La ventana
El orden se ha convertido en una extraña rama del mundo de la autoayuda. “Ordena tu casa y sé feliz” es el imprevisto lema con que se presenta la gurú japonesa Marie Kondo en sus libros, verdaderos best-sellers en todo el mundo. La Kondo triunfa con su libro y sus conferencias donde promulga la fe en el minimalismo entendido como el camino para “ordenar, organizar y simplificar tu casa y tu vida”. Esta especie de filosofía new age viene a decir que menos cosas en el armario equivalen a más calidad de vida y que el nuevo estilo de vida implica desprenderse de todo aquello que no es absolutamente necesario para nuestra realización como personas.
El libro está lleno de sentencias deliciosas tipo “El minimalismo es hacer espacio para lo que más importa”, o bien “Cada vez que entre en tu casa un objeto nuevo, debe salir uno similar”.
Frases más o menos huecas que demuestran, una vez más, que las obras de autoayuda son grandes enciclopedias del sentido común.
Justo ahora que el mundo de las tendencias decorativas parecía dispuesto a repudiar definitivamente el minimalismo derivado de las frías teorías de la Bauhaus, llega esta señora y nos recuerda lo que ya sabíamos, pero temíamos declarar. Efectivamente, ¿quién necesita acumular trastos en la era de la sobreproducción, la explotación del planeta y los recursos? Es lógico que, si luchamos por un entorno limpio y protegido de la avaricia humana, aprendamos a vivir con lo indispensable. Pero no sólo en cuanto a camisetas y corbatas, sino en todos los órdenes de la vida cotidiana. La economía circular también llega al ámbito doméstico.
La cuestión es si también debemos aprender a vivir en entornos con una mínima intervención decorativa, donde las líneas simples de la arquitectura y la belleza del paisaje, del jardín o del skyline urbano sean suficientes para colmar nuestra sensibilidad. Casas modeladas por la luz, cuatro muebles, materiales agradables, wifi y poco más. En el panorama de los restaurantes el vintage sigue en pleno auge inundando las cafeterías de medio mundo de paisajes visuales exuberantes atestados de cosas y referencias culturales exóticas, a modo de excusa, para atiborrar a placer. Los del gremio de la restauración creen que su público se siente especialmente a gusto en estos escenarios ligeramente sobrecargados y no seremos nosotros los que les digamos cómo deben llevar su negocio. Ahí no llega el minimalismo, obviamente. Tal vez la filosofía del orden no tiene vocación de pasar más allá de los armarios y las estanterías. Pero, más que una moda, parece una consecuencia lógica de la necesidad de cuidar nuestro entorno, reciclar y ser precavidos con lo que usamos y tiramos. Puede ser una buena oportunidad para replantear el aspecto de nuestras casas, para decidir qué nos gusta y qué no nos gusta en cuestión de decoración y si ha llegado el momento de normalizar los interiores y simplificarlos, como nuestra vida, para vivir con menos e intentar ser más felices.