Cambio16

"Soy lluvia", tres momentos en la vida de Tony Kaye

- Correspons­al internacio­nal NURIA MORGADO

Escribir sobre Tony Kaye supone todo un reto. ¿Por qué? Bien es cierto que posiblemen­te sea uno de los directores comerciale­s más brillantes de las últimas décadas, galardonad­o director de cine, documental­es, publicidad y videos musicales. Por ejemplo, Tony Kaye ha sido nominado a seis premios Grammy como director de videos musicales para artistas como Soul Asylum, Red Hot Chili Peppers, Roger Waters y Johnny Cash. Como director de publicidad, desarrolló un estilo vanguardis­ta, atrevido y renovador, con lúcidos, sugestivos e ingeniosos comerciale­s también premiados. Como director de películas, debutó en 1998 con el largometra­je American History X, un poderoso drama sobre un racista redimido. Y se puede afirmar que toda la labor de Tony Kaye apunta hacia un compromiso con lo que nos hace humanos, con visiones creativas sin filtro, honestas, en carne viva, mostrando su faceta más intensa, desgarrado­ra, violenta, absurda y oscura, pero siempre dejando paso a la luz, para poder seguir creando. También es cierto que es un poco l’enfant terrible de Hollywood, habiéndose ganado una reputación que lo define como alguien difícil y excéntrico. Todo ello es verdad. Pero Tony Kaye pertenece a una estirpe única, de singular alcurnia, un artista fuera de la ley que asalta el statu quo y lo rechaza, que lucha siempre contra los obstáculos, que ha sido golpeado, pero nunca destruido, y que siempre está listo para volver a levantarse una y otra vez. Tony está siempre dispuesto a hacer algo nuevo y ser auténtico. Y así nos lo hizo saber en la parte de atrás de la conocida sala de conciertos Troubadour, en West Hollywood, Los Ángeles, en donde compartió con nosotros algo muy genuino y especial que se había estado gestando durante los dos días previos.

El primer día, la sesión de fotos en su estudio fue algo un tanto inusual para el fotógrafo que narra esta historia con las imágenes. Hacía falta desarrolla­r la confianza necesaria para que se diera la conexión que se deriva en chispas de vida, creativas y espontánea­s, que pueden ser capturadas por la cámara. Tony no iba a cooperar del todo. Pero ofreció su tiempo para dejarse fotografia­r estoicamen­te tras la pantalla de su ordenador en un espacio altamente cargado de energía creativa. Guitarras, cuadros, pinturas, dibujos, caricatura­s de sí mismo, arte por todas partes, en el suelo, en las paredes, en las mesas, en las sillas, en el techo. Hope is not a dream (La esperanza no es un sueño), se lee en uno de sus cuadros. Entrar en

su estudio era como entrar en la mente y el corazón de un niño. Había que res petarlo. Pero su actitud no ayudaba a que la magia sucediera. Surgió la cuestión para el fotógrafo de si podía o no encontrar un espacio en ese entorno para poder establecer una relación equilibrad­a con Tony en el momento en que se produjera el acto creativo. Cuanto mayor el equilibrio, mayor el efecto en otros. No obstante, la primera sesión terminó abruptamen­te y el material obtenido no convenció del todo a su autor. Pero la segunda oportunida­d para seguir explorando la meta del equilibrio se dio al día siguiente. No podía ser de otra manera, ya que el viaje había empezado bajo el auspicio de una mutua confianza. Al día siguiente, una llamada de Tony Kaye invitó al fotógrafo a un evento relacionad­o con un concurso de música que iba a tener lugar esa misma noche en el Troubadour. Tony Kaye era uno de los concursant­es e iba a ser entrevista­do para un programa de televisión. Quizás el fotógrafo estuviera interesado en compartir esos momentos. Quizás se diera entonces el instante inefable que es necesario capturar. O quizás nada se diera. Pero había que habitar la oportunida­d para dar paso al proceso creativo. Además, eran parte ya del mismo viaje guiados por una misma energía hacia una misma meta: la de estar en el lugar y en el instante justo cuando lo sublime sobreviene. Pero lo esperado no se manifestó y el evento se pospuso para el día siguiente. Tenía que haber un tercer acto que iba a resultar en algo especial, ya no cabía la menor duda.

Con la esperanza y la confianza necesarias en estas circunstan­cias, el tercer encuentro comenzó en donde terminó el segundo. Tony Kaye se mostró amable y atento mientras el momento se hacía esperar: varias horas perseveran­do en una noche fresca, aunque sin sombras de duda. Tarde o temprano iba a suceder. Y así fue: la entrevista tuvo lugar y Tony Kaye invitó al fotógrafo a ser parte del escenario creado para esa situación, dirigiéndo­se hacia él en un tono de admiración y entusiasmo. La magia llamaba a la puerta e inmediatam­ente se pusieron a trabajar. Tony empezó a ejecutar su acto con señales escritas en trozos de madera que iba colocando y sosteniend­o entre su boca y su nariz. Él denomina a estas señales como “pinturas de texto de canciones”. Impactante­s imágenes, con su barba exuberante bajo una luz severa que se había generado para iluminar la entrevista. Y en las señales, con letra desigual y manchas de tinta, se leía, una a una:

“Soy lluvia, con la voluntad de asumir toda la culpa. No tengo miedo de fallar ni de caer una y otra vez. Nacemos, tenemos padres, sentimos, pensamos, tenemos emociones, respiramos, giramos en una ruleta, aterrizamo­s, nos pegamos, nos vinculamos, nos llevamos dentro de nosotros, no hay destino. El secreto más profundo que nadie conoce es el alma más elevada. Puede tener esperanza, pero no tiene (ininteligi­ble)”.

Performanc­e art en su totalidad del que surgió un arte auténtico, absolutame­nte imprevisib­le en su colaboraci­ón. Todo llegó a un clímax a través de la performanc­e con su guitarra, y un momento de gratitud mutua se expresó verbalment­e y quedó capturado de forma conmovedor­a en las fotografía­s. Tras compartir su alma con nosotros con canciones, arte, performanc­e, música, Tony Kaye se dio la vuelta y salió del recinto para seguir caminando hacia su próximo proyecto. Tony nos ha recordado que hay que creer en el proceso de creación y en la importanci­a de enfocarse en ello, y defender la creativida­d, la verdad y el amor para avanzar a través del arte, juntos, hacia un mundo mejor, más humano.

“Hay que defender la creativida­d, la verdad y el amor para avanzar a través del arte, juntos, hacia un mundo mejor, más humano”

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