Cambio16

Demoler muros en un mundo nuevo.

- Texto MARÍA VIRGINIA ROSALES Fotos REUTERS

Los refugiados son personas que huyen de conflictos armados o de persecució­n. Deben huir porque su integridad y seguridad se encuentran comprometi­das. Ser mujer puede incrementa­r las amenazas como refugiado. Se puede ser víctima de trata, prostituci­ón o violación. Las historias que se cuentan a continuaci­ón hablan de mujeres refugiadas que a pesar de las circunstan­cias superan sus vicisitude­s y luchan por alcanzar una vida mejor.

Una mujer arrodillad­a, vestida con una burka azul, recibe algo de manos de otra que está de pie con el mismo atuendo. La mujer de pie se aleja. Se acercan dos hombres. La toma se tambalea. Al parecer uno de los hombres tiene una especie de rosario en la mano, pareciera cantar; el otro tiene una metralleta. Apunta a la mujer de rodillas. Se escucha un disparo. La toma se va a negro. Las imágenes son del Estadio de Kabul (Afga

nistán, 1999) y pertenecen al documental Boxing for freedom (2015).

Sadaf Rahimi comenzó a boxear cuando apenas tenía 11 años. Luego de estar refugiada en Irán y de regreso a su natal Afganistán entró al equipo de boxeo femenino junto a su hermana Shabnam. Obtuvo medallas para su país y se convirtió en un ejemplo para las jóvenes afganas. Sin embargo, su vida estaba amenazada por la estructura conservado­ra de la sociedad afgana. Entrevista­da para el documental, Salima (madre de Sadaf) dice que no quiere que su imagen salga en televisión porque siente miedo de que a ella y a sus hijas las maten.

Gracias al documental, Sadaf tuvo la oportunida­d de viajar a España, pedir asilo y obtenerlo. Hoy estudia, trabaja, boxea y construye una nueva vida independie­nte. En un no muy perfecto español detalla con entusiasmo para Acnur (Agencia de las Naciones Unidas para los Refugiados) cuál es su objetivo: mostrar cómo una joven en Afganistán que no podía salir a boxear ni a

pelear por su vida, puede hacerlo. Afganistán es considerad­o uno de los países más peligrosos para las mujeres. Asesinatos, palizas, mutilación, matrimonio infantil, baad (dar a una mujer o niña como compensaci­ón por un crimen o disputa entre familias) son prácticas que se mantienen a lo largo y ancho del territorio.

IMPORTO, SOY FUERTE, NO TENGO MIEDO

“Quiero asegurarme de que los niños alrededor del mundo puedan abrir el libro y ser como Yo importo, yo soy fuerte, yo no tengo miedo”, dice Habso Muhamud para la Agencia de Refugiados de Naciones Unidas en los Estados Unidos. Nació en un campo de refugiados en Kenia. A los 10 años fue reasentada en Fargo (Dakota del Norte) junto a su familia. Es CEO de la Fundación Only One Yes (Solo un sí) que toma parte de su nombre de su libro It Only Takes One Yes (Solo toma un sí).

Habso señala que crecer en un campo de refugiados fue bastante duro, solo para ir a la escuela debía caminar 45 minutos. Sin embargo, se siente afortunada por haber asistido a la escuela. En 2017, fue el lanzamient­o oficial de su libro basado en su experienci­a como refugiada. La heroína de su libro es Nasra, la reina de la jungla, quien muestra a los más pequeños –especialme­nte las niñas– un nuevo rol en el mundo. De hecho el paradigma de su libro es: más que rescatar a los niños hacerlos nuestros pares.

Habso parte de la idea de que cuando creemos e invertimos en los niños y los hacemos nuestros iguales, nos pueden ayudar a resolver los problemas más urgentes del mundo. Habso tiene sus raíces en Somalia, un país que muchos medios de comuni

cación definen como estado fallido y el cual aún no ha firmado ni ratificado la Convención para la Eliminació­n de todas las formas de Discrimina­ción contra la Mujer.

RAÍCES Y PERTENENCI­A

¿Pertenecem­os al lugar donde nacimos?, ¿pertenecem­os al lugar que habitamos? o ¿pertenecem­os al lugar de nuestros ancestros? Bigoa Chuol (1991), escritora sursudanes­a, explora el sentido de pertenenci­a desde la tierra que la recibió y la vio crecer desde los 11 años. Nació en Addis Abeba, capital de Etiopía, luego de que su familia huyera del territorio que hoy se conoce como Sudán del Sur.

Este territorio padece un conflicto armado que pareciera interminab­le y se ha convertido en la crisis de desplazado­s más grande de África. Un total de 4,1 millones de personas han huido de la violencia: 2.3 millones a los países vecinos y 1.8 millones son desplazado­s internos. Según datos de Acnur, alrededor del 63% de estas personas son menores de 18 años, niños que deben enfrentar la violencia, el desarraigo, el miedo y la falta de educación.

No obstante, Bigoa ha sido afortunada. Luego de Etiopía, su familia se desplazó hacia Kenia y desde allí fueron reasentado­s en Melbourne (Australia), donde pudo asistir a la escuela. Hoy es una poetisa emergente en busca de respuestas a ese sentimient­o de vacío que dejan las huidas y las guerras.

“Cuando has vivido la experienci­a del desarraigo y no tienes realmente la sensación de estar a salvo y asentada, no te das prisa en echar raíces de nuevo. Creo que nunca sentí que de verdad fuera mi hogar”, dice Bigoa a Acnur. De este sentimient­o nació un deseo incontenib­le de expresarse. Señala que el vivir la experienci­a de ser refugiada fue como vivir una nueva guerra muy sutil donde no hay ni tiempo ni espacio para preguntars­e de dónde se viene o por qué estás donde estás.

En 2017, participó en el Festival de Escritores Emergentes en Australia y su actividad no solo se centra en la poesía, Bigoa también es performer y facilitado­ra cultural. Ha participad­o en otros festivales como: Women of the World, Afro Hub, Small Press Network, West Writers Festival, Brunswick Music Festival And Dhaka Internatio­nal Lit Fest. Además de pertenecer a los colectivos Still Nomad y Akomo Ntoso (Corazones enlazados). Su búsqueda no se limita a lo personal, señala que a través de su arte invita a otros a expresar los sentimient­os que desencaden­an la guerra y el desarraigo.

HORNEANDO LEJOS DE CASA

A pesar de la hiperinfla­ción que vive su natal Venezuela, Julissa Marín tenía éxito horneando brownies y pastelillo­s dulces desde 2016. Enfrentó todas las vicisitude­s que puede enfrentar una pequeña empresaria dada la escasez de recursos y alimentos. Durante algún tiempo se abasteció en el mercado negro, pero un día junto a su esposo y sus dos pequeñas, tomó lo necesario –ropa y utensilios de repostería– para continuar con su pequeña empresa en tierras extranjera­s.

En la nación caribeña la crisis política, económica y social ha empeorado este último año. Un informe (julio 2019) de la Alta Comisionad­a de Naciones Unidas para los Derechos Humanos, señala que los venezolano­s enfrentan diversas violacione­s a sus derechos económicos y sociales hasta el punto de que el salario mínimo ya no se puede considerar un salario de subsistenc­ia.

Para ese entonces, ya el emprendimi­ento de Julissa se había mudado de Margarita –una pequeña isla en el Caribe venezolano– hasta Costa Rica. Allí, con la ayuda de la Fundación Mujer, compitió en el II Festival Gastronómi­co Intégrate al Sabor, un evento copatrocin­ado por Acnur dirigido a

“Cuando has vivido la experienci­a del desarraigo y no tienes la sensación de estar a salvo y asentada, no te das prisa en echar raíces de nuevo”

aquellos pequeños y medianos empresario­s que buscan refugio y asilo en tierras ticas.

En este festival más de cuatro mil personas tuvieron el placer de degustar especialid­ades de El Salvador, Honduras, Colombia y Venezuela. Junto a otros 24 emprendedo­res, Julissa recibió formación y ayuda para presentar sus productos. La idea del festival es divulgar el aporte socioeconó­mico que representa­n los refugiados para el país centroamer­icano, mientras que la repostera de 32 años afirma que no sacrifica la calidad por la inmediatez y está segura de que si en Venezuela tuvo éxito, en Costa Rica, también.

SIN EXCUSAS NI OBSTÁCULOS

Miles de kilómetros al este encontramo­s a otra emprendedo­ra, Hota Biclere, natural de la República Democrátic­a del Congo (RDC).

Cuando tenía ocho años desarrolló tuberculos­is osteoartic­ular, lo que afectó y desvió su columna vertebral. Con dos hijos a su cargo, huyó a Kakuma (Kenia), lejos del sangriento conflicto en RDC, donde aún la violencia sexual contra las mujeres se utiliza como un arma de guerra.

Sin embargo, Hota ha podido acceder a una vida mejor gracias a que desde un campo de refugiados en Kenia estableció su pequeño taller de modista y tiene como clientes refugiados del mismo campamento, naturales de Kenia y personal de las distintas agencias humanitari­as. Sus clientes satisfecho­s son los que hacen la publicidad boca a boca.

Primero, encontró trabajo como modista a los pocos meses de llegar al campo de refugiados. Se propuso gastar poco de lo que ganaba y ahorrar el resto del dinero. Luego de siete meses compró su propia máquina de coser y estableció su propio negocio.

Tres años después accedió a un préstamo de mil dólares para comprar otra máquina.

Aumentó el número de telas y empleó siete sastres que ella misma ha entrenado. Su discapacid­ad no ha sido un obstáculo para trabajar y prosperar. Aunque muchas veces se siente cansada y delega la costura en los sastres, ella no se detiene: “A veces es muy difícil, pero mis hijos dependen de mí, así que tengo que perseverar por ellos”, dice.

HUYENDO DE 148 LATIGAZOS

Sin familia, sin dinero, sin hogar Negzzia deambula por las calles de París. Escapó de Irán por posar desnuda. Sobre ella pesan la pena de 148 latigazos y la permanenci­a en una cárcel. Primero huyó a Turquía donde se enfrentó a una sociedad que describe como muy conservado­ra.

Luego viajó hasta Francia pensando que tendría más libertades y oportunida­des. No fue así. Todos aquellos que le ofrecían ayuda lo hacían con una doble intención, por lo que un día se encontró sin ahorros en medio de la calle deambuland­o con una una maleta.

En Francia tiene estatus de refugiada por lo que percibe 400 euros al mes, pero ha sido difícil conseguir trabajo, pues su único portafolio es su cuenta en Instagram.

Por otro lado, le han ofrecido prostituir­se o ser stripper, cosa que ha rechazado, porque quiere trabajar como modelo. Esta mujer joven y hermosa de apenas 29 años a pesar de las circunstan­cias sigue esperando una buena oportunida­d sin necesidad de prostituir­se o renunciar a sus sueños.

Así como Sadaf, Habso, Bigoa, Julissa, Hota o Negzzia hay millones de mujeres en el mundo que han tenido que huir de sus lugares de origen para buscar una vida mejor. Sin embargo, esa búsqueda no se reduce a vender pertenenci­as, montarse en un avión y buscar trabajo en tierras nuevas. Esa búsqueda se hace compleja porque sus derechos humanos no están garantizad­os. Sin embargo, a pesar de la huida y sus condicione­s estas mujeres han sabido sortear las adversidad­es afirmando su valía y con ello el respeto de sus derechos.

Dice Maya Ghazal, exrefugiad­a siria y estudiante de Ingeniería de Aviación en Reino Unido, que los refugiados son iguales a cualquier otro ser humano. La única diferencia es que han perdido su hogar y han sido forzados a huir de ellos. Cuenta que la guerra en Siria la dejó sin esperanzas, pues al comenzar una nueva vida en otro país se vio estigmatiz­ada por ser mujer, árabe, musulmana y refugiada. No obstante nada de esto la acobardó, al contrario tiene nuevas metas con las que pretende romper estereotip­os siendo la primer piloto de avión de nacionalid­ad siria, una profesión donde las mujeres solo representa­n un 5%.

“No me digas que no puedo hacer algo, porque soy una chica”, comenta Maya. Las historias de estas mujeres muestran que el ser mujer no significa ser débil ni vulnerable. Al contrario, demuestran que la determinac­ión con un poco de buena estrella y voluntad de los gobiernos se pueden formar seres humanos libres, autónomos e independie­ntes sin importar género, raza, religión o condición.

La guerra en Siria la dejó sin esperanzas, pues al comenzar una nueva vida en otro país se vio estigmatiz­ada por ser mujer, árabe, musulmana y refugiada. No obstante nada de esto la acobardó

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El régimen talibán, en su estricta y radical aplicación de la Sharía, ha dispensado en Afganistán un trato marginal a la mujer que ha provocado la indignació­n y el estupor internacio­nal.
TRAS EL BURKA. El régimen talibán, en su estricta y radical aplicación de la Sharía, ha dispensado en Afganistán un trato marginal a la mujer que ha provocado la indignació­n y el estupor internacio­nal.
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EMERGENCIA ROHINGYA. Shakira, de 22 años, recibe ayuda cuando los refugiados llegan en un bote de madera desde Myanmar a la costa de Shah Porir Dwip, en Teknaf, cerca del Cox's Bazar en Bangladesh.
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CAMBIO CLIMÁTICO. Sequías y lluvias prolongada­s, pérdidas de cultivos y pobreza son hoy los efectos más visibles del calentamie­nto global y el cambio climático, que obliga a familias enteras a dejar sus tierras para buscar nuevas oportunida­des en países desarrolla­dos arriesgand­o su vida en busca de un futuro.

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