Carta del director
¡Dejen de pelear y pónganse a trabajar!
La gran enseñanza que nos ha llegado del conjunto de la sociedad es que de esta doble crisis que atravesamos, la de la pandemia y la económica, la gran mayoría está a la altura de las circunstancias. No podemos decir lo mismo de nuestra clase política. El penoso y decepcionante espectáculo que nos han ofrecido sus señorías desde los escaños del Parlamento refleja el deplorable ambiente, tenso y bronco, que no se puede justificar y menos frente a la inmensidad de los problemas que se nos vienen encima. Este clima de enfrentamiento continuo y envenenado no es nuevo. Proviene de la moción de censura ganada hace dos años por Pedro Sánchez. Y se volvió a tensar con las distintas elecciones que vivimos el año pasado, que se ha agudizado con la configuración del Gobierno de coalición PSOE y Unidas Podemos. La crisis de la COVID-19 ha echado más leña al fuego porque desde la oposición se sigue sin digerir los resultados electorales y, sobre todo, el haber perdido el poder.
La debilidad y la precariedad del Ejecutivo, que ha quedado de nuevo patente con la pugna abierta entre ministros sobre la reforma laboral, no presagia buenos augurios para un Gobierno que lleva solo cuatro meses dirigiendo el país. Sin embargo, no es el momento de peleas sin sentidos ni de jugar a la ruleta rusa. Al Gobierno le corresponde gobernar y a la oposición abandonar las trincheras para arrimar el hombro.
Nadie discute, ni el propio Pedro Sánchez, que se han cometido errores, como los ha habido en la mayoría de los países afectados por el maldito virus. Llegará el momento de rendir cuentas, pero no solamente desde el mando único sino también desde las comunidades autonómas, que se han visto implicadas por los efectos de la pandemia.
La prioridad, cuando hemos abordado la desescalada, es la coordinación, la colaboración transparente y la cogobernanza con las CCAA y ayuntamientos para evitar cualquier rebrote que seria catastrófico. También va a depender de cada uno de nosotros, de nuestro comportamiento y solidaridad porque el virus sigue aquí y no parece que vaya a desaparecer hasta que logremos la vacuna. Es el momento de remangarse, de dejar de lado intereses partidistas, y diría que ideológicos, para sumar en la inmensa tarea que nos espera: la reconstrucción del país. Nos debemos oponer a la política de improvisación. No hay tiempo para la división ni el enfrentamiento, estériles y contraproducentes.
El via crucis que nos espera va a ser largo y con nefastas consecuencias. No puede ser que el debate político sea exclusivamente el de la desescalada, en el que cada uno mira más por su interés particular. El debate se debe centrar en abordar la recuperación; en cómo afrontar y relanzar toda nuestro aparato productivo, cómo reactivar nuestras empresas, proteger el empleo y relanzar el turismo.
Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid, no puede convertir la capital de España en la continua maltratada, en el ombligo del país. Debería mitigar su protagonismo y tomar buena nota de su homólogo en el Ayuntamiento José Luis Martínez-Almeida, que ha logrado reunir con la contribución de la oposición a todos los grupos municipales en un solo grupo para mostrar la colaboración necesaria. Este mensaje sí que es alentador, esperanzador e inusual en la política española.
Es necesario un cambio radical en los posicionamientos políticos. El presidente Pedro Sánchez, que ha asumido el mando contra la pandemia, debería mitigar las trifulcas internas de su Gobierno así como su precariedad, reforzando sus alianzas y abriéndose al dialogo y acuerdo para conseguir mayores apoyos.
A Pablo Casado le convendría centrarse y jugar el papel que le corresponde como jefe de la oposición. Sus continuos y abruptos ataques al jefe del Gobierno aportan bien poco al debate y a las soluciones que se reclaman. Aunque su objetivo sea quizás que caiga el Gobierno, este cálculo arriesgado del PP puede ser erróneo. Así lo ha afirmado la actual lideresa de Ciudadanos, Inés Arrimadas, que cree que “una oposición frontal refuerza al Gobierno”
La critica y la oposición son necesarias, pero han de ser, también, para contribuir y colaborar. Tienen el derecho a protestar y hasta a manifestarse si lo hacen en los términos decretados por el estado de alarma. Estoy convencido, no obstante, de que la ciudadanía hace tiempo que ha apostado más por los aplausos que por las caceroladas o los desfiles de coches abanderados.
Ahora bien, pongámonos como nos pongamos los árboles no nos pueden ocultar el bosque. La cruda realidad ya está aquí y nos vamos a enfrentar a una recesión colosal, cuyas consecuencias son todavía desconocidas, pero que va a afectar no solamente al tejido industrial y empresarial, sino sobre todo a las capas socioeconómicas más sensibles y vulnerables. Frente a la caída prevista de mas de 10% del PIB y una tasa de paro que puede alcanzar el 20%, son imprescindibles medidas y grandes acuerdos que se conviertan en pactos de Estado para varias legislaturas. El cortoplacismo, tacticista y miope, nunca ha llevado a buen puerto.
Nuestra atención máxima también se centra en Europa, donde la Unión Europea encara la difícil y complicada batalla que se va a librar en el Consejo de Europa para definir y aprobar el plan de reconstrucción y los fondos de recuperación. El rechazo de los países del norte a la propuesta franco-alemana complica la iniciativa de consenso de la Comisión. Pero como siempre habrá que esperar a la última reunión, al último minuto para que se plasme un acuerdo satisfactorio que será vital para todos y, sobre todo, para los países más afectados como Francia, Italia o España. Ojalá este seguro europeo frente a la incertidumbre sirva, a su vez, para relanzar el Pacto Verde y la nueva revolución tecnológica.