Cambio16

Rafael Armero

-

La gran revolución de la sostenibil­idad.

Creativida­d, flexibilid­ad mental, gestión del cambio, capacidad de adaptación, resilienci­a... son habilidade­s, actitudes o conceptos que han ido ganando protagonis­mo en los últimos años, tanto en el ámbito del desarrollo personal como en el profesiona­l. En el contexto sobrevenid­o con la pandemia, han jugado un papel determinan­te para la adaptación de personas y organizaci­ones a las nuevas circunstan­cias.

Hemos sido sacudidos por situacione­s que suponen un gran desafío, no solo para las empresas, sino para la sociedad. Lo que antes planificáb­amos a largo plazo ha pasado a formar parte del corto plazo o lo inmediato, y lo que tanto temíamos, la incertidum­bre, ahora es nuestra compañera en el día a día. Este escenario se va a prolongar en el tiempo, por lo menos más del que preveíamos, lo que nos va a conducir, si no tomamos las riendas, a un viaje por la superviven­cia y el desánimo. Paradójica­mente, el cambio se va a convertir en la constante por excelencia. Y así se va a mantener durante mucho tiempo, porque ha llegado para quedarse. Y sí, es cierto que ya convivíamo­s con el cambio, pero lo que estamos viviendo ahora mismo eleva el concepto del verbo cambiar a uno de sus significad­os más extremos.

Seguro que has podido comprobar en primera persona cómo estos cambios son cada vez más rápidos y de mayor impacto. Además, suelen ir acompañado­s de novedades que también surgen a una velocidad abrumadora e, igualmente, se suceden con tanta frecuencia que no somos capaces de asimilarla­s ni incorporar­las como toca a nuestros contextos empresaria­les y, mucho menos, a nuestros sistemas sociales.

La mayoría de los cambios están conectados con la carrera tecnológic­a o la cultura de la globalizac­ión, un hecho cada vez con más peso en los entornos económicos y los mercados. A todo ello, tenemos que sumar otros temas de actualidad, como los vaivenes y crisis que se están sucediendo en la política global y que están teniendo una gran influencia en las estrategia­s empresaria­les. Y, por último, qué decir de los nuevos retos que tenemos que afrontar como sociedad ante la necesidad de un desarrollo que sea sostenible. El máximo exponente, el cambio climático, que hace inevitable pensar en rediseñar nuestras estructura­s organizaci­onales y nuestros propios modelos de negocio porque el choque que provoca este ultimo escenario nos está haciendo, inevitable­mente, más vulnerable­s.

Y, tras esto, después de ser consciente­s de esta nueva realidad es cuando nos hacemos las grandes preguntas… ¿Qué camino vamos a emprender en nuestras organizaci­ones? ¿Cómo vamos a aportar valor en las empresas? ¿Cuál va a ser nuestra propuesta diferencia­l en los mercados? Y, si nos vamos a la parte más humana de las organizaci­ones, ¿qué aportación debe asumir un líder o directivo para poder conducir con éxito una empresa?, ¿qué valores vamos a tener que incorporar al capital humano de nuestras organizaci­ones?

Para responder a todas estas cuestiones, debemos tener presente que estamos entrando en un escenario de

safiante, emprendien­do una nueva travesía en la que tenemos que empezar a diseñar y pensar en nuevos caminos por los que avanzar, sobre todo en el ámbito estratégic­o. Y, aunque es muy complicado que una organizaci­ón pueda prever con total certeza cuál va a ser su rumbo y adivinarlo con cierta seguridad y la dirección apropiada en los años venideros, lo que está claro es que el enfoque tradiciona­l de la visión estratégic­a debe cambiar radicalmen­te.

Si queremos que esto suceda, es básico que nos planteemos seriamente intervenir en tres líneas de actuación o trabajar en tres aspectos fundamenta­les de nuestras organizaci­ones con la idea de provocar unos cambios que nos ayudarán a afrontar este nuevo futuro tan presente:

EL PRIMER CAMBIO QUE INCORPORAR, EL MÁS BÁSICO, CONSISTE EN REVISAR Y RENOVAR NUESTRAS HERRAMIENT­AS ESTRATÉGIC­AS.

No nos damos cuenta, pero, a diferencia de lo que hacemos con la tecnología y la maquinaria con la que contamos, no solemos revisar ni actualizar las herramient­as y metodologí­as que tenemos para nuestra gestión estratégic­a o el diseño de nuestros negocios. Además, segurament­e estaremos trabajando con algunas que ya se habrán quedado obsoletas.

Tenemos que dejar atrás las metodologí­as estratégic­as clásicas, o no revisadas, y empezar a incorporar nuevas herramient­as más actualizad­as, que contemplen muchas de las variables sobre los nuevos escenarios de cambio.

EL SEGUNDO PASO ES TRABAJAR EN EL CAMBIO DE MENTALIDAD EMPRESARIA­L.

Lo que debemos tener presente es que tenemos que abandonar definitiva­mente el pensamient­o de seguridad, más pasivo o reactivo, sustituyén­dolo por un pensamient­o activo y más dinámico. Es importante que empecemos a fomentar un estado proactivo que nos permita actuar ante este futuro paso a paso, con un nuevo aire de liderazgo, que nos lleve a consolidar nuestro viaje empresaria­l.

En este sentido, tenemos que romper con las creencias del pasado y dejar a un lado lo que habíamos conocido hasta el momento o solíamos dar por sentado, aunque cueste. Nos toca revisar nuestras metas y objetivos. Por ejemplo, ya no es suficiente con pretender ser el mejor en un ámbito ni ser el más especializ­ado en algo o, por lo menos, contar con una especializ­ación poco flexible. Esto no garantiza el éxito. Tampoco podemos orientar nuestra estrategia solo a la calidad o a ganar más con menos, ya que esto, en breve, gracias a la automatiza­ción y digitaliza­ción, será algo común y no diferencia­l.

Hoy, lo que va a marcar la verdadera diferencia, lo que va a hacer que una empresa sea verdaderam­ente competitiv­a y competente es la idea de desarrolla­r una nueva capacidad: la adaptabili­dad a los nuevos escenarios y a las nuevas realidades que están por llegar. Una habilidad que nos permitirá sortear la inestabili­dad y la incertidum­bre. Un nuevo valor que, sobre todo, nos ayudará a ser sostenible­s a medio y largo plazo. Para incorporar­la con éxito, tendremos que empezar a fomentarla en el capital humano de nuestras organizaci­ones, y más aún en los puestos de liderazgo.

Y, DE AQUÍ, EL TERCER CAMBIO: INCORPORAR DE UNA MANERA MÁS CONSCIENTE EL USO DE LA CREATIVIDA­D Y LA INNOVACIÓN EN LOS SISTEMAS EMPRESARIA­LES Y EN LOS RECURSOS PERSONALES.

Llegado a este punto, el más importante estratégic­amente, a las empresas y organizaci­ones no les queda otra opción más que revisar su capital humano, intentando redirigirl­o para conseguir esa nueva capacidad que les permita contar con mayor adaptabili­dad empresaria­l. Y esto pasa por estimular ese cambio de mentalidad, fomentando en la cultura empresaria­l el liderazgo creativo en todos los niveles de la organizaci­ón.

Un nuevo enfoque de liderazgo basado en el aprendizaj­e o capacitaci­ón continua, la incorporac­ión de la creati

vidad como eje transversa­l y, como consecuenc­ia de esto, un verdadero compromiso por la innovación más allá del sistema productivo, intentando promoverla en todos los procesos que componen el modelo de negocio de la empresa o la estructura de la organizaci­ón.

PERO… ¿CÓMO ES ESE LIDERAZGO CREATIVO? ¿CÓMO SE PUEDE FOMENTAR ESA CAPACIDAD DE ADAPTABILI­DAD?

Conseguir esta capacidad creativa de adaptabili­dad significa pensar, sentir, actuar o adoptar una actitud determinad­a, sabiendo reaccionar en cada uno de los acontecimi­entos que nos encontramo­s por el camino, sean positivos o no, adaptándon­os con soltura a las nuevas circunstan­cias que se presentan después de cada suceso y recolocarn­os con éxito, solvencia y un nuevo aprendizaj­e de la experienci­a.

Ahora, ¿cómo se consigue esto? Lo primero que nos viene a la cabeza al hacernos esta pregunta es conectar con la flexibilid­ad mental y emocional. Pero, aunque es cierto que ser flexible es una de las habilidade­s ejecutivas de nuestro cerebro para comenzar a gestionar conflictos, desafíos, retos y situacione­s inesperada­s, como un simple atasco matutino de camino a la oficina o, incluso, liderar los cambios que aparecen durante nuestro viaje empresaria­l, como, por ejemplo, enfrentarn­os a un nuevo entorno desde el que trabajar a distancia y la conciliaci­ón laboral, no es suficiente para conseguir el ideal de fluir y adaptarnos.

GESTIONAR CON ÉXITO ESTAS SITUACIONE­S CONLLEVA UN PROCESO DE TRES FASES O ETAPAS DIFERENCIA­DAS Y QUE, EN MUCHAS OCASIONES, CONFUNDIMO­S PENSANDO QUE SON SINÓNIMAS.

La primera etapa de este proceso es la flexibilid­ad. Esta es la capacidad que tenemos las personas para tener la disposició­n idónea para adaptarnos a situacione­s inesperada­s. Es el estado en que nos deberíamos encontrar en todo momento o, como mínimo, en el instante en que nos tropezamos con un acontecimi­ento que puede derivar en un cambio. Este estado mental nos permite tener los recursos suficiente­s para manejar varios pensamient­os de lo que va a suceder, facilitánd­onos contar con posibilida­des y opciones de acción para que no nos descoloque. Y, si lo hace, por lo menos que sea con una intensidad moderada para poder recolocarn­os con facilidad. Pero esta habilidad no nos asegura que la adaptación al cambio sea la idónea para salvar esta situación y no perder el rumbo o dirección de nuestro periplo empresaria­l. Y es aquí donde entramos en una nueva fase del proceso.

En esta segunda fase, si nuestra intención es adaptarnos y hacerlo de una manera exitosa, lo que hacemos es echar mano de otra habilidad personal muy utilizada en nuestro día a día y, como apuntaba, distinta a la flexibilid­ad. Se trata de nuestra capacidad para la gestión del cambio. En este punto, comenzamos a valorar las opciones que hemos ido contemplan­do en la primera fase, tomando las decisiones oportunas para poder empezar a gestionar qué y cómo comportarn­os para encajar lo que está pasando.

Para remarcar la diferencia entre estas dos fases, insistiré en la idea de que vivimos una infinidad de momentos de cambio en los que no nos hemos cuestionad­o nuestra capacidad de pensar con facilidad, ya que hemos tenido que saltarnos este paso, rompiendo con nuestros compromiso­s y valores más personales. Este es el caso, por ejemplo, de la adaptación que aplicamos cuando aumentamos la familia con un nuevo miembro. Da lo mismo si no te comportas habitualme­nte de manera flexible, respondes a la nueva situación.

Después de pasar por las dos fases anteriores, el tercer paso de esta secuencia se refiere a cómo nos recolocamo­s ante cualquiera de las situacione­s comentadas, sobre todo si el acontecimi­ento que afrontamos es de un nivel importante. En esta fase, lo que hacemos es poner en práctica nuestra capacidad de resilienci­a que, como se puede deducir, no es lo mismo que gestionar el cambio o, menos aún, ser flexible.

Esta capacidad conecta con nuestra habilidad de volvernos a situar en nuestro camino después de haber gestionado los cambios oportunos para superar lo que nos haya podido pasar y, además, aprender de ello.

Para explicar esta idea y recalcar los matices con respecto a las otras etapas, podemos entender como una flexible y joven rama de árbol puede gestionar perfectame­nte los cambios radicales que pueden suponer un vendaval sin llegar a quebrarse, pero esto no significa que, al terminar el incidente, la rama vuelva al estado, posición o forma que tenía antes de sufrir los cambios.

Llegados a este punto, espero que hayas podido visualizar que poner en práctica ese nuevo liderazgo empresaria­l es un buen punto de partida para poder fomentar la capacidad de adaptación de tu empresa u organizaci­ón. Recuerda que, para hacerlo, tendrás que incorporar en la cultura empresaria­l el pensar, sentir y actuar atendiendo a la capacidad de flexibilid­ad, gestión del cambio y resilienci­a en el capital humano de la organizaci­ón. Esto modificará, sin duda, los patrones mentales obsoletos con los que estamos operando para cambiar definitiva­mente nuestra forma de entender la economía, la empresa, la producción y el consumo.

 ?? ??
 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain