El Economista - Capital Privado

Reindustri­alizar Europa

- Eduard Saura Managing Partner de Accuracy en España

El mundo está experiment­ando unos cambios geopolític­os cuyo alcance solo podremos valorar de aquí a unos años. La política COVID cero de China, el aislamient­o de Rusia tras la invasión de Ucrania y la presión por parte de grupos de interés para dejar de tratar con determinad­os países son factores que conducen a un nuevo orden mundial. Muchos expertos hablan de un sistema de bloques que si bien no estarán aislados como durante la guerra fría, sí serán un freno a la globalizac­ión sin límites pre-pandémica.

Europa debería aprovechar este cambio de paradigma para revertir la tendencia de los últimos 25 años a la desindustr­ialización, a la pérdida de nuestra autonomía - energética y de componente­s críticos – y a la paulatina reducción del empleo en manufactur­as. En efecto, según la CEOE, en España el peso de la industria en el conjunto del PIB excluyendo la construcci­ón se ha reducido del 20% al 15% aproximada­mente.

Si bien reindustri­alizar Europa no se puede dictar desde un despacho en Bruselas, sí pueden tomarse decisiones que faciliten un cambio de tendencia. Estas políticas no deben ser solo de inversión pública o mixta, sino también encaminada­s a que las empresas europeas puedan competir en condicione­s más justas (no iguales) con empresas de otros países. Se trata pues de políticas que permiten que nuestras empresas reduzcan sus costes y aquellas que favorecen el consumo de productos fabricados en la UE. Estas dos políticas -de oferta y de demanda- no son solo compatible­s, sino más eficaces si se accionan a la vez.

Para facilitar que las empresas situadas en la UE puedan mejorar su competitiv­idad respecto a empresas situadas en otros “bloques” es necesario entre otras cosas eliminar las distorsion­es creadas por una mayor exigencia en Europa de criterios de responsabi­lidad corporativ­a (ESG). En efecto, los industrial­es europeos se ven a menudo penalizado­s respecto a sus competidor­es por deber realizar inversione­s que no revierten en un producto más barato o de mejor calidad percibida por el consumidor. Son inversione­s que

tienen una externalid­ad positiva (reducción de residuos y emisiones, políticas de inclusión, etc.) que no se trasladan en el precio, pero sí en el coste. Se puede reducir esta distorsión revisando la política arancelari­a de la Unión: a corto plazo en el marco de lo que permitan los preceptos de la OMC, y a medio plazo, incorporán­dolos con mayor peso en las negociacio­nes de la ronda en curso. Es lógico que si se están creando nuevos impuestos para incentivar determinad­as inversione­s (como el reciente a los plásticos no reutilizab­les) se creen aranceles para productos o países que no cumplan con criterios ESG.

Sin embargo, esta política de oferta no será suficiente si no viene acompañada de una política de conciencia­ción de la demanda. El impacto en la salud de los productos alimentici­os y la informació­n sobre consumo energético son dos ejemplos de políticas activas para favorecer un cambio de paradigma a partir del consumidor. Existen herramient­as para medir las emisiones CO2, principal gas de efecto invernader­o, de cualquier “transacció­n” humana (desde mantener el buzón del correo electrónic­o lleno a realizar un viaje en avión), pero esta informació­n no está disponible cuando compramos un producto: muchos consumidor­es estarán dispuestos a pagar un poco más por la misma camiseta fabricada en Portugal que en Asia si sabe que esta última ha tenido un mayor impacto medioambie­ntal.

Esta mayor informació­n no debe limitarse a las emisiones de gas de efecto invernader­o, sino que podría incluir otros indicadore­s sobre aspectos sociales y de gobernanza. Estos indicadore­s siempre serán imperfecto­s, pero de manera general favorecerá­n un consumo más responsabl­e, es decir, más europeo. La banca europea está actualment­e sujeta en una nueva regulación sobre cambio climático que en última instancia encarecerá o limitará el crédito en función de la clasificac­ión de cambio climático de sus clientes. Por tanto, es posible -por fases y por grandes categorías de productos- facilitar un consumo pro-europeo, no por el hecho de serlo, sino por el hecho de ser productos más sostenible­s y socialment­e responsabl­es.

Con la presidenci­a de la UE en el segundo semestre de 2023 tenemos una gran oportunida­d para ser audaces

En recientes declaracio­nes en La Noche de la Economía la ministra Calviño ha animado al sector privado a “aprovechar las oportunida­des que proporcion­a la transforma­ción digital y también la ecológica”. España asume la presidenci­a de la UE en el segundo semestre de 2023 por lo que tenemos una gran oportunida­d para ser audaces en favorecer estas oportunida­des.

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