Usuario. ¿De verdad que los atascos de las grandes ciudades tienen solución? Parece que sí.
Algunas capitales como Oslo y Moscú han demostrado que existen soluciones para paliar el caos circulatorio y los embotellamientos en los cascos urbanos; descubre las soluciones
Cerrar el centro al tráfico, eliminar todas las plazas de aparcamiento, potenciar y abaratar el transporte público... son algunas de las medidas que las administraciones de las principales ciudades están llevando a cabo para luchar contra los atascos. Sin embargo, no en todas partes los resultados dan sus frutos.
La congestión del tráfico y la contaminación son dos de las grandes preocupaciones de las urbes modernas. Desde siempre la construcción de las metrópolis ha estado ligada al trazado de vías, más o menos anchas, para facilitar el tráfico de coches. Pero en los últimos años la multiplicación de vehículos en el centro de las grandes urbes se está convirtiendo en un impedimento, no solo para la movilidad sino también para la salud, un problema que urge solucionar.
Además de generar la indeseada polución, los atascos suponen una pérdida de tiempo, y de dinero, para los conductores sin que la solución parezca estar muy clara. Los expertos abogan por un cambio de mentalidad en el usuario para que deje el coche en casa, pero asimismo hacen falta compromisos eficaces desde las administraciones que contenten a todas las partes. Lo cual no es nada fácil.
Soluciones las hay para todos los gustos. Como, por ejemplo, la que estudian en Reino Unido, subvencionar con 3.500 libras –unos 3.800 euros– al año a cada conductor que deje el coche en casa y utilice transporte público, bicicleta o coche compartido. O la ciudad inteligente que se está construyendo en Corea del Sur, una nueva urbe, Songdo, en la que todo está cerca y no existen los automóviles, solo bicis y transporte público.
En las ciudades españolas las soluciones también son variopintas y tienen más o menos éxito. Si estás leyendo este reportaje te vendrá a la cabeza la iniciativa de Madrid Central, una medida que ha levantado bastante polémica.
Madrid es una urbe en la que año tras año siguen aumentando sus atascos. Según el informe Global Traffic Scorecard de 2018, realizado sobre 220 ciudades
de todo el mundo, en la capital española subió la congestión del tráfico un 3% en el último año y cada madrileño perdió 129 horas al año –5 días y 9 horas– a causa de los atascos.
Pero no solo es Madrid donde dejamos muchas horas al año en congestión. En Barcelona, en 2018, los embotellamientos aumentaron un 5%, según esta fuente, y cada conductor desperdició 147 horas al volante –6 días y 3 horas–.
La Ciudad Condal tiene preparado un protocolo que no entrará en vigor hasta el 1 de enero de 2020. Esta norma será similar a Madrid Central pero con restricción del tráfico a los vehículos sin etiqueta en casi toda la ciudad entre las siete de la mañana y las ocho de la tarde. Hasta el momento, las medidas aplicadas en la capital catalana no van más allá de los carriles bici, reducción de velocidad en algunas vías y nuevas calles peatonales.
En este cómputo negativo no se quedan atrás localidades como Valencia. En la ciudad del Turia se han puesto en marcha diversas zonas peatonales y un gran anillo central para bicis que conecta con los del extrarradio, pero Valencia es la segunda ciudad española, después de Barcelona, donde más tiempo pierde cada conductor en atascos, 136 horas al año. Según el informe TomTom Traffic Index de 2018, las únicas ciudades españolas que redujeron sus atascos el año pasado fueron Granada, que inauguró una nueva circunvalación, y San Sebastián, con más carril bici y calles peatonales. Pero, lo hicieron un casi indetectable 1 %.
Soluciones a la europea
Otras soluciones mucho más eficaces con las aplicadas por Oslo o, incluso, por la congestionada Moscú. El año pasado en la capital noruega se rebajaron los atascos un 13%, según el Global Traffic Scorecard. Y en Moscú, la ciudad más congestionada de Europa, se logró un descenso del 12%.
Pero, ¿cómo lo han hecho? En realidad las políticas para reducir el tráfico y la contaminación en el centro de las grandes ciudades se basan en una combinación de varias estrategias. Por ejemplo, ya es sabido que en Noruega, los coches eléctricos están subvencionados, lo que significa que pagan menos impuestos que los de combustión. Esto es bueno para disminuir la contaminación pero no para los atascos. Para luchar contra ambos, Oslo puso en marcha en 2015 un plan que incluía mejorar el transporte público, la cons
Eliminar las plazas de aparcamiento del centro es una de las medidas más eficaces en las capitales europeas
trucción de al menos 60 kilómetros de carriles para bicicletas y delimitar el transporte privado en el centro de la urbe. Pero, cuando el ayuntamiento consultó a los vecinos, el intento de cerrar las calles al tráfico privado fue rechazado.
Entonces, el consistorio de la capital noruega ideó otra solución, solo cerraría al tráfico una mínima parte del centro pero prohibiría el aparcamiento en las calles de todo el centro urbano y a todo tipo de automóviles, incluidos los eléctricos. La medida fue un éxito porque de esta forma se evita el flujo constante de coches dando vueltas por las calles en busca de aparcamiento y esas zonas que antes eran para aparcar, ahora son espacios para peatones, para el transporte público y para las bicicletas. En 2018, Oslo fue la capital europea que más redujo las congestiones de tráfico, según el Global Traffic Scorecard.
En cuanto a Moscú, la lucha contra los atascos y la contaminación se libra a conciencia y solo en el último año mejoró su caótico tráfico en un 12%. La políticas de la administración se centran en el pago por aparcar, pero también han mejorado el transporte público, rebajando incluso sus precios. Asimismo, en la capital rusa se ha creado una red de bicicletas públicas y se ha potenciado el coche compartido para acceder al centro de la ciudad. Además se ha restringido la circulación de los camiones por la capital.
Estas medidas también han dado su fruto en otras localidades rusas como, San Petersburgo, donde se han reducido los atascos un 5%, y Volgogrado con un descenso considerable del 18%.
Moscú es capital más atascada de Europa y Oslo, la que más reduce la congestión
Las ciudades europeas que más redujeron sus atascos en 2018 fueron dos alemanas, Mannheim, un -21%, y Wiesbaden, un -20%. Entre las urbes que han encontrado una solución para mejorar el tráfico están también la británica Liverpool, la germana Hannover y la noruega Bergen. Para ello, en todos los casos las restricciones del tráfico en el centro y la mejora del transporte público han sido claves.
No estaría completo este reportaje si no habláramos de Ámsterdam, la capital de la bicicleta. Una ciudad pionera en la lucha contra los atascos y la contaminación que ya en los años 80 del siglo XX decidió reorganizar el centro urbano y apostar por las bicis. Así, en 2018 los atascos bajaron un 12% ya que la capital holandesa ha restringido, además, el tráfico en el centro a camiones, ciclomotores y taxis que no cumplan con ciertas
➥ especificaciones. Al tiempo, se sigue potenciando el transporte público. Igualmente, cada año se eliminan mil plazas de aparcamiento del centro de la ciudad y en las que quedan se aumentan las tarifas.
Otra urbe que ha conseguido reducir sus atascos de una manera significativa en 2018 ha sido Viena. El año pasado, en la capital austriaca el uso de la bici creció un 26% mientras que las congestiones del tráfico cayeron un 11%. Una de las más fuertes apuestas para ello por parte del consistorio vienés es la potenciación del transporte público.
Asimismo hay que hablar de Estambul, una ciudad con un tráfico anárquico pero que en 2018 logró reducir la congestión en un 6%. Una de las claves, los taxis compartidos y minibuses. Aunque la capital turca está muy lejos de ser una ciudad modelo ya que su nivel de congestión del tráfico fue en 2018 del 53%.
Otra metrópoli que destaca por su caótico tráfico es Nueva York. Y pese a que en 2018 consiguió rebajar la congestión de sus calles en un 4%, cada conductor pierde 133 horas al año en los embotellamientos. Para mejorar aún más, en la ciudad de los rascacielos se está estudiando resucitar el tranvía en zonas como Brooklyn y Queens, barrios con un sistema de metro deficiente. Del mismo modo, a finales de 2020 entrará en vigor el peaje para todo el centro financiero. De momento, el ayuntamiento de la Gran Manzana ha puesto en marcha una red de bicicletas públicas con más de 12.000 unidades y 750 zonas de aparcamiento para ellas.
Berlín también ha mejorado en el último año, aunque sus conductores siguen perdiendo 154 horas al año en atascos. Una serie de medidas como las pegatinas para identificar coches, la mejora del transporte público y el cierre a los coches del centro urbano han aliviado sus atascos en un 5%.
Políticas que no funcionan
Sin embargo, no todas las ciudades han dado con la clave para reducir atascos. Una de esas capitales es París, donde cada conductor pierde 237 horas al año en embotellamientos, es decir 40 minutos diarios. Según el informe de TomTom, la capital francesa sigue teniendo un nivel de congestión del 36%, pese a que el centro de la ciudad está cerrado al tráfico, en determinadas ocasiones el transporte público es gratuito y los coches antiguos están prohibidos en los protocolos anticontaminación.
Una solución que parece muy atractiva, la del transporte público gratuito, es la que aplican en Luxemburgo y Tallín. Sin embargo, tampoco en estas dos urbes da resultado. En la capital de Estonia la congestión de tráfico sigue siendo del 30%, y en el minúsculo estado centro europeo del 33%.
Las calles peatonales podrían ser otra solución, pero en Bruselas, una de las ciudades europeas donde más se prodigan estas zonas sin tráfico, sus conductores siguen sufriendo un 37% de congestión. Eso sí, consiguen mantener estable este porcentaje.
Entre las ciudades con más atascos están dos capitales mediterráneas. En Roma se han diseñado tres anillos cerrados al tráfico en el centro de la ciudad y se han creado diversas zonas peatonales para reducir la contaminación, mientras que en Atenas se limitan a prohibir por matrícula cuando se producen episodios de polución. En ambas se lucha contra la contaminación pero nada se habla de reducir los atascos.
En cuanto a Londres, el año pasado la congestión subió en la capital británica un 37%. Y eso, a pesar de que desde hace más de 15 años hay que pagar para entrar en el centro, en una zona de 21 km2. Este año, ha estrenado doble tasa para los más contaminantes.
Como vemos las mismas medidas no funcionan en todas las ciudades lo que nos hace pensar que otras circunstancias entran en juego a la hora de luchar contra los atascos y entre ellas hay que contabilizar el tipo de ciudad, su tamaño, la eficacia de su transporte público y el acceso al centro o, por qué no, también la mentalidad de sus usuarios.
En Barcelona sus conductores pierden 147 horas al año en atascos, en Valencia, 136, y en Madrid, 129