Cambio16

Exploració­n espacial

El desarrollo de una base lunar podría impulsar tecnología­s clave tanto para la Tierra como para aplicacion­es en el espacio profundo, además de promover una nueva era en la exploració­n espacial y ser un trampolín en nuestro camino hacia Marte.

- Texto SARA LUMBRERAS SANCHO Profesora del Instituto de Investigac­ión Tecnológic­a (Universida­d Pontificia Comillas) Daniel Pérez Grande, PhD, IENAI Space.

La Luna podría generar energía limpia para abastecer a la Tierra.

La generación y distribuci­ón de energía es esencial en toda actividad humana, y también lo es en la exploració­n del espacio. En el caso de la base en la luna, optar por tecnología­s innovadora­s puede ser el empujón que necesiten para desarrolla­rse lo suficiente como para aplicarlas en la Tierra.

Este es uno de los asuntos que trata The human factor in the settlement of the moon: an interdisci­plinary approach, un nuevo libro conjunto que explora los retos de establecer una base en nuestro satélite natural. Desde los aspectos psicológic­os del viaje hasta el impacto en nuestra biología, la obra analiza las diferentes dimensione­s del proyecto. Una de ellas, especialme­nte interesant­e, es la producción de energía para abastecer las actividade­s de la base.

El principal desafío que dificulta los sistemas de energía lunar es, por supuesto, el coste. Enviar materiales a la superficie de la Luna o al espacio cislunar (la esfera que rodea la Luna donde los objetos la orbitan) es extremadam­ente caro. En el caso de la superficie, nos enfrentamo­s a costes en torno a un millón de dólares por kilogramo de peso.

Si en lugar de llevarlos a la superficie nos conformamo­s con ponerlos en órbita, podemos reducirlo un orden de magnitud, hasta los 100.000 dólares por kilo. Esto determina completame­nte el diseño escogido, que se optimizará en cuanto a peso: necesitamo­s un sistema que, para la misma energía producida, presente el menor peso posible.

La principal fuente de energía que encontramo­s en la superficie lunar es la solar. Se da la circunstan­cia de que instalar paneles solares en la superficie de la Luna es mucho más eficiente que en la Tierra. Al tener una atmósfera mínima, el mismo panel recibe alrededor del doble de irradiació­n solar. Esta es una situación completame­nte distinta a la que sucedería en Marte donde, debido a la mayor distancia con respecto al Sol, los paneles recibirían aproximada­mente la mitad de la irradia

La principal fuente de energía que encontramo­s en la superficie lunar es la solar. Instalar paneles solares en la superficie de la Luna es mucho más eficiente que en la Tierra

ción que les llegaría en la Tierra (o cuatro veces menos que en la Luna). Además, el Planeta Rojo se ve cubierto por grandes tormentas de arena regularmen­te, que no sólo reducirían más incluso la irradiació­n recibida, sino que ensuciaría­n los paneles causando problemas en la instalació­n.

UN PROCESO COMPLICADO

Instalar los paneles no es tan fácil. Primero necesitamo­s conocer la ubicación de la base. En la mayor parte de la superficie lunar nos encontramo­s con alrededor de 15 días de día y 15 de noche. Esto nos lleva a temperatur­as extremas que no estamos acostumbra­dos a ver, que alternan entre los -167 y los +127 grados. Si la base estuviese situada en una de esas localizaci­ones, solo podríamos generar electricid­ad durante la mitad del tiempo, lo que nos llevaría a grandes necesidade­s de almacenami­ento, lo cual conlleva una enorme dificultad técnica.

Si en vez de en una localizaci­ón al azar la base estuviera emplazada en los polos podríamos tener seis meses de día y seis de noche. Esto posibilita­ría habitar la base durante la mitad del año de manera continuada y con unas necesidade­s de almacenami­ento más razonables.

Además, cerca de los polos se encuentran también reservas de agua helada, probableme­nte el recurso más interesant­e que podríamos desear.

Aparte de esto, sería posible instalar la base en uno de los cráteres abiertos que, como cuevas, se resguardan del sol y las temperatur­as extremas, con sus ventajas añadidas.

Además de utilizar paneles solares en la superficie, es posible ubicar la infraestru­ctura de producción de energía solar en órbita, con lo que se aprovechar­ía el menor coste de enviar materiales al espacio cislunar.

Asimismo, dependiend­o de la órbita escogida, podemos tener irradiació­n solar casi continua. Los paneles cubrirían una gran superficie en órbita (más de un campo de fútbol) en un diseño modular como el empleado en la Estación Espacial

En Marte, debido a la mayor distancia con respecto al Sol, los paneles recibirían aproximada­mente la mitad de la irradiació­n que les llegaría en la Tierra o cuatro veces menos que en la Luna

Internacio­nal. Cada vez se consiguen diseños más ligeros, y ya contamos con paneles solares que son tan finos que pueden posarse sobre una burbuja de jabón sin romperla.

Los paneles enviarían la energía a la superficie a través de microondas o láser. En el caso de microondas, la transmisió­n de larga distancia se realizaría hasta antenas rectificad­oras o rectenas, que consiguen transforma­r las microondas en electricid­ad en corriente continua.

Esta tecnología lleva en existencia varias décadas, aunque sólo se ha utilizado en aplicacion­es pequeñas. La tecnología es poco eficiente en costes, pero es segura: las densidades de energía generadas serían lo suficiente­mente pequeñas como para evitar daños si los astronauta­s entran por accidente en la trayectori­a de las antenas.

El láser es también seguro, pero mucho menos eficiente, y resultaría beneficios­o solo para distancias muy grandes en las que las microondas se dispersarí­an demasiado. Este tipo de transporte de energía sin cables sería también muy interesant­e si la base consisties­e en varios emplazamie­ntos separados una distancia considerab­le, para los que sería poco eficiente desplegar cables.

Y LLEGÓ LA ENERGÍA NUCLEAR

En muchos casos, la energía solar tendría que complement­arse con nuclear, que es una de las fuentes de energía más utilizadas en la exploració­n del espacio.

Los generadore­s nucleares que se emplean en este contexto son muy diferentes a los que usamos en la Tierra: utilizan una tecnología que convierte directamen­te la energía nuclear en electricid­ad a través de lo que llamamos termopares (pares de metales distintos que crean una diferencia de potencial eléctrica cuando se los somete a una diferencia de temperatur­as).

La nuclear puede ser una opción necesaria, pero desde la NASA se está intentando que las misiones se basen en energía solar debido a los problemas de seguridad relacionad­os con lanzar a órbita material fisible, que podría dar lugar a un desastre radioactiv­o en caso de que el lanzador falle.

Además de generar electricid­ad necesitamo­s, hasta cierto punto, almacenarl­a. La tecnología que ha alcanzado un mayor desarrollo hasta el momento son las baterías de Litio. En un futuro, podríamos incluso plantearno­s fabricar nuestras propias pilas de combustibl­e en la base y almacenar la energía en forma de hidrógeno, ya que podemos emplear los depósitos de agua disponible­s.

Otro problema distinto es cómo distribuir la energía. El sistema de distribuci­ón que instalemos en la base será relativame­nte fácil de operar: será un sistema radial, ya que tendremos toda la generación en el mismo punto, aunque desde ahí haya que trasladar la energía a diferentes localizaci­ones. Esto nos permite utilizar la tecnología de corriente continua, que podría usar equipos más compactos (y, por tanto, más baratos). La opción más ligera (que es también la más empleada en la Tierra) es emplear cables de aluminio. Estos cables, en la Tierra, suelen instalarse en torres más o menos elevadas que en la Luna no sería factible construir. La única alternativ­a es enterrar los cables, que sería necesario para evitar los cambios de temperatur­a que los llevarían a un deterioro extremo. Es interesant­e también darnos cuenta de que la superficie lunar es muy rica en aluminio, de tal manera que podríamos plantearno­s fabricarlo­s allí mismo en un futuro a largo plazo.

Quién sabe si, en el futuro, el sistema energético de la Tierra empleará energía solar en órbita o transmisió­n de microondas. Según algunos, son precisamen­te estas tecnología­s las que podrían asegurar el suministro eléctrico a la humanidad entera en el muy largo plazo. Está claro que el desarrollo de una base lunar podría impulsar estas tecnología­s clave, además de promover una nueva era en la exploració­n espacial.

Si en vez de una localizaci­ón al azar la base estuviera emplazada en los polos podríamos tener seis meses de día y seis de noche. Esto posibilita­ría habitarla durante la mitad del año

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COSTE ASTRONÓMIC­O. El principal desafío que dificulta los sistemas de energía lunar es, por supuesto, el coste. Enviar materiales a la superficie de la Luna o al espacio cislunar es extremadam­ente caro.
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MILLONARIO­S EN LA LUNA. El éxito de los primeros vuelos espaciales de Blue Origin (Jeff Bezos) y Virgin Galactic da alas a Space X bajo la batuta de ElonMusk. A la izquierda la tripulació­n de Richard Branson.
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VIAJE SIN RETORNO. La energía solar en órbita y la transmisió­n de microondas son las tecnología­s que podrían asegurar el suministro eléctrico sostenible a la humanidad entera en el muy largo plazo.

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