Prueba a fondo: BMW 840d xDrive. ¿Puede un deportivo Diesel enamorar tanto como un gasolina?
El fabricante germano recupera un nombre casi mítico en este gran cupé que, fiel a sus orígenes, encuentra su mayor virtud en el equilibrio entre viajar rápido pero con una comodidad regia
BMW recurre a una denominación mítica en la firma abandonada a finales de los 80 para el lanzamiento de su nuevo gran coupé que viene a sustituir a la Serie 6. Desarrollada conforme a los mismos niveles de deportividad y comodidad del citado modelo, la nueva Serie 8 marca referencia en el segmento de los Grandes Turismos al incorporar las últimas novedades en materia de equipamiento a nivel mundial, sin renunciar a ser fiel al tacto deportivo del que hacen gala casi todos los modelos de la firma. En este caso está disponi
ble desde el verano del año pasado en su variante coupé, si bien la oferta creció con su declinación cabrio en primavera y se ampliará aún más con su equivalente cuatro puertas Gran Coupé que hará su aparición antes de fin de año.
Por el momento está disponible con dos versiones de motor: un Diesel de 320 caballos y un gasolina de 530 caballos –M850i–. En nuestro caso optamos por la variante Diesel por encajar a la perfección con el espíritu rutero infatigable del que debe hacer gala como Gran Turismo de pura raza. Nos encontramos ante ➥
Su selector de modos de conducción, que afecta a la amortiguación, permite variar el comportamiento del Serie 8, que en ningún caso se rinde ni a la comodidad ni a la deportividad
➥ un bloque de seis cilindros en línea, como marca la tradición, prodigioso en materia de suavidad de funcionamiento, empuje contundente y refinamiento en su funcionamiento, acompañado por un cambio por convertidor de par de ocho velocidades que encaja a la perfección con la filosofía del conjunto.
Más madera
Una vez superado el impacto que es capaz de transmitir su inmensa carrocería de casi cinco metros de largo con una suavidad y elegancia en sus líneas que lo convierten en una verdadera escultura rodante, quedamos gratamente sorprendidos por un habitáculo con un nivel de calidad y refinamiento en su fabricación difícil de encontrar en el automóvil actual. Piel, ante, aluminio y fibra se combinan certeramente en un habitáculo coronado por el pomo de la palanca de
cambio en material similar al vidrio, una solución ya empleada por los Volvo XC90. Tanto el acceso al habitáculo como las cotas interiores lo convierten en el deportivo ideal para personas corpulentas, con unas plazas delanteras realmente inmensas y unas posibilidades de regulación muy amplias en sus increíbles butacas, que no renuncian por ello a una excelente sujeción lateral cuando estamos en movimiento. No podemos decir lo mismo de las dos plazas traseras, realmente angostas en su tamaño, lo que las hace aptas para niños. El conjunto no se olvida de un profundo maletero de 420 litros de capacidad; realmente más que suficiente para los dos ocupantes habituales.
Desde la pantalla central táctil de 10,2 pulgadas controlamos el funcionamiento de la mayor parte de los órganos mecánicos y electrónicos del vehículo, pantalla que también podemos manejar desde el tradicional mando circular, mediante órdenes vocales o gestualmente en alguna de sus funciones. Cuenta con la evolución del software BMW 7.0 que simplifica aún más su funcionamiento, lo que no evita que requiere de cierto aprendizaje; como es conocido el manejo del entorno multimedia de los BMW no destaca por su sencillez.
Mecánicamente, el conjunto se completa con tracción integral mediante un viscoso central, tarado para que en condiciones normales el eje trasero sea el que recibe el 100% de la potencia y con ello se convierta en el gran protagonista de nuestra conducción. Opcionalmente disponemos de exquisiteces mecánicas como estabilizadoras activas que reducen los rebotes e inclinaciones de carrocería y con autoblocante trasero.
Sobre el asfalto llama la atención la insonorización del habitáculo, tanto por la ausencia de ruidos parásitos como de vibraciones. De hecho parace mentira que estemos al volante de un seis cilindros Diesel. En paralelo destaca la agilidad de un conjunto que mide lo que mide y pesa lo que pesa. En esto tiene mucho que ver el eje trasero direccional, que en función de la velocidad gira los neumáticos traseros en el mismo sentido que los delanteros o en el contrario para hacerlo mucho más ágil tanto en maniobras de ciudad y carreteras retorcidas como a alta velocidad. En este contexto puede que la dirección sea el órgano menos ágil del conjunto, y más bien por un tacto poco directo que por falta de agilidad. En autopista es un verdadero trasatlántico sobre el asfalto, de hecho más vale que controlemos la velocidad porque podemos duplicar los límites sin ser conscientes de ello.
Ágil en modo Sport
Pero es en zonas de montaña cuando al ponerle a prueba sale a relucir un motor que empuja como una mula, junto a un sistema de tracción integral que tan pronto como detecta el más mínimo subviraje se encarga de mandar par al eje delantero, lo que nos devuelve a nuestra trayectoria, aunque sin olvidar las lógicas inercias impuestas por su peso. Hablamos siempre con el programa Sport seleccionado que afecta tanto al tacto de amortiguación –que apenas varía– como a la gestión de cambio, dirección y motor.