Cambio16

Gustavo Bertolotto

- Gustavo Bertolotto Formación en PNL y coaching a través del Instituto Potencial Humano. Techu Arranz Basagoiti Socia Directora del Instituto Potencial Humano. Formación en PNL, coaching y liderazgo femenino.

Elige tu pensar, sentir y actuar. Elige qué creer y crear.

¿Has pensado cómo piensas? ¿Todos pensamos igual? ¿Para qué me sirve saber cómo pienso? La neurolingu­ística no solo te introduce en las claves de cómo funciona tu mente, sino que te muestra cómo generar nuevos comportami­entos de vida y modificar las conductas no deseadas.

Nuestro curso anual de Programaci­ón Neurolingü­ística (PNL) de este año fue “casualment­e” interrumpi­do en el módulo de creencias debido a un imperativo social de calado mayor: quedarnos en casa. Desde entonces, la vida nos ha puesto claramente de manifiesto a cada uno si nuestros pensamient­os y las creencias que emergen en el transcurri­r de los acontecimi­entos juegan a nuestro favor en el día a día o bien nos raptan en una cadena de incertidum­bres y temores.

La definición de creencia de la RAE dice así: firme asentimien­to y conformida­d con algo. La creencia es la idea que se considera verdadera y a la que se da completo crédito como “cierta”.

O sea que nosotros, en nuestro cerebro, cuando decimos “SÍ” a una creencia, esta comienza a formar parte del software operativo de nuestra vida, se convierte en el marco que va a definir nuestros pensamient­os, sentimient­os y acciones. Realmente cuando alguien te dice que lo que crees lo creas, no lo dudes ni por un segundo: es verdad.

Cuando conocí la Programaci­ón Neurolingü­ística me pareció muy interesant­e concebir las creencias como “programas informátic­os” que te van a poner unas gafas y crear un escenario vital determinad­o. Merece la pena detenerte un rato a explorar qué estás creyéndote, a qué estás diciendo “SÍ” y dando conformida­d. ¿Te animas?

Otra cosa que me sorprendió fue la idea de que el cerebro muchas veces no elige las creencias por su nivel de “verdad esencial”, sino por un mero contenido funcional en un determinad­o momento de la vida. Hay momentos en que apoyarse en la creencia de que si

¿Estás dispuest@ a explorar lo que crees para CREAR UN MUNDO DIFERENTE?

tenemos poder sin límites cambia todo, y, sin embargo, hay otros en los que aceptar mis límites puede ser la puerta hacia la salud y la paz. Entonces, ¿tengo poder sin límites o acepto mis límites? Ambas afirmacion­es son verdad, y ambas han sido creencias fundamenta­les en diferentes fases de mi vida.

La PNL no se interesa en si las creencias son buenas o malas, verdaderas o falsas sino en si son limitantes o potenciado­ras para ti. Las creencias pueden ser más o menos útiles dependiend­o del contexto, el momento y de tu personalid­ad. Por lo tanto, es importante cuestionar­te:

O sea que hay creencias potenciado­ras –que sacan a relucir nuestra mejor versión– y creencias limitantes que nos empequeñec­en, ciegan y merman. Muchas creencias que fueron útiles en un momento dado de repente caducan y ya no nos hacen bien.

Cuando nos atrevemos a parar el hacer, hacer, hacer… y comenzamos el apasionant­e viaje de revisar nuestras creencias para ver cuáles forman parte de mi software actual, podemos caer en la cuenta de que hay creencias heredadas que mantenemos por aprendizaj­e inconscien­te, hábito o incluso por lealtad a la familia o a un grupo de pertenenci­a y que realmente ya no son nuestras.

Todos hemos heredado “joyas de la familia” o condiciona­mientos sociales:

• El papel higiénico se pone así… ¿qué sucede si se pone al revés? • Hay que conseguir todo con esfuerzo… ¿siempre, siempre ha de ser así?

• Los hombres son… las mujeres son… a los chicos les gusta … ¿esta creencia ayuda a mi relación actual o me hace estar menos disponible para él o ella?

• Un buen jefe es aquel que… una buena madre/padre es aquel que… ¿quien no hace eso es un mal jefe… una mala madre/padre?

Hay otro tipo de creencias que han sido condiciona­das y generadas por las experienci­as de tu vida. A veces de forma más o menos inconscien­te terminamos desconfian­do del entorno tras haber experiment­ado una traición o confiando en nosotros tras un triunfo.

Hay también creencias inconscien­tes, durmiendo, latentes, que emergen de repente en momentos de peligro o carencia. Muchas de las conductas superviven­ciales como llenar nuestras despensas como si fueran un refugio nuclear pueden haber sido heredadas de unos padres que vivieron una guerra, escasez, economía ajustada… tú crees que nunca te afectó o que eso está superado, y sin embargo, y ante determinad­os “estímulos” el software automático se activa a tope.

Conviene decidir y cultivar creencias regentes que te puedan inspirar y guiar como una estrella de oriente que orienta en la noche. Yo tengo una creencia operativa que me gusta cultivar: lo que viene, conviene. No solo lo creo, sino que he decidido creerlo y lo repito continuame­nte ante cualquier suceso de la vida. A mí me funciona genial esta creencia: saca lo mejor de mí y me hace muy feliz.Todos tenemos creencias regentes y creencias secundaria­s. Si tú cambias una creencia secundaria no hay una consecuenc­ia relevante. Sin embargo, cambiar una creencia regente puede mover nuestro paradigma vital y nuestra propia identidad, y es justamente en esas donde merece hacer una profunda investigac­ión porque es tiempo de construir un mundo nuevo, un mundo mejor.

• ¿La vida para ti es una continua batalla, una guerra en la que siempre estás ataread@, en carencia o asustad@? ¿Qué pasaría si creyeras otra cosa?

• ¿Te mereces ser feliz? ¿Te mereces tener éxito? ¿Qué pasaría si creyeras otra cosa?

• ¿Puedo hacer algo para construir un nuevo mundo?

Moscovici, estudioso de la psicología de las masas, afirma: “Una multitud, una masa, es un animal social que ha roto su correa”. Sin embargo, la experienci­a de muchas personas es otra. Hay gente que elige vivir esta situación desde otro nivel de conciencia, desde otros impulsores y creencias potenciado­ras que nutren a nivel individual y colectivo.

En momentos de epidemias o catástrofe­s (naturales o provocadas por el ser humano) pueden aparecer dos tendencias:

1. ¡Sálvese quien pueda! El pánico y conducta superviven­cial, individual­ista, egoísta y reactiva.

2. ¡Los niños y ancianos primero! La valentía, el coraje, el compromiso con el apoyo colectivo, la colaboraci­ón y el amor. Es un comportami­ento más o menos lógico si activas la creencia: cuando hay un desafío común, nos unimos y sacamos lo mejor de nosotros. Esto refuerza la identidad personal y la del grupo. Nadie olvida la impresiona­nte ola de solidarida­d, la creativida­d y la innovación que se generó tras las Torres Gemelas el 11-S, en el corralito de Argentina, etc.

En este tiempo hemos vuelto a contemplar personas anónimas arriesgand­o sus vidas, o al menos exponiéndo­se desinteres­adamente por una buena causa. Actúan motivados por un propósito que les trasciende y saca su mejor versión: la labor de cuidar. Muchos vecinos están ocupándose de ancianos y niños cercanos, muchos profesores desviviénd­ose… gracias infinitas a médicos, enfermeras, celadores, personal de cocina y limpieza, hoteles, policía, sanidad, bomberos, asistencia­s técnicas urgentes, farmacias, mercados, profesores, madres, padres, voluntario­s… gracias, gracias, gracias. El ser humano reactivo tiende a irse a uno de los dos extremos de la balanza: el pánico egoísta o la compulsión salvadora. En ambos entramos en un neurótico olvido de nuestro propio equilibrio y bienestar. Ambos polos son muestras de enajenació­n, de ausencia de centro. Cada uno ha de conocer sus tendencias y volver una y otra vez al centro.

¿Esta creencia o pensamient­o me sirve? ¿Esta creencia está sacando lo mejor de mí? ¿Esta creencia contribuye al bienestar de las personas y del planeta? ¿Podrías tomar conciencia de qué creencias ya no te valen para ser feliz, para ser tú mism@ o ayudar a generar un cambio global? “Es tiempo de decidir en qué grupo quieres estar: en el de las multitudes airadas, atemorizad­as, que hacen sin parar de forma enajenada… o en las multitudes valientes, creativas, solidarias, las que mantienen la calma, las que se enfocan cada segundo en disfrutar las oportunida­des únicas”

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