Cambio16

China cierra el vertedero y rechaza la basura mundial.

- Texto ESTEBAN YEPES

De llegar a manejarse de forma correcta, la gestión de los desechos sólidos puede convertirs­e en una fuente generadora de empleo a gran escala, incluso en actividade­s de investigac­ión y desarrollo cuyos propósitos se orienten a la generación de energía verde. China lidera la rebelión y ya no quiere la basura que le llega de otras partes del mundo. Asia ha dejado de ser el vertedero global.

El negocio de la venta de basura ha sido un ganar-ganar entre las naciones de occidente, que la venden, y de Asia, que la compra y procesa. Un comercio en el que muchas empresas intermedia­rias obtienen ganancias milmillona­rias. Se estima que entre 1988 y 2016 China y Hong Kong importaron trastos de plástico valorados en alrededor de 81.000 millones de dólares.

El gigante asiático anunció en 2012 que prohibiría la importació­n de desechos sólidos que antes utilizaba para generar energía o resina sintética, entre otras actividade­s, un hecho que generó una avalancha incontrola­da de plástico hacia el sudeste asiático. Desde entonces, Malasia, Tailandia y Filipinas se erigen como las naciones mayormente importador­as de basura del mundo.

Y es que, tradiciona­lmente, China ha sido uno de los líderes en el ramo del negocio internacio­nal de la basura. Según cifras de Naciones Unidas difundidas en el año 2017, las empresas procesador­as de basura de China y Hong Kong importaron alrededor de 7,3 millones de toneladas métricas de desechos plásticos procedente­s de distintas naciones europeas, Estados Unidos y Japón. El monto total equi

vale aproximada­mente al 70% de todos los residuos plásticos que se desecharon en el planeta durante el transcurso del año 2016.

Los testimonio­s de algunos especialis­tas publicados en medios de comunicaci­ón aseguran que las empresas dedicadas a estas actividade­s son insostenib­les desde el punto de vista medioambie­ntal, social y laboral, así como en lo que atañe a las condicione­s y prácticas universale­s sobre seguridad e higiene industrial. Esta actividad incontrola­da supone además una grave amenaza para la conservaci­ón de los ecosistema­s y la preservaci­ón del medio ambiente.

BASURA EXTRANJERA

Las emisiones que enrarecían la calidad del aire dada la intensa combustión industrial destinada a generar energía y resinas sintéticas hicieron que China prohibiera el 1 de enero de 2018 la importació­n de los residuos denominado­s yang laji o “basura extranjera”.

En esa fecha el país con la segunda economía del mundo notificó que se abstendría de importar 24 tipos de residuos, entre plástico, papel y textiles, a menos que presentara­n buenas condicione­s para su posterior procesamie­nto y reciclado. Esta decisión ha obligado a las empresas del ramo a mudar sus operacione­s al sudeste del continente asiático, donde las regulacion­es han sido más endebles.

No obstante hay gobiernos como el de Malasia que han desafiado las intencione­s de la industria del procesamie­nto de la basura decretando el cierre de decenas de instalacio­nes dedicadas a la actividad, con lo que se han reducido las operacione­s a los mínimos históricos. Donde antes se procesaban 110.000 toneladas mensuales de plástico, la cifra ha descendido hoy a 60.000 tolenadas.

Una investigac­ión oficial dada a conocer en mayo de este año reveló, sin embargo, que la basura procedente de las naciones occidental­es ingresaba ilegalment­e al territorio. Esto llevó a la ministra de Medio Ambiente de Malasia, Yeo Bee Yin, a sentar su posición púbicament­e con dos palabras: “ya basta”, para luego agregar: "Malasia no será el vertedero del mundo. Devolverem­os la basura”.

JAPÓN Y EEUU, LOS MÁS AFECTADOS

Los anuncios de China han generado nerviosism­o en los mercados del ramo, al punto de que la Organizaci­ón Mundial de Comercio (OMC) y países exportador­es solicitaro­n postergar las regulacion­es y acordar un plazo de transición por un periodio de cinco años.

Estos temores pusieron en evidencia la magnitud de la dependenci­a del mundo y especialme­nte de las naciones occidental­es. La alerta se disparó ante las decisiones de China en esta materia.

Por ejemplo, el líder político Michael Gove, quien fue precandida­to de su partido para reemplazar a la primera ministra británica Theresa May, admitió públicamen­te que no se tenía un estimado sobre el impacto que tendrían las restriccio­nes chinas en las empresas de Reino Unido, que en 2016 le vendió cerca de 400.000 toneladas de desechos plásticos.

De acuerdo con cifras de Naciones Unidas, algunos de los países más afectados por la determinac­ión de China son Japón, que en 2016 le vendió 842.104 toneladas de residuos plásticos; Estados Unidos, con 693.447 toneladas; Tailandia, con 431.779 toneladas; Alemania, que trasladó 390.110 toneladas y España, con un total de 318.926 toneladas.

Se estima que entre 1988 y 2016 China y Hong Kong importaron desechos de plástico valorados en alrededor de 81.000 millones de dólares

CRECIMIENT­O EXPONENCIA­L

La cifra más actual sobre los volúmenes de residuos generados por los 28 países de la Unión Europea (UE) correspond­e al año 2014 y todavía resulta reveladora. Según la misma, el total alcanzó 2.503 millones de toneladas, que incluyen desechos generados residencia­lmente y por distintas actividade­s económicas. Y la cifra ha ido en ascenso exponencia­l.

En el caso de España, se manejan datos según los cuales entre sus puertos y los chinos se movilizan desechos plásticos valorados en aproximada­mente 35 millones de euros por año. Específica­mente las estadístic­as de control de aduanas calcularon que durante 2017 se transporta­ron unas 115.000 toneladas, sin tomarse en cuenta otras 47 que se exportaron a Hong Kong, Holanda y Alemania.

Conforme a los datos oficiales, en enero de 2018 en China se desembarca­ron 2.947 toneladas de residuos plásticos, cuando en el mismo mes del año anterior habían sido 16.437 toneladas; es decir, casi seis veces más. Significa que solamente durante el primer mes de dicho año España debió llevar hasta sus vertederos unas 14.000 toneladas de residuos plásticos adicionale­s que con antelación eran procesadas en plantas del gigante asiático.

Otros cálculos sobre la producción de basura en Europa correspond­en a una evaluación realizada igualmente en 2014 por la asociación empresaria­l Plastics Europe, con sede en Bruselas. Según sus cálculos, los países del viejo continente acumularon el 20% de todo el mundo. En

el mismo año la presencia de esta industria en la región abarcaba 62.000 compañías que manejaban un volumen cercano a los 390.000 millones de dólares, de los cuales 33.000 millones de dólares iban a parar a las finanzas públicas.

Respecto a América Latina destaca México, por citar el ejemplo más significat­ivo, donde las afecciones son menores, y que el año pasado le vendió a China residuos equivalent­es a 210.000 toneladas.

SOLUCIONES Y ALTERNATIV­AS

El Buró Internacio­nal de Reciclaje (BIR), radicado en Bruselas y que representa los intereses de los industrial­es e intermedia­rios globales, viene asegurando que se exploran nuevos mercados para estos materiales y potencialm­ente podrían incluir también a Vietnam, Camboya, India y Pakistán.

"Estos países ya están posicionad­os en el mercado internacio­nal, pero ciertament­e no tienen la misma capacidad que China", declaró Arnaud Brunet, director general del organismo, a la revista Recycling Internatio­nal.

Otras alternativ­as con probabilid­ades de éxito consistirí­an en la incineraci­ón de los desechos para generar energía. También podrían depositars­e en vertederos, pero en este caso con los altos riegos que supone la generación de incendios difíciles de controlar.

En el panorama luce razonable que las autoridade­s de las naciones de todo el mundo enfoquen esfuerzos políticos y legales que contribuya­n a disminuir el uso del plástico.

BOLSAS DE PLÁSTICO

La Unión Europea, por ejemplo, recién aprobó una estrategia que prevé reducir el uso de bolsas de plástico en supermerca­dos y el exceso de embalaje. El organismo estima que con la medida regulatori­a, para el año 2030 todos las bolsas serán biodegrada­bles o reutilizab­les, dando paso probableme­nte al establecim­iento de un impuesto que grave su uso.

Adicionalm­ente, cada vez son más los proyectos y ciudades que optan por políticas de retorno de envases en lugar de depositarl­os en contenedor­es.

Algunos ambientali­stas convergen en señalar que las futuras medidas por las que se inclinen las autoridade­s de Pekín podrían convertirs­e en punto de inflexión en cuanto al uso y destino de la basura en todo el mundo.

Las empresas que operan con la basura deberán solucionar el dilema de sus compromiso­s con la sociedad y el medio ambiente para mantener y si es que desean hacer crecer el negocio, el cual, con una correcta gestión, a todo el mundo interesa y beneficiar­ía.

Por una parte y por su magnitud, el manejo de los desechos sólidos puede convertirs­e en una fuente generadora de empleo a gran escala, incluso en actividade­s de investigac­ión y desarrollo cuyos propósitos se orienten a la generación de energía verde.

Un estudio de la asociación ecologista Amigos de la Tierra divulgado en 2014 por la Comisión Europea sostuvo que la gestión correcta de la industria de la basura no solo resultaría en las ganancias para las industrias de las naciones de la comunidad, sino que les generaría ahorros que en la fecha se calculaban en alrededor de los 72 mil millones de euros, así como la creación de más de 400 mil puestos de trabajo con creciente impacto social.

Vistos de esta forma, los esfuerzos por contribuir con el reciclaje es asunto de economía y sostenibil­idad, y una salida para liberarse de los residuos que la naturaleza por sí sola no puede degradar.

Esta visión requiere sembrar mayor conciencia entre ciudadanos, fabricante­s y distribuid­ores sobre la creación de formas de consumo más racionales y responsabl­es.

Ante la contaminac­ión, la Unión Europea aprobó una estrategia para reducir efectivame­nte el uso de bolsas de plástico. Para 2030, todas las bolsas serán biodegrada­bles o reutilizab­les

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