VUELTA A LAS ANDADAS
El nuevo Renault Clio parece más un rediseño por su parecido con el anterior, pero en realidad es una generación totalmente inédita, con importantes novedades técnicas y tecnológicas. A pesar de todo ello, el triunfo no lo tiene fácil si enfrente está el
Ford Fiesta y Renault Clio son dignos rivales de los Opel Corsa, Peugeot 208 y Seat Ibiza. Pero hemos decidido enfrentarlos aparte para comprobar cómo se las gasta un modelo totalmente nuevo –Clio– con otro de la ‘vieja guardia’ – Fiesta–. Para empezar, el Renault es un coche que ha cambiado radicalmente para parecerse más que nunca a su hermano mayor, el Mégane. La imagen entre ambos es prácticamente idéntica, de ahí que cueste diferenciarlos un poco al calcar hasta la forma de los faros, aunque la paleta de colores alegres y vivos del Clio nos sirve para distinguirlo a simple vista, pero en esta ocasión se ha optado por un azul metalizado más serio –620 euros–. El Ford, a su lado, es un coche juvenil y desenfadado, que se aleja un poco del aspecto formal del Renault. De hecho, el Fiesta es de los pocos utilitarios del segmento que afortunadamente se vende con carrocería de tres puertas, si bien hay truco: las versiones ‘cupé’ están disponibles sólo en una parte de los acabados con los que se configura el coche, como el ST.
Cuestión de gustos
La postura de conducción del Fiesta también es más deportiva. No sólo porque el asiento va colocado un poco más bajo, sino porque las pier- ➥
➥ nas van ligeramente más estiradas sin que esto perjudique el espacio de los pasajeros de atrás, cuyas plazas son perfectamente válidas para dos adultos. El Clio, en cambio, demuestra una vez más que su cabina es más tradicional y podemos decir que hasta lujosa por acabados plásticos, con unas butacas algo más confortables y sin el agarre que ofrecen las del Fiesta, que cuentan con unas ‘orejas’ más prominentes. El Renault, además, cae rendido a las últimas tendencias tecnológicas del sector, de ahí que a la pantalla del cuadro de mandos de siete pulgadas, en la que se reproduce el navegador, se une otra táctil de 10 pulgadas con la que se maneja el equipo de infoentretenimiento Easy Link conectado a internet, ahora con más funciones y menús, todos ellos de fácil manejo. El espacio en el habitáculo del Clio también se aprecia superior, sobre todo, en las plazas posteriores, sin olvidar el maletero, más capaz que el del Fiesta –éste muy en la línea de los Corsa y 208– y parecido al del Seat Ibiza por dimensiones.
Tan distintos…
Ya en marcha, el Fiesta siempre se siente más dinámico, incluso en ciudad, y eso que su motor, aun siendo más potente, tiene bastante menos par que el TCe del Clio, por
lo que las respuestas siempre son más perezosas. Esto nos obliga a recurrir al cambio con frecuencia para bajar una o dos marchas. Su posición es ideal y el escalonamiento también. En el Clio, en caso de acelerar a fondo, la transmisión automática EDC también se comporta a la perfección, una caja de cambios que viene de serie con este propulsor de 130 caballos y que sólo se puede manejar secuencialmente a través de las grandes levas metálicas del volante. A pesar de que no llega a tener la rapidez y la lectura de un DSG, esta EDC cumple sobradamente en el día a día por suavidad –el motor de 140 caballos del Ford no tiene la posibilidad de asociarse a un cambio automático ni como opción–. Además, el Ecoboost no es tan eficiente como el TCe, ya que gasta del orden de medio litro más a los 100, cifra que hemos calculado con los programas de conducción más eficientes. El Ecoboost, al final, es un propulsor un poco perezoso cuando cae de vueltas o aceleras a fondo, momentos en los que por cierto nos recuerda que es un tricilíndrico por sonido y vibraciones.
Por lo demás, el Clio es un excelente rutero por aplomo y silencio de rodadura. El Fiesta se comporta prácticamente igual, pero de vez en cuando te pide que le des un poco de caña para divertirte…