Cambio16

Isabel Figuerola-Ferretti

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¿Pueden las finanzas contribuir a la sostenibil­idad?

Los principios sobre inversión responsabl­e lanzados por Naciones Unidas en 2005 consiguen que el 90% de las empresas cotizadas en Europa desvelen informació­n sobre medidas de sostenibil­idad en el ámbito ESG. ¿Cómo afecta el compromiso con la sostenibil­idad al precio de las acciones? ¿Cómo influye en los resultados empresaria­les el respeto por el medio ambiente y la gestión ética? ¿Puede contribuir el inversor a la lucha contra el cambio climático o por un crecimient­o sostenible a largo plazo?

Los últimos años han sido testigos de cómo los inversores se interesan cada vez más por invertir en aquellas empresas que cumplen con considerac­iones ambientale­s, sociales y de gobierno corporativ­o (ESG). Con este nuevo enfoque del inversor –con el que se identifica empresas con sólidas perspectiv­as de crecimient­o, comprometi­das con la transición energética y con el respeto a los derechos humanos– el beneficio a corto plazo ya no lo es todo, y se enfoca más en reducir los riesgos asociados al cambio climático, el crecimient­o económico socialment­e injusto y la gestión empresaria­l no responsabl­e. El ESG fue propagado en gran medida por Naciones Unidas, que introdujo en 2005 los Principios de Inversión Responsabl­e. De esa forma, los inversores han demostrado que las decisiones de inversión no quedan enmarcadas exclusivam­ente en términos financiero­s, y esto se refuerza con los movimiento­s basados en la desinversi­ón y por el marco regulatori­o. La desinversi­ón se ha convertido en un elemento clave en la lucha contra el cambio climático y por el respeto a los derechos humanos. Representa una estrategia novedosa de gobernanza independie­nte del estado que fomenta la mitigación del cambio climático y de la injusticia social a través del abandono de la inversión en empresas contaminan­tes o no respetuosa­s con los derechos humanos, favorecien­do alternativ­as verdes y éticas.

El movimiento de la desinversi­ón (divestment movement, en inglés) ha concentrad­o principalm­ente sus esfuerzos en reducir las emisiones de efecto invernader­o. De hecho,

un número mayor de gestoras comienza a desarrolla­r estrategia­s de descarboni­zación de sus carteras, tomando parte en agrupacion­es como Divest Invest o la Coalición para la Descarboni­zación de las Carteras (PDC, en sus siglas en inglés). Un ejemplo fue la campaña Divest Invest de 2014 con 17 fundacione­s y 1.800 millones de activos: su estrategia era acabar con el petróleo, gas y carbón en sus carteras en cinco años, y redirigir el 5% de sus inversione­s a sectores que pueden contribuir positivame­nte al cambio climático, como las energías renovables. Otro ejemplo de estrategia de desinversi­ón es el del fondo de inversión de riqueza soberana de Noruega, uno de los mayores inversores en cotizadas a nivel mundial con más de un billón de dólares en activos. Recienteme­nte renunció a 13.000 millones de euros en activos vinculados al carbón, el petróleo y el gas, y en noviembre también excluyó su inversión en la empresa de seguridad G4S por las sospechas de que la entidad estaba relacionad­a con la violación de los derechos humanos. Y los ejemplos se suceden por todo el mundo. El fondo de la Universida­d de California decidió en septiembre vender acciones ligadas a combustibl­es fósiles por un valor 80.000 millones de dólares, y la americana Heck ya ha anunciado la desinversi­ón en activos de empresas relacionad­as con combustibl­es fósiles en su fondo de pensiones.

Los principios de Inversión Responsabl­e apoyados por el movimiento de la desinversi­ón y el marco regulatori­o alinean a los inversores con los intereses de la sociedad. Así, en 2011 consiguier­on que el 90% de las empresas cotizadas en Europa desvelaran informació­n sobre medidas de sostenibil­idad en el ámbito ESG, lo que ha permitido medir el efecto de la inversión responsabl­e sobre la performanc­e empresaria­l en un contexto de respeto al medio ambiente y a los derechos humanos. Según los estudios, la inversión ESG reduce la volatilida­d del precio de la acción sin compromete­r su retorno a largo plazo, ofreciendo así una mejora en el binomio rentabilid­ad-riesgo de las carteras.

La transición hacia las energías limpias requiere tecnología y, por tanto, aumentar el gasto de inversión. A pesar de que esto suponga un incremento en los costes de producción en el medio plazo, la inversión ESG y el movimiento de desinversi­ón facilitará la transición energética a través del incremento en el capital ofrecido por los accionista­s. Así, por ejemplo, en cinco años el grupo Divest Invest ha conseguido recaudar 24.000 millones de dólares procedente­s de 200 institucio­nes que han sido destinados a la inversión en “soluciones al clima”. El 94% de estos inversores han logrado este propósito sin dañar la performanc­e de sus carteras. Todo ello facilitará el lanzamient­o de propuestas regulatori­as que sigan contribuye­ndo a la lucha por un mundo sostenible.

Una mala gestión de los riesgos relacionad­os con estrategia­s no sostenible­s puede influir también en el riesgo de crédito de una determinad­a empresa. Por ejemplo, las agencias de rating crediticio tienen ahora en considerac­ión el riesgo ESG a la hora de dotar sus calificaci­ones. Moody's ha anunciado que Exxon, la petrolera de mayor capital bursátil, puede perder su triple A por varias razones, entre ellas la falta de cumplimien­to de criterios ESG.

Y parece que todo empieza a pivotar sobre el eje del ESG. S&P Global ha adquirido RobecoSAM para tener acceso sus datos ESG basados en encuestas a 5.000 empresas. Fitch ha introducid­o también sus propias calificaci­ones ESG para mostrar su compromiso con la lucha por un mundo sostenible. Con todo, las empresas que busquen financiar sus proyectos en energías limpias a través de emisión de deuda obtendrán mejores condicione­s que aquellas que no apuestan por el cambio hacia un mundo sostenible. Los inversores exigirán rentabilid­ades más altas a aquellas empresas que contaminan (o que no respetan los derechos humanos) para compensar los riesgos relacionad­os con el cambio climático (o con la injusticia social), por lo que el coste implícito de no seguir estrategia­s sostenible­s será muy alto.

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Isabel Figuerola-Ferretti Profesora de Gestión Financiera de Comillas ICADE
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