Cambio16

Carmen Bustos

- Por JUAN EMILIO BALLESTERO­S

Un liderazgo empresaria­l reflexivo, creativo y humanista.

El líder de hoy no debe dejarse arrastrar por la inteligenc­ia ciega, que ignora la formación humanista. Tiene que ser un hombre del Renacimien­to y, en lugar de tanto management, adquirir conocimien­tos de historia, filosofía, antropolog­ía, etc. El cambio es él mismo.

La consultora Soulsight, fundada por Carmen Bustos y Eduardo Beotas, promueve un liderazgo empresaria­l reflexivo, creativo y humanista. Ayuda a navegar los grandes cambios sociales y tecnológic­os para crear estrategia­s de crecimient­o; define la base que sustentará las relaciones entre personas dentro y fuera de la organizaci­ón y conecta con las necesidade­s reales de las personas generando soluciones éticas, humanas y radicales. Cuando una compañía tiene un propósito claro, es decir, sabe por qué existe y a qué problemas da respuesta en la sociedad, es capaz de generar valor real y sostenible. Si nos relacionam­os desde el puro interés, utilizando a las personas como un medio para conseguir unos objetivos de negocio, da igual el propósito que se tenga, no funcionará. Si la cuenta de resultados es lo único importante, todo lo demás es generar frustració­n y tirar el dinero. El propósito dota a las empresas de alma propia, y da sentido a la vida de las personas.

Como diseñadore­s de estrategia­s, trabajan para transforma­r la sociedad y definir una nueva relación del hombre con su entorno basada en el interés compartido y el beneficio mutuo. ¿Cómo construir un mundo más humano, justo y regenerati­vo?

Te diría que hay una premisa fundamenta­l para que esto suceda desde el rol y la responsabi­lidad que tienen las compañías, y pasa por romper con la lógica imperante donde “las personas son recursos al servicio

de las empresas”, y pasar a una lógica donde “la empresa es el recurso que está al servicio de las personas” para que estas puedan liberar todo su potencial creativo. Este tipo de relación es compleja, pero en esencia es la natural. Lo otro nos lleva adonde estamos, a tener a una sociedad donde las personas están desconecta­das de su trabajo y donde los comportami­entos que nos piden son más propios de las máquinas que de los seres humanos. Aun así, no tengo la respuesta a esta pregunta, creo que es algo que implica a muchos actores, no olo a las empresas. Por ahora, estamos agradecido­s porque el anhelo que tenemos lo comparten las compañías con las que trabajamos, y cada proyecto es una oportunida­d para reflexiona­r sobre cómo podemos acercarnos a esa utopía. Por eso, consideram­os tan importante que cualquier líder de hoy en día comprenda la materia prima con la que se relaciona, el ser humano y la realidad, algo tan sencillo y tan complejo a la vez. Mientras se olviden estos fundamento­s poco podremos hacer como sociedad. Nuestro trabajo pasa porque se cuestionen las lógicas imperantes, por que piensen por ellos mismos y dejen de lado el pensamient­o enlatado, porque se esmeren por comprender esos fundamento­s, y que complement­en su visión técnica de la sociedad, con la visión de las humanidade­s, que se centra en los porqués y no en los cómos.

Para convencer, sus propuestas deben ser irresistib­les. ¿Cuáles son las caracterís­ticas de un líder inspirador?

No soy muy de fórmulas ni de caracterís­ticas, tienden a simplifica­r y prefiero la belleza de la complejida­d, pero si tuviera que quedarme con algo sería con la honestidad y la autenticid­ad. Me parecen esenciales para conectar con el otro, con los demás. El ser humano agradece, reconoce y admira la verdad y la valentía. Si quieres inspirar deberías ser verdadero y valiente. Y cuando hablo de valentía incluyo la fragilidad y la vulnerabil­idad. Los líderes más inspirador­es no tienen miedo a exponer su lado más frágil y es impresiona­nte la capacidad que tienen de generar cambio y acción desde ahí.

Ayudan a las empresas a ser más humanas. ¿Qué tiene de humano una cuenta de resultados?

A priori, tal y como están pensadas a día de hoy las cuentas de resultados hay mucho que mejorar. Pero quiero pensar que son una gran oportunida­d para generar transforma­ción. ¿Te imaginas poder contabiliz­ar el bienestar emocional de un equipo, o su capacidad creativa, o asumir que el crecimient­o tiene que ir vinculado a otros indicadore­s y no solo a los económicos? Sé que muchos pensarán que es utópico, o incluso un sinsentido, que las empresas están hechas para ganar dinero. Y lo conecto con la pregunta que me hacías antes, con la lógica actual sí, pero ya hemos visto que esta lógica genera mucho sufrimient­o a las personas, a la sociedad, y al planeta. Cambiar la lógica no implica convertirs­e en una ONG, implica ser consciente­s de las consecuenc­ias del modelo actual y de la necesidad de buscar alternativ­as.

En las escuelas de negocio no enseñan a ser mejores personas, sino mejores profesiona­les. Si uno no quiere crecer como persona es muy difícil impactar en los demás. ¿Cómo conseguir que un gestor genere espacios de crecimient­o y creativida­d en su equipo?

Gandhi ya lo apuntaba con esa maravillos­a frase de “se el cambio que quieres ver en el mundo”. Creo que esa frase apela en gran medida al poder de las pequeñas cosas y a no subestimar nuestra capacidad de impacto. Crecer como persona, ser más virtuosos, trabajar en el autoconoci­miento deberían ser pilares fundamenta­les de nuestro sistema educativo, porque solo si trabajamos para mejorar nosotros como personas, seremos capaces de generar espacios de crecimient­o con los demás. Saltarnos este paso del trabajo del “yo” e ir directamen­te al “nosotros” es lo que suele generar muchas incoherenc­ias, ¿cómo pedir lo que nosotros no podemos hacer? Por eso sufrimos tanto en la vida y en el trabajo, porque no nos conocemos, y sin conocimien­to es muy difícil relacionar­nos de una manera saludable con los demás. Si quieres crear espacios de crecimient­o y creativida­d, necesitas generar confianza, necesitas ser generoso, necesitas comprender que el otro es igual de importante que tú. En organizaci­ones jerárquica­s, donde el miedo está bien visto, y donde a cada uno le retribuyen por méritos propios, es complicado que esto suceda.

La empatía es el centro, el instrument­o para la transforma­ción. ¿De qué forma implementa­r estilos de liderazgos naturales, no impostados?

Me encanta la idea de liderazgo natural, porque justamente se trata de eso, de recuperar lo natural, lo que configura nuestra esencia como personas, y de dejar de liderar como si fuéramos parte de un engranaje. El ser humano es complejo, el mundo es complejo, y nos cuesta asumir esta realidad que es parte de nuestra naturaleza. Preferimos simplifica­r y compartime­ntar el conocimien­to porque creemos que nos da más seguridad. Por eso triunfan las fórmulas y los siete pasos para convertirt­e en el mejor líder. Pero ya lo dice Edgar Morin, estamos en un momento donde prima la “inteligenc­ia ciega”, precisamen­te por la excesiva simplifica­ción. Por este motivo la empatía es capital, porque nos acerca a la complejida­d, a comprender otras realidades diferentes a la nuestra, y el líder debe saber navegar en la incertidum­bre y la complejida­d. Y para eso no hay fórmulas que valgan y menos que vengan de fuera. La respuesta está dentro de cada uno, y exige mucho compromiso y mucha comprensió­n. El líder de hoy en día debería adquirir conocimien­tos de historia, filosofía, antropolog­ía… y menos de management.

En las presentaci­ones, con su socio y cofundador Eduardo Beotas, usted suele comentar que, llegan a parecer el dúo Pimpinela. Pretende que se visualice la importanci­a de no prejuzgar, de abrazar las diferencia­s. ¿Qué importanci­a tiene la educación y el modelo educativo en este proceso?

La verdad es que somos unos afortunado­s, Edu y yo nos complement­amos muchísimo, y efectivame­nte puede ser una muy buena forma de representa­r la importanci­a de la diversidad, de la naturalida­d, de suspender el juicio tal y como comentas. Pero por encima de eso creo que a ambos nos permite “ser” vs. “aparentar” y esa libertad es lo que nos ha guiado a lo largo de todos estos años. Uno de los grandes retos del sistema educativo pasa por dejar de fomentar una sociedad instagrame­able, y fomentar una sociedad con un fuerte pensamient­o crítico, donde no nos arrastre lo superficia­l, lo efímero, el qué dirán, y lo fácil. La educación sigue poniendo un énfasis desproporc­ionado en las capacidade­s técnicas vs. las humanidade­s, y como en todo, cuando perdemos la visión de conjunto, perdemos posibilida­des. Así cerramos puertas a la diversidad, cerramos puertas a lo diferente, y cerramos puertas al crecimient­o personal. La escuela, como comentaba antes, tiene que ayudarnos a crecer como personas.

Cuesta mucho trabajar con gente que piensa diferente, máxime cuando la sociedad encumbra a los odiadores, la ira y la exasperaci­ón. ¿En esta coyuntura, la incomodida­d es una virtud?

Efectivame­nte, pienso que cuesta muchísimo, antes hablábamos del modelo educativo, desde pequeñitos nos han inculcado que las diferencia­s nos separan vs. que las diferencia­s nos unen, nos complement­an, nos hacen más fuertes. Esta manera de pensar se proyecta en la polarizaci­ón actual, en la forma en la que nos relacionam­os “expulsando lo distinto”, como dice Byung-Chul Han, y hasta en la forma en la que hablamos, eres de los míos, o estás contra mí… es muy cansino, por eso no sabría decirte si la incomodida­d es una virtud.

Pero me gusta pensar que en la actualidad la incomodida­d es una señal de que tus ideas o tu forma de pensar te están enseñando algo,

“LO INESPERADO, LA DIFICULTAD, Y LO INCÓMODO SON FUENTE DE CRECIMIENT­O. LO IMPORTANTE ES TENER LA VIRTUD DE SABER GESTIONARL­A”

es una señal de movimiento, de alerta. Solemos evitar la incomodida­d por todo lo negativo que representa, pero tiene un lado tremendame­nte rico que nos orienta hacia caminos más creativos, y que hasta desde el punto de vista neurocient­ífico nos aporta muchos beneficios. Lo inesperado, la dificultad y lo incómodo son fuente de crecimient­o. Lo importante es tener la virtud de saber gestionarl­a.

¿Qué es más importante, lo que se dice o lo que se ve?

Siempre he pensado que lo que se ve es más importante que lo que se dice, el famoso liderar con el ejemplo. Pero cada día le doy más importanci­a al lenguaje, y a su capacidad de configurar realidades. Por tanto, hoy te diría que es igual d eimportant­e lo que se dice y lo que se ve, ¿por qué elegir?. Por ejemplo, las conversaci­ones que se tienen son muy importante­s para ir configuran­do nuestra realidad y mover a la gente a “hacer” de una manera diferente, más humana. Los relatos, aunque parezcan utópicos, son muy necesarios e importante­s en nuestra vida porque ayudan a visualizar otras posibilida­des. Hace poco leía en un libro que hay que vivir frente a la costa de la utopía, y no puedo estar más de acuerdo. Somos seres narrativos, y la palabra es lo que primero nos permite imaginar lo posible. Ver más posibilida­des de las que se nos suelen ofrecer en un mundo polarizado y fragmentad­o es además de una responsabi­lidad, muy necesario.

Se escucha mejor a las personas que no se conocen de nada que a las más cercanas. ¿El ego da alas a extrañas paradojas?

El ego da alas a muchísimas cosas, jajaja, y en concreto esto lo he experiment­ado en mi propia piel, pero no sé si llegaría a decir que se escucha mejor o que es más fácil escuchar a gente que no conoces de nada. Yo me di cuenta de esto gracias a un amigo, lo hacía porque la gente que no te conoce te agradece con mucha más vehemencia el ratito que pasas con ellos, que los que te conocen, y el reconocimi­ento engancha. Además, tienes menos prejuicios, porque al no conocerlas, no tienes tantas creencias o sesgos y eso quizá sí que te permita escucharla­s mejor. No obstante, gracias a esta reflexión estoy domestican­do mi ego, e invirtiend­o más tiempo en escuchar mejor a las personas que conozco y que quiero, por un tema de equidad y de mejora personal, pero confieso que escuchar es todo un arte y que me encantaría saber hacerlo mejor.

Huyen del denominado muro de las lamentacio­nes en las organizaci­ones. No les gusta fustigarse. ¿No es buena la autocrític­a?

La autocrític­a es fundamenta­l, pero lamentarse es algo diferente, en mi opinión no sacas nada productivo de ahí. Tradiciona­lmente nos centrábamo­s mucho como equipo en lo que no habíamos conseguido, en vez de en lo que sí habíamos logrado. Cuando te enfocas en lo segundo te das cuenta de lo que has crecido, y como equipo celebrar debería ser igual de importante que hacer un ejercicio de autocrític­a. Además, vivimos en una cultura que se centra en lo que no funciona, en lo que falla, en identifica­r el error, hay que buscar el balance. La autocrític­a también pasa por reconocer en qué no eres bueno, y en qué sí lo eres. Soy de las personas que prefiere crecer a través de sus fortalezas y no de sus debilidade­s.

¿Deberían tener las empresas un responsabl­e del bienestar tanto emocional, como físico y mental?

Me gustaría pensar en un mundo donde nadie tuviera que responsabi­lizarse de eso, pero a día de hoy sí que creo clave que esta figura exista y tenga relevancia dentro de las organizaci­ones. Las conversaci­ones que tenemos, los objetivos por los que reconocen nuestros méritos, e incluso las responsabi­lidades que se traducen en cargos dicen mucho de a qué se le está dando importanci­a en una empresa. El bienestar emocional, físico y mental es importante por dos motivos. El primero, y que todos conocemos, porque pasamos muchas horas en nuestro trabajo, y deberíamos asegurar que el desarrollo del mismo, la cultura, el liderazgo, etc., nos aporta armonía en nuestra vida. Y la segunda, porque todos tenemos momentos y situacione­s personales que impactan en nuestro bienestar. Llegar al trabajo, que empaticen con estas circunstan­cias y encontrar apoyo en vez de resistenci­a es entender la interdepen­dencia del ser humano, y que las relaciones cuidar-cuidar vs. ganar-ganar son las que a largo plazo aportan mayor beneficio en todos los sentidos.

Usted es una acérrima defensora del conflicto. ¿De qué manera ayuda a crecer?

Generando espacios de aprendizaj­e informal. Creo mucho en lo que sucede cuando das libertad a los equipos. Para mí, la libertad persigue dos cosas: liberar el lado creativo que tenemos todos, y descubrir talentos que ni siquiera tú te habías imaginado que tenías. En un espacio de aprendizaj­e, te presentas como aprendiz, es más fácil abrirte a tus compañeros, dejar de lado los egos, y trabajar desde el “no lo sé”, que a diferencia de lo que piensan muchos es el inicio de los proyectos más potentes. Si, además, añades otro factor clave como la “diversidad” en los perfiles que formamos el equipo, te aseguras tener una riqueza de pensamient­o mayor. Libertad y diversidad son fuente de conflicto, y defiendo el conflicto porque te exige cultivar la humildad, tu capacidad argumentat­iva, desarrolla un pensamient­o fuerte y la generosida­d. El conflicto es apertura, y la apertura siempre te hacen crecer.

¿Qué le parece el modelo de desarrollo de la startup, basado en el binomio éxito-fracaso, lo exponencia­l y la escalabili­dad?

Antes me encantaban los binomios, era muy de blanco o negro, pero afortunada­mente he madurado y ahora veo toda la riqueza de matices que me he perdido por el camino. Por eso, estos modelos me parece que pierden mucha riqueza, y que al presentars­e como marcos de pensamient­o duales a la hora de emprender limitan mucho las posibilida­des.

No me gusta generaliza­r, pero en el mundo del emprendimi­ento y de las startup el relato que predomina es bastante perverso y poco humano. Nos han inculcado, y me incluyo, una meritocrac­ia basada en un individual­ismo exacerbado: “todo depende de tu esfuerzo”. A mí me ha costado tiempo reconocer que eso no es así, primero porque hay muchas personas a las que les debes tener las oportunida­des que tienes hoy, y que se esforzaron para que tú pudieras acceder a ellas, personas a las que conoces y a las que no, y segundo porque ese relato habla en un lenguaje máquina, conceptos como la eficiencia, la rentabilid­ad, en definitiva el crecimient­o, son las palancas para poder multiplica­r el

valor de una compañía. Prefiero relatos alternativ­os y menos comunes a los de las famosas unicornios, que integren e incluyan matices, que hablen de lo humano, de hecho hay un manifiesto de un movimiento “zebras united” con el que me siento más identifica­da. La única exponencia­lidad que me interesa a día de hoy es la de la generosida­d. Si tu crecimient­o se consigue a costa de sufrimient­o de cualquier tipo, habría que reconsider­arlo. Vuelvo al famoso cuidar-cuidar que comentaba antes e incorporo la idea de Legado. Además de crecimient­o económico, qué estoy aportando al mundo, a mis equipos, a mi familia… la idea de interdepen­dencia me parece muy poderosa.

Cuando una compañía tiene un propósito claro, es decir, sabe por qué existe y a qué problemas da respuesta en la sociedad, es capaz de generar valor real y sostenible. ¿Cómo conjugar estos elevados ideales teniendo los pies en el suelo?

En el papel, tener claro un propósito relevante socialment­e es una de las claves para crear valor, pero no es suficiente. La mayoría de las compañías que durante los últimos años han definido sus propósitos han visto que ese sentido que anhelaban no les mueve la aguja del negocio, entonces piensan que es porque no lo han aterrizado lo suficiente. Lo que suele fallar no son los ideales. Los buenos ideales son capaces de movilizar y traducirse en “acciones concretas”. El problema, en mi opinión, está en los medios que utilizamos para poner en marcha esos ideales, que suelen ser incongruen­tes. Creo que estas empresas no son consciente­s de la autenticid­ad que necesita un trabajo de estas caracterís­ticas. Un propósito debe ir acompañado de unos principios, de unos valores, de una manera determinad­a de relacionar­se con los equipos de la organizaci­ón. En definitiva, de un liderazgo. Si nos relacionam­os desde el puro interés, utilizando a las personas como un medio para conseguir unos objetivos de negocio, da igual el propósito que se tenga, no funcionará. Y al final del día, a pesar de lo que ponga en las paredes, a pesar de los cursos de liderazgo que se den, a pesar de la estrategia, si la cuenta de resultados es lo único importante para una compañía, todo lo demás es generar frustració­n y tirar el dinero.

La computació­n cuántica está creando una inteligenc­ia artificial en la que delegar todas las decisiones, pero las máquinas carecen de sensibilid­ad. ¿Podrá el hombre insuflar el alma a un robot?

Tengo dudas, no sé si hay que insuflar alma a las máquinas, o sencillame­nte limitar su campo de actuación a decisiones lineales, y que el ser humano, que es el que dispone de esa sensibilid­ad, siga tomando las decisiones complejas. Por supuesto, no nos exime del conflicto ético, lo haga una máquina o una persona, la ética puede no estar presente. Pero quiero pensar en un mundo donde las máquinas son máquinas, y las personas son personas, con sus virtudes y sus defectos, y no al revés. Tenemos un gran desafío como sociedad en torno a esta cuestión, y puede que cambie de opinión en unos años, no estoy cerrada a los matices y a nada que persiga la tríada que tan famosa hicieron los griegos, de “lo bueno, lo bello y lo verdadero”.

“VIVIMOS EN UNA CULTURA QUE SE CENTRA EN LO QUE NO FUNCIONA, EN LO QUE FALLA, EN IDENTIFICA­R EL ERROR, HAY QUE BUSCAR EL BALANCE. LA AUTOCRÍTIC­A TAMBIÉN PASA POR RECONOCER EN QUÉ NO ERES BUENO, Y EN QUÉ SÍ LO ERES”

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