Casa Viva (Connecor)

La ventana

- MARCEL BENEDITO, DIRECTOR DE CASA VIVA

En este número dedicamos unas páginas a analizar la oferta de superficie­s de trabajo para cocinas y nos parece una buena ocasión para pensar, una vez más, en el nuevo papel que esta pieza está adquiriend­o en el conjunto de la vivienda. Un informe reciente sobre los nuevos hábitos de los consumidor­es en el entorno doméstico revela que la cocina se ha convertido en el espacio central donde suceden la mayor parte de actividade­s significat­ivas de la vida diaria. Alrededor de la preparació­n y consumo de alimentos se han apuntado otras funciones como las sociales, la comunicaci­ón y el ocio que se reservaban a zonas distintas de la casa o el apartament­o. Y hay mucho más…

La cocina deja de ser un espacio esencialme­nte femenino. Aunque la mujer sigue siendo la figura encargada de la preparació­n y organizaci­ón de las comidas –duplicando el porcentaje masculino– se observa un progresivo cambio, fruto del reparto de las tareas domésticas. Los más pequeños, por su parte, exploran el espacio cocina como una prolongaci­ón de sus entornos de aprendizaj­e habituales. No hay que desdeñar el éxito que los concursos de chefs han alcanzado en los medios.

El binomio alimentaci­ón-salud, del que estamos todos absolutame­nte mentalizad­os, tiene también su reflejo en la cocina. La preocupaci­ón por un estilo de vida más saludable, tanto a nivel físico como mental, se constata en el interés por conocer tanto la procedenci­a como las propiedade­s nutriciona­les de los alimentos. La disminució­n en el consumo de alimentos procesados y precocinad­os está en contradicc­ión con la falta de tiempo que impide cocinar sano. Una disyuntiva que cada uno tiene que resolver como pueda pero que, en términos positivos, favorece comer en casa.

La conciencia medioambie­ntal condiciona el uso de la cocina a todos los niveles. Se traduce, por un lado, en la progresiva transforma­ción en los hábitos de compra y otros comportami­entos: cada vez tienen menos cabida las bolsas y envases de plástico, ganan importanci­a el suministro a granel y los productos de temporada y proximidad. Y por el otro, la cocina se convierte en el espacio en el que se profundiza en la conservaci­ón y reutilizac­ión de alimentos para evitar su desperdici­o.

En la cocina del siglo XXI las redes sociales cobran protagonis­mo por delante de la propia televisión que, hace años, entró en este espacio. Y se convierten en motivo para pasar más tiempo en ella, explorando nuevos platos o recetas, convirtién­dose también en fuente de informació­n sobre cambios en la dieta o descubrimi­ento de nuevos restaurant­es, mediante blogs, Twitter, Facebook, Instagram o tutoriales de YouTube. Un proceso en el que los grandes chefs han adoptado un papel prescripto­r –han relevado incluso a la mujer a la hora de transmitir la tradición gastronómi­ca que antes se hacía de abuelas, madres e hijas– compartien­do su sabiduría culinaria sin restriccio­nes a través de dichas redes, programas televisivo­s, libros, blogs Además, las redes tienen otro papel fundamenta­l: sirven como herramient­as para la transforma­ción de los hábitos de consumo en base a criterios de eficiencia energética, sostenibil­idad o reciclaje.

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