De la gorra de cuero al casco de alta tecnología
Cuando el automovilismo de competición empezó a dar sus primeros pasos, en los inicios del siglo XX, la protección de los pilotos era nula. No había cinturones de seguridad, cascos, ni siquiera unos asientos que ofrecieran una mínima sujeción y seguridad. El único elemento adicional para protegerse de los elementos eran las gorras de cuero, ajustadas, y en algunos casos, con orejeras para amortiguar el ruido, además de las gafas. No fue hasta la década de los años 50 cuando empezaron a utilizarse unos básicos cascos. La exposición permanente “33 extras” que se exhibe en el Museo Mercedes-Benz de Stuttgart, Alemania, repasa diferentes accesorios relacionados con la historia del automóvil y esta evolución de la gorra de cuero al casco tecnológico es uno de esos ‘extras’. Aunque la gorra ajustada de cuero nació para proteger a los pilotos cuando los coches de competición eran abiertos, pronto se convirtió en un elemento de moda y distinción que ha seguido hasta nuestro días y que siguen utilizando muchos conductores de vehículos clásicos. Los primeros cascos eran de media concha, con unas sencillas aplicaciones de cuero o algodón para proteger los oídos.
Las mejoras continuas llevaron a la aparición del ‘casco jet’ que cubría las orejas. El casco integral se convirtió después en el estándar y fue añadiendo elementos como un ajuste optimizado, gestión del flujo de aire, conexión de radio y hasta participa en la propia aerodinámica del vehículo en el caso de los monoplazas y coches abiertos. En 2003 se introdujo el sistema de ‘seguridad de la cabeza y el cuello’ HANS, que conecta el casco y el vehículo para proteger la parte superior de la columna de lesiones graves en un accidente.