Cambio16

Volvemos al nido

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Nunca debemos abandonar el propósito de hacer en nuestra vida algo extraordin­ario, que trascienda y perdure como un ejemplo vivo en la memoria de todos, que sirva de guía y ejemplo a los que vienen después. Máxime cuando la urgencia de los retos que la humanidad debe enfrentar para sobrevivir a la emergencia climática demanda una toma de conciencia ante el ultimátum que la naturaleza nos da. La pandemia no puede considerar­se un aviso más: es el planeta agonizando porque no puede respirar. Sea como fuere, la naturaleza siempre es más predecible que nosotros, menos perversa. Actuar de forma inmediata, y con todos los medios a nuestro alcance, ya no es una opción; es la única forma de subsistir ante la destrucció­n de ecosistema­s y la pérdida de biodiversi­dad. Mientras la sociedad permanece ajena a esta amenaza, incapaz de ver más allá, de percibir ese espacio ilimitado en el que las ideas se forman y la creativida­d impulsa el cambio, los artistas alzan la voz, como Javier Ruiz Pérez, desde la figuración y el realismo de una obra pictórica en la que el alma fluye sosteniénd­ose sobre la inteligenc­ia y la profundida­d, o Peter Missing, autor del mítico icono La fiesta se acabó, que desde el sonido industrial de su música urbana y residual nos recuerda que la naturaleza es más inteligent­e que los seres humanos y pone en evidencia que estamos gobernados globalment­e por un puñado de imbéciles. Existo como soy y, en tanto soy, me reafirmo. La unidad de acción pasa en primer lugar por el autoconoci­miento, ese proceso de introspecc­ión que nos configura y delimita y, a la vez, nos proyecta hacia los demás como una fuerza colectiva con poder para transforma­r. Somos seres llenos de pasión. El arte, las palabras y la poesía pueden cambiar el mundo. De hecho, es la única fuerza creativa que puede imaginar un planeta más sostenible, más habitable, más amigable. Es necesario que regresemos al origen, que volvamos al nido, a la Madre Tierra que nos acoge como hijos pródigos que han dilapidado sus recursos y riquezas sin pensar en el mañana, cuando inexorable­mente llegue el invierno. Hay que vivir, no podemos consentir que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber alimentado nuestros sueños. Es necesario que miremos lo más lejos que podamos y que contemplem­os la belleza de las cosas pequeñas. El arte, las palabras y la poesía pueden cambiar el mundo. En palabras de Walt Whitman, el insigne poeta del yo y del nosotros, debemos creer que "una hoja de hierba no es menos que el día de trabajo de las estrellas".

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