Apartamento PARA UN ESCRITOR
Este proyecto comprende la rehabilitación, el interiorismo y el mobiliario de una vivienda de cincuenta y ocho años de antigüedad, en un bloque residencial. Su propietario es un conocido editor y escritor que vive con sus dos hijos, un niño de once años y una adolescente de catorce. El proyecto cumple todas las expectativas.
El proyecto debía reunir cuatro condiciones indispensables. La primera, dotarlo de aislamientos térmicos, que no tenía, a pesar de estar bajo cubierta plana; la segunda, instalar la calefacción; la tercera, remodelar la vivienda utilizando soluciones prácticas y económicas y, la cuarta, aprovechar los muebles que tenía en la antigua vivienda.
Se trató de construir una vivienda de bajo coste, imaginativa, aceptando planteamientos que fueran más allá de las convenciones. Esto, salvando el reto –importantísimo- de tener que aprovechar el mobiliario que tenía el propietario en la antigua vivienda, resultaba suficientemente motivador, para iniciar la aventura.
El proyecto comienza derruyendo todos los tabiques y haciendo un planteamiento abierto del espacio. Del recibidor, se saca partido de los m2, excesivos, que tiene y los destina a un estudio para los hijos y ocasionalmente para el padre. Con el resto de metros se hace un recibidor, más pequeño que el anterior, pero incorporado visualmente al estudio, con muebles bajos. En esta zona ya se produce el primer aprovechamiento de muebles: la lámpara Coderch, el perchero Perruca y las sillas de Arne Jacobsen. El recibidor, reducido y abierto, queda confortablemente unido al estudio, al que pone límite una estantería de libros que sube hasta el techo.
El giro de la planta se soluciona con otra librería, la mitad con los libros a la vista y la otra mitad, la más próxima a la cocina, ocultos tras una mampara corredera. Esta librería se superpone con la estantería citada anteriormente que articula el paso hacia el interior de la vivienda. Sin embargo, antes, se atraviesa la zona de máquinas (lavar, planchar, despensa) que se tamiza con una mampara tipo estor.
La escasa anchura del estudio, queda atenuada por la compartimentación con muebles, ampliada visualmente con el corcho de la pared medianera, que hace el efecto de que el pasillo de circulación también forma parte del estudio. El espacio se ha diseñado como un contenedor blanco, que comprende las paredes y los techos con todo el mobiliario que, de alguna manera, a ellos va pegado. El color se confía a los muebles rescatados del propietario, situados en medio de los espacios, que se encargan de aportar color y textura. Son las sillas Jacobsen del comedor, los taburetes de los dormitorios, alguna mesilla, el sofá y las butacas...sobre el blanco del contenedor solo interrumpido por la presencia del mueble negro.
En la zona de máquinas, el pasillo se ensancha y la compartimentación se aligera para ayudar a hacer más agradable el acto de escoger libros. Este juego de ampliar o estrechar la anchura del pasillo, combinado con la ausencia de tabiques, la distribución con muebles y la presencia de algunos filtros, permite alargar la mirada y resulta muy gratificante.
La iluminación, por las mismas razones económicas que han presidido el proyecto, se resuelve con portalámparas y bombillas globo de leds, algunas de casquete dorado; lámparas japonesas directamente instaladas en el techo y una lámpara Coderch, heredada de la casa anterior, en la entrada.
Las cortinas venecianas de las ventanas, situadas en la zona de la cocina y el comedor, son de lamas perforadas y están pensadas para estar, siempre, casi cerradas, ya que tienen la función de evitar ser vistos y poder ver el paisaje urbano del exterior, veladamente, situado tan solo a cinco metros. De esta forma la visión interior, que a veces queda tamizada por filtros (como ocurre en la zona de lavar cercana al giro) traslada también la misma solución al exterior, a través de las venecianas.
En la cocina y el baño, el grado de la intervención es mesurado. En la cocina, se limita a una gran bancada de mármol blanco de 1,30 m. de ancho, para acoger, por un lado, los armarios bajos de la cocina, la vitrocerámica y el fregadero y, por el otro, los electrodomésticos recuperados del propietario. El frigorífico, el horno, el microondas y el lavaplatos, también heredados, se sitúan en un armario, sin puertas, de color negro. Este armario define el límite entre la zona de las actividades y la de descanso. Es un mueble central y articulador, que pone el contrapunto entre dos zonas diferentes, donde aparecerán la mayor parte de los muebles rescatados del propietario.
Los dormitorios de los hijos son esenciales y compartidos, separados solo por un armario bajo sin puertas. El acceso es mediante una cortina de color dorado que potencia la luz que entra por una única ventana, pequeña, orientada a sur-oeste. El dormitorio del padre, ha reducido la superficie para dársela al de los hijos. Se ha proyectado con idéntico criterio de austeridad.
Toda la planta está pavimentada con linóleum de color gris-beige, liso, material que también se ha utilizado para revestir el sobre de las mesas del estudio y del comedor. De las cuatro condiciones puestas por el propietario al encargar el proyecto, la más complicada fue encontrar soluciones económicas y tenerlas que conciliar con la cantidad de muebles y objetos aprovechados. Esto forzó a reconsiderar decisiones ya muy asumidas –algunas sobre la marcha– con el consiguiente peligro de no acertar.