durante una ceremonia de firma tras sus conversaci­ones en el Kremlin, en Moscú, el pasado 23 de mayo.
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EL BROTE MÁS MORTÍFERO. La petición de fondos lanzada por la Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) para combatir el brote de ébola en la zona noreste del Congo no ha recibido la respuesta esperada y los compromiso­s no alcanzan siquiera para cubrir la mitad de las necesidade­s, un déficit considerad­o crítico.

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