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Galardonada hace unos días, esta diseñadora afincada en Valencia aboga por la sostenibilidad en todos los ángulos: “No es solo hacer un sillón ecológico”
Los alumnos de Tercero de la ESO ya saben quién es Inma Bermúdez (Murcia, 1977). La trayectoria de esta diseñadora afincada en Valencia forma parte de los libros de texto de este curso. Para los que no tengan hijos en edad escolar, Bermúdez es la única diseñadora española que colabora con Ikea de manera ininterrumpida desde 2006. Y los menos iniciados habrán conocido estos días su nombre, cuando ha sido galardonada con el Premio Nacional de Diseño: “Mi entorno me animó a presentarme; hay pocas mujeres que tengan su propio estudio –el suyo fue fundado en 2007– y a veces parece que no buscamos tanto el reconocimiento. Además, quiero aprovechar este premio para poner la sostenibilidad en el centro del discurso”, asevera Bermúdez, que participará en el Audi Summit for Progress que se celebra el próximo 25 de octubre en Madrid.
Para la premiada, los políticos, las empresas y los ciudadanos “tendrían que tener claro que hay un problema con el cambio climático al que hay poner remedio. Para eso los diseñadores tienen que estar en los consejos de las empresas, en los estamentos oficiales... es decir, tener capacidad de decisión. No es solo hacer un sillón ecológico”. Bermúdez cree que el diseñador puede ser un altavoz y prescribe crear productos que tengan larga vida, usar la mínima cantidad de materias primas posibles, apostar por los procesos de producción sostenibles o investigar y encontrar nuevas vías. “Consumir menos y reparar más”.
Vocación temprana
A Bermúdez le gustaba de niña desmontar relojes y dibujaba cómo sería la habitación de sus sueños. De mayor el dibujo que hizo fue el de su propia casa. Una vivienda autosuficiente en Cheste, a las afueras de Valencia, que no requiere de calefacción ni de aire acondicionado. Ella es una de las pocas españolas que no temblará este invierno al ver la factura de la luz: “Hemos instalado placas solares, pero sobre todo está construida con las reglas de antaño: muros anchos que te aíslan, fachada orientada al sur... Se trata de utilizar la lógica, no hemos inventado nada”.
La diseñadora es conocida por dar nueva vida a objetos cotidianos y ha colaborado, además de con el gigante sueco, con Lladró, Marset, Rado o la marca de muebles china Zaozuo. “Hay empresas que están haciendo muy bien las cosas. No tienes que cuidar más una copa de Bacara que otra de 50 céntimos, donde el proceso de producción es más económico. Lo barato no tiene por qué ser malo, pero hay un exceso de querer consu
“No se debe cuidar menos una copa de 50 céntimos. Lo barato no tiene por qué ser malo”
mir y cambiar constantemente. Hay que ser conscientes de que lo significa tirar algo a la basura”.
Bermúdez reivindica también que la sostenibilidad es y tiene que ser elegante y reconoce que al crear lo primero en lo que piensa es en la usabilidad del objeto. “Por ejemplo, acabo de crear una línea de productos de limpieza para el hogar y la parte más importante es que sean funcionales, es decir, que se pueda volcar el agua sin dificultad, que escurran bien...”, explica.
Las tendencias sociales también repercuten en sus diseños, desde las casas de pequeñas dimensiones hasta las unifamiliares para una única persona o el auge de las mascotas.
“He hecho una colección para Ikea de accesorios para perros y gatos como camas, piezas versátiles o boles. Me encantan los animales, pero mi teoría es la de respetar y no humanizar”. Madre de dos hijos pequeños, asegura intentar educarles en el cuidado del planeta. “La sostenibilidad me está haciendo plantearme muchas cosas de mi profesión. En los países escandiavos hay más tendencia a reparar o reciclar, pero en España vamos más retrasados. Todos tenemos que comprometernos y que vayamos a una. No solo se puede echar la culpa a los de arriba; los diseñadores tenemos que aprovechar nuestra creatividad para solucionar el problema”.