Demoler muros en un mundo nuevo.
Los refugiados son personas que huyen de conflictos armados o de persecución. Deben huir porque su integridad y seguridad se encuentran comprometidas. Ser mujer puede incrementar las amenazas como refugiado. Se puede ser víctima de trata, prostitución o violación. Las historias que se cuentan a continuación hablan de mujeres refugiadas que a pesar de las circunstancias superan sus vicisitudes y luchan por alcanzar una vida mejor.
Una mujer arrodillada, vestida con una burka azul, recibe algo de manos de otra que está de pie con el mismo atuendo. La mujer de pie se aleja. Se acercan dos hombres. La toma se tambalea. Al parecer uno de los hombres tiene una especie de rosario en la mano, pareciera cantar; el otro tiene una metralleta. Apunta a la mujer de rodillas. Se escucha un disparo. La toma se va a negro. Las imágenes son del Estadio de Kabul (Afga
nistán, 1999) y pertenecen al documental Boxing for freedom (2015).
Sadaf Rahimi comenzó a boxear cuando apenas tenía 11 años. Luego de estar refugiada en Irán y de regreso a su natal Afganistán entró al equipo de boxeo femenino junto a su hermana Shabnam. Obtuvo medallas para su país y se convirtió en un ejemplo para las jóvenes afganas. Sin embargo, su vida estaba amenazada por la estructura conservadora de la sociedad afgana. Entrevistada para el documental, Salima (madre de Sadaf) dice que no quiere que su imagen salga en televisión porque siente miedo de que a ella y a sus hijas las maten.
Gracias al documental, Sadaf tuvo la oportunidad de viajar a España, pedir asilo y obtenerlo. Hoy estudia, trabaja, boxea y construye una nueva vida independiente. En un no muy perfecto español detalla con entusiasmo para Acnur (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) cuál es su objetivo: mostrar cómo una joven en Afganistán que no podía salir a boxear ni a
pelear por su vida, puede hacerlo. Afganistán es considerado uno de los países más peligrosos para las mujeres. Asesinatos, palizas, mutilación, matrimonio infantil, baad (dar a una mujer o niña como compensación por un crimen o disputa entre familias) son prácticas que se mantienen a lo largo y ancho del territorio.
IMPORTO, SOY FUERTE, NO TENGO MIEDO
“Quiero asegurarme de que los niños alrededor del mundo puedan abrir el libro y ser como Yo importo, yo soy fuerte, yo no tengo miedo”, dice Habso Muhamud para la Agencia de Refugiados de Naciones Unidas en los Estados Unidos. Nació en un campo de refugiados en Kenia. A los 10 años fue reasentada en Fargo (Dakota del Norte) junto a su familia. Es CEO de la Fundación Only One Yes (Solo un sí) que toma parte de su nombre de su libro It Only Takes One Yes (Solo toma un sí).
Habso señala que crecer en un campo de refugiados fue bastante duro, solo para ir a la escuela debía caminar 45 minutos. Sin embargo, se siente afortunada por haber asistido a la escuela. En 2017, fue el lanzamiento oficial de su libro basado en su experiencia como refugiada. La heroína de su libro es Nasra, la reina de la jungla, quien muestra a los más pequeños –especialmente las niñas– un nuevo rol en el mundo. De hecho el paradigma de su libro es: más que rescatar a los niños hacerlos nuestros pares.
Habso parte de la idea de que cuando creemos e invertimos en los niños y los hacemos nuestros iguales, nos pueden ayudar a resolver los problemas más urgentes del mundo. Habso tiene sus raíces en Somalia, un país que muchos medios de comuni
cación definen como estado fallido y el cual aún no ha firmado ni ratificado la Convención para la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer.
RAÍCES Y PERTENENCIA
¿Pertenecemos al lugar donde nacimos?, ¿pertenecemos al lugar que habitamos? o ¿pertenecemos al lugar de nuestros ancestros? Bigoa Chuol (1991), escritora sursudanesa, explora el sentido de pertenencia desde la tierra que la recibió y la vio crecer desde los 11 años. Nació en Addis Abeba, capital de Etiopía, luego de que su familia huyera del territorio que hoy se conoce como Sudán del Sur.
Este territorio padece un conflicto armado que pareciera interminable y se ha convertido en la crisis de desplazados más grande de África. Un total de 4,1 millones de personas han huido de la violencia: 2.3 millones a los países vecinos y 1.8 millones son desplazados internos. Según datos de Acnur, alrededor del 63% de estas personas son menores de 18 años, niños que deben enfrentar la violencia, el desarraigo, el miedo y la falta de educación.
No obstante, Bigoa ha sido afortunada. Luego de Etiopía, su familia se desplazó hacia Kenia y desde allí fueron reasentados en Melbourne (Australia), donde pudo asistir a la escuela. Hoy es una poetisa emergente en busca de respuestas a ese sentimiento de vacío que dejan las huidas y las guerras.
“Cuando has vivido la experiencia del desarraigo y no tienes realmente la sensación de estar a salvo y asentada, no te das prisa en echar raíces de nuevo. Creo que nunca sentí que de verdad fuera mi hogar”, dice Bigoa a Acnur. De este sentimiento nació un deseo incontenible de expresarse. Señala que el vivir la experiencia de ser refugiada fue como vivir una nueva guerra muy sutil donde no hay ni tiempo ni espacio para preguntarse de dónde se viene o por qué estás donde estás.
En 2017, participó en el Festival de Escritores Emergentes en Australia y su actividad no solo se centra en la poesía, Bigoa también es performer y facilitadora cultural. Ha participado en otros festivales como: Women of the World, Afro Hub, Small Press Network, West Writers Festival, Brunswick Music Festival And Dhaka International Lit Fest. Además de pertenecer a los colectivos Still Nomad y Akomo Ntoso (Corazones enlazados). Su búsqueda no se limita a lo personal, señala que a través de su arte invita a otros a expresar los sentimientos que desencadenan la guerra y el desarraigo.
HORNEANDO LEJOS DE CASA
A pesar de la hiperinflación que vive su natal Venezuela, Julissa Marín tenía éxito horneando brownies y pastelillos dulces desde 2016. Enfrentó todas las vicisitudes que puede enfrentar una pequeña empresaria dada la escasez de recursos y alimentos. Durante algún tiempo se abasteció en el mercado negro, pero un día junto a su esposo y sus dos pequeñas, tomó lo necesario –ropa y utensilios de repostería– para continuar con su pequeña empresa en tierras extranjeras.
En la nación caribeña la crisis política, económica y social ha empeorado este último año. Un informe (julio 2019) de la Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, señala que los venezolanos enfrentan diversas violaciones a sus derechos económicos y sociales hasta el punto de que el salario mínimo ya no se puede considerar un salario de subsistencia.
Para ese entonces, ya el emprendimiento de Julissa se había mudado de Margarita –una pequeña isla en el Caribe venezolano– hasta Costa Rica. Allí, con la ayuda de la Fundación Mujer, compitió en el II Festival Gastronómico Intégrate al Sabor, un evento copatrocinado por Acnur dirigido a
“Cuando has vivido la experiencia del desarraigo y no tienes la sensación de estar a salvo y asentada, no te das prisa en echar raíces de nuevo”
aquellos pequeños y medianos empresarios que buscan refugio y asilo en tierras ticas.
En este festival más de cuatro mil personas tuvieron el placer de degustar especialidades de El Salvador, Honduras, Colombia y Venezuela. Junto a otros 24 emprendedores, Julissa recibió formación y ayuda para presentar sus productos. La idea del festival es divulgar el aporte socioeconómico que representan los refugiados para el país centroamericano, mientras que la repostera de 32 años afirma que no sacrifica la calidad por la inmediatez y está segura de que si en Venezuela tuvo éxito, en Costa Rica, también.
SIN EXCUSAS NI OBSTÁCULOS
Miles de kilómetros al este encontramos a otra emprendedora, Hota Biclere, natural de la República Democrática del Congo (RDC).
Cuando tenía ocho años desarrolló tuberculosis osteoarticular, lo que afectó y desvió su columna vertebral. Con dos hijos a su cargo, huyó a Kakuma (Kenia), lejos del sangriento conflicto en RDC, donde aún la violencia sexual contra las mujeres se utiliza como un arma de guerra.
Sin embargo, Hota ha podido acceder a una vida mejor gracias a que desde un campo de refugiados en Kenia estableció su pequeño taller de modista y tiene como clientes refugiados del mismo campamento, naturales de Kenia y personal de las distintas agencias humanitarias. Sus clientes satisfechos son los que hacen la publicidad boca a boca.
Primero, encontró trabajo como modista a los pocos meses de llegar al campo de refugiados. Se propuso gastar poco de lo que ganaba y ahorrar el resto del dinero. Luego de siete meses compró su propia máquina de coser y estableció su propio negocio.
Tres años después accedió a un préstamo de mil dólares para comprar otra máquina.
Aumentó el número de telas y empleó siete sastres que ella misma ha entrenado. Su discapacidad no ha sido un obstáculo para trabajar y prosperar. Aunque muchas veces se siente cansada y delega la costura en los sastres, ella no se detiene: “A veces es muy difícil, pero mis hijos dependen de mí, así que tengo que perseverar por ellos”, dice.
HUYENDO DE 148 LATIGAZOS
Sin familia, sin dinero, sin hogar Negzzia deambula por las calles de París. Escapó de Irán por posar desnuda. Sobre ella pesan la pena de 148 latigazos y la permanencia en una cárcel. Primero huyó a Turquía donde se enfrentó a una sociedad que describe como muy conservadora.
Luego viajó hasta Francia pensando que tendría más libertades y oportunidades. No fue así. Todos aquellos que le ofrecían ayuda lo hacían con una doble intención, por lo que un día se encontró sin ahorros en medio de la calle deambulando con una una maleta.
En Francia tiene estatus de refugiada por lo que percibe 400 euros al mes, pero ha sido difícil conseguir trabajo, pues su único portafolio es su cuenta en Instagram.
Por otro lado, le han ofrecido prostituirse o ser stripper, cosa que ha rechazado, porque quiere trabajar como modelo. Esta mujer joven y hermosa de apenas 29 años a pesar de las circunstancias sigue esperando una buena oportunidad sin necesidad de prostituirse o renunciar a sus sueños.
Así como Sadaf, Habso, Bigoa, Julissa, Hota o Negzzia hay millones de mujeres en el mundo que han tenido que huir de sus lugares de origen para buscar una vida mejor. Sin embargo, esa búsqueda no se reduce a vender pertenencias, montarse en un avión y buscar trabajo en tierras nuevas. Esa búsqueda se hace compleja porque sus derechos humanos no están garantizados. Sin embargo, a pesar de la huida y sus condiciones estas mujeres han sabido sortear las adversidades afirmando su valía y con ello el respeto de sus derechos.
Dice Maya Ghazal, exrefugiada siria y estudiante de Ingeniería de Aviación en Reino Unido, que los refugiados son iguales a cualquier otro ser humano. La única diferencia es que han perdido su hogar y han sido forzados a huir de ellos. Cuenta que la guerra en Siria la dejó sin esperanzas, pues al comenzar una nueva vida en otro país se vio estigmatizada por ser mujer, árabe, musulmana y refugiada. No obstante nada de esto la acobardó, al contrario tiene nuevas metas con las que pretende romper estereotipos siendo la primer piloto de avión de nacionalidad siria, una profesión donde las mujeres solo representan un 5%.
“No me digas que no puedo hacer algo, porque soy una chica”, comenta Maya. Las historias de estas mujeres muestran que el ser mujer no significa ser débil ni vulnerable. Al contrario, demuestran que la determinación con un poco de buena estrella y voluntad de los gobiernos se pueden formar seres humanos libres, autónomos e independientes sin importar género, raza, religión o condición.
La guerra en Siria la dejó sin esperanzas, pues al comenzar una nueva vida en otro país se vio estigmatizada por ser mujer, árabe, musulmana y refugiada. No obstante nada de esto la acobardó