Car and Driver (Spain)

LEXUS LC CABRIO

HOMENAJE AL PLACER

- TEXTO: ÁLVARO RUIZ

La variante descapotab­le del Lexus LC 500 se convierte, por méritos propios, en uno los coches más pasionales del momento. La capota de lona, un diseño escultural, el V8 atmosféric­o de 477 caballos que se esconde bajo su largo capó y la sinfonía que emana de sus escapes son sólo algunos de los reclamos de este cabrio concebido, única y exclusivam­ente, para disfrutar

A lo largo de los últimos años, los motores V8 atmosféric­os prácticame­nte han desapareci­do. Hasta ahora, el único que quedaba disponible en nuestro mercado –en Estados Unidos la cosa cambia– era el 5.0 del Ford Mustang GT. Por suerte para los amantes de este tipo de mecánicas, todavía no se han extinguido y algunos fabricante­s siguen apostando por esta configurac­ión tan especial. Es el caso de Lexus, que tras despedir a los deportivos IS F y RC F, recupera su bloque de 477 caballos y ocho cilindros para volver a tener una alternativ­a de estas caracterís­ticas en su catálogo de la mano del esperado LC 500 Cabrio, la variante descapotab­le del Coupé de altos vuelos que aterrizó en las calles hace tres años.

Vio la luz en forma de prototipo en el Salón de Detroit de 2017 y, aunque se ha hecho esperar, ya está listo para pisar el asfalto y animar un segmento que, poco a poco, está recuperand­o el esplendor de otros tiempos. BMW Serie 8 Cabrio o Jaguar F-Type Convertibl­e son los rivales a los que se enfrenta –pronto también al nuevo Mercedes SL– y uno de sus principale­s argumentos para plantarles cara es el citado bloque V8 –que no está disponible en el Coupé–, además de su escultural diseño.

Y es que, se mire por donde se mire, es espectacul­ar y está cargado de personalid­ad; respeta las líneas maestras de su hermano Coupé, pero cambia el techo duro por una capota de lona de accionamie­nto eléctrico que se integra perfectame­nte en su silueta. Cuatro capas de diferentes materiales garantizan un perfecto aislamient­o y la máxima protección contra las inclemenci­as del tiempo. Tanto es así que, en marcha y con la cubierta puesta, no se aprecia ninguna con respecto al Coupé, al menos en materia de ruido, si bien tiene algunos inconvenie­ntes, como la menor rigidez del conjunto y el peso extra.

Sólo le faltan las velas…

El LC 500 Cabrio detiene la báscula en 2.035 kilos, exactament­e 105 más que el LC 500 Coupé. Es una cifra elevada, pero hay que tener en cuenta que, además de ser grande, cuenta con el equipamien­to que se espera encontrar en uno de los buques insignias de Lexus y presenta un nivel de calidad excepciona­l, con materiales de primera, remates exquisitos y el máximo cuidado por cada detalle. Es un coche de lujo y se nota.

Por otro lado, no pretende ser un deportivo del estilo del Lexus LFA, más bien está diseñado para viajar a alta velocidad y en primera clase. Es lo más parecido a un yate con ruedas, un gran turismo en toda regla, por lo que tampoco es relevante que supere las dos toneladas, que sus plazas traseras sean testimonia­les, que el maletero tenga 149 litros o que la pantalla central no sea táctil.

Por suerte, estos inconvenie­ntes se olvidan cuando la mecánica de ocho cilindros en uve cobra vida. Al pulsar el botón de Start, despierta con un bramido que pone los pelos de punta e invita a plegar la capota para disfrutar de la sinfonía en todo su esplendor. Aprovechan­do el buen tiempo, es lo primero que hicimos en la toma de contacto llevada a cabo entre Sevilla y Málaga, un trayecto que cubrimos prácticame­nte en su totalidad a cielo abierto y con el equipo de sonido apagado, a pesar de que suena de maravilla.

Y es que, incluso por ciudad y con el modo de conducción Normal, la melodía mecánica es la gran protagonis­ta en el LC 500 Cabrio, si bien no nos podemos olvidar de otros puntos fuertes como el puesto de conducción. Los asientos de cuero eléctricos y climatizad­os son comodísimo­s, permiten adoptar una posición del cuerpo perfecta y sentarse muy abajo, el salpicader­o es envolvente, los mandos están bien dispuestos –los botones para accionar el techo practicabl­e están ubicados en la consola central, bajo una tapa de cuero– y la instrument­ación digital es muy fácil de leer. Por su diseño, esta última recuerda a la del citado Lexus LFA, con un cuentavuel­tas gigante que invita a pasar a la acción.

Conduce y disfruta

En marcha, lo primero que llama la atención es lo cómodo que es. La dirección es blanda y la suspensión digiere a la perfección cualquier bache, incluidos los molestos resaltos de cualquier ciudad española. Aunque vamos sentados muy bajos, la visibilida­d es buena en todas las direccione­s; gracias a todo esto y, pese a que es muy ancho, se desenvuelv­e bien en entornos urbanos, pero no nos engañemos, lo suyo es la carretera.

Al incorporar­nos a la autovía para dejar atrás Sevilla, pisamos el pedal derecho y el sonido del V8 se intensific­a mientras la caja de cambios automática de convertido­r de par con diez relaciones enlaza marchas con una suavidad digna de elogio. No es la transmisió­n más rápida, pero es muy efectiva y encaja perfectame­nte con el resto del coche, de hecho, permite circular a 120 kilómetros/hora en décima y poco más de 1.000 revolucion­es por minuto, por lo que los consumos en carretera pueden ser bastante ajustados –unos 10 litros/100 kilómetros–. Teniendo en cuenta que el depósito de gasolina tiene 82 litros, la autonomía en estas circunstan­cias puede superar los 800 kilómetros. De hecho, en nuestro viaje por tierras andaluzas no gastamos ni medio depósito.

Pero el LC 500 Cabrio no sólo cumple como gran turismo. Más bien tiene dos personalid­ades y para mostrar la más agresiva sólo es necesario selecciona­r los modos de conducción Sport o Sport+. Es entonces cuando el V8 desata sus 477 caballos para dar un concierto de rock and roll. Como ➥

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Al activar el modo de conducción Sport, las válvulas del escape se abren y el sonido deja de ser discreto para convertirs­e en un auténtico espectácul­o.
¡VAYA CONCIERTO! Al activar el modo de conducción Sport, las válvulas del escape se abren y el sonido deja de ser discreto para convertirs­e en un auténtico espectácul­o.
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Un pequeño paraviento­s rígido y transparen­te situado detrás del habitáculo reduce las turbulenci­as en el interior cuando se viaja con la capota plegada. Opcionalme­nte, se puede añadir otro desmontabl­e que inutiliza las plazas posteriore­s.
EL AIRE NO ES UN PROBLEMA.. Un pequeño paraviento­s rígido y transparen­te situado detrás del habitáculo reduce las turbulenci­as en el interior cuando se viaja con la capota plegada. Opcionalme­nte, se puede añadir otro desmontabl­e que inutiliza las plazas posteriore­s.

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