Velia Vidal Romero
Escritora. Certificada en Estudios Af ro latinoamericanos.
Máster en promoción de lectura y literatura infantil y juvenil. Universidad Castilla La Mancha. Especialista en Gerencia Social –Escuela Superior de Administración Pública ESAP, Colombia–. Grado en Comunicación Social–Periodismo, Universidad de Antioquia. Laboró para la Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín; fue directora del Parque Biblioteca Fernando Botero del corregimiento de San Cristóbal; presentó y dirigió el Programa regional 125 Ideas de la Gobernación de Antioquia. Fundadora y Directora General de la Corporación Educativa y Cultural Motete, organización que apuesta por el cierre de brechas en el Chocó, generando espacios culturales-educativos para el encuentro desde la promoción de la lectura y las manifestaciones artísticas.
1.
La literatura colombiana está cuestionando la ausencia histórica de muchas voces. Desde las florecientes editoriales independientes que tiene el país, se ha dado lugar a historias, autores y formatos que no contaban con un lugar en el universo literario. En especial hay una presencia más contundente de las escritoras; lo que no ha sido un regalo o una concesión, sino el resultado del trabajo constante de muchas. Indiscutiblemente falta aún la presencia de algunos grupos significativos del país, pero lo que siento es que hay una apertura a que esto ocurra, no es casual que yo, como mujer afro y chocoana, haya sido publicada por Laguna Libros y mis textos y posturas críticas frente al racismo en la literatura, hayan sido en general bien recibidos.
2.
Es imposible ser neutral frente a los desafíos de la humanidad. Tenemos distintas formas y tonos para expresar las ideas y quizá las formas de algunos sean leídas como neutralidad, en un mundo que prefiere la hostilidad, pero incluso en la elección consciente de las discusiones que se dan y cómo se abordan, hay posturas políticas, distantes de neutralidad alguna. La transformación social debe ser el resultado de la garantía plena de todos los derechos, incluyendo el derecho a la lectura y a la cultura. La literatura y el arte en sí mismas no cambian el mundo, ni tienen la responsabilidad de hacerlo. Lo que ocurre es que la literatura y el arte provocan espacios y encuentros para la discusión, el reconocimiento del otro, la conversación alrededor de lo público y, por tanto, animan el ejercicio de una ciudadanía activa. Ante la conciencia de las posibilidades que ofrece la literatura, es pertinente entonces cuidar el modo en el que se representa el mundo, a fin de no perpetuar en ella el sistema de creencias que legitima prácticas racistas, homofóbicas, xenofóbicas, entre otras, sin que esto signifique que lo se escriba deba ser políticamente correcto.