EL ESTILO HYGGE
Los daneses poseen una palabra que no tiene traducción en nuestro idioma: “hygge” (pronúnciese “jeigue”). Hygge es una cualidad de los espacios que, a bote pronto, podríamos traducir como hogareño. Significa algo así como crear una atmósfera cálida en la que disfrutar de las cosas buenas de la vida en compañía de gente que nos interese. Tan sencillo y tan difícil como eso. El resplandor cálido de una vela es hygge. Un desayuno en la terraza o el jardín también lo es. Una larga y alegre sobremesa con los amigos discutiendo de cosas intrascendentes o importantes, es hygge en estado puro. Pasear con tu perro al atardecer a la orilla del mar es muy hygge. Conocer rincones secretos de una ciudad y disfrutar de la hospitalidad de sus gentes es más hygge que la Sirenita de Copenhagen, que ya es decir.
¿Qué no es hygge? No hace falta que enumeremos cosas que no se acercan a esa cualidad, porque todos las tenemos presentes, especialmente si vivimos en una gran ciudad abrumados por el stress y las mascarillas. Lo que me interesa es que los amigos daneses definen una atmósfera emocional con un solo apelativo, lo que indica lo importante que es para ellos.
Nosotros no tenemos una palabra tan expresiva y completa como esa; lo que más se acerca es confort que es un término muy chato. Pero los ingleses que se las dan de “british” tampoco les alcanza con “cozy atmosphere” y los franceses se quedan atrás con “ambiance chaleureuse”.
El foco ahora está puesto sobre el aspecto emocional de los interiores. Y lo que más nos interesa de las posibles emociones que nos puede aportar un espacio para vivir, un hotel o un restaurante, es que sea hygge. Que sea capaz de esponjar nuestro espíritu, de dejarnos disfrutar del silencio o convertir la conversación en música. Que nos enriquezca como personas y nos ayude a crecer. Un espacio con vocación de hacer feliz a su contenido que somos nosotros.
Se acabaron las discusiones victorianas sobre estilos decorativos, las buenas intenciones de los arquitectos modernos que pretendían democratizar los entornos, las tonterías sobre el minimalismo en decoración y los estomagantes discursos sobre mestizaje y vintage. Chorradas de ascensor para entretener al respetable.
Al poner la atención sobre esos valores (mientras a alguien se le ocurre la palabra adecuada), los arquitectos e interioristas trabajan con un punto de vista específico que, al final, producirá espacios hygge. A ver si el triunfo indiscutible de la estética nórdica en todo el mundo se debe a ese plus de hygge que lleva en sus genes.
Como sabemos bien, las cosas que no tienen nombre no existen, así que, una vez más, declaro mi más rendida admiración a un pueblo que no sólo sabe disfrutar de una tarde de verano a la fresca con una copa de vino y una conversación agradable, sino que, además, la identifica sin problemas y le sobra tiempo para inventar una palabra que la defina.