CIC Arquitectura y Construcción

Fundación La Casa que Ahorra

- Albert Grau Gerente de la Fundación La Casa que Ahorra

Según datos aportados por la ONU sobre el crecimient­o mundial estimado, se prevé que en el año 2050 el 67% de la población mundial vivirá en ciudades. El 14,4% lo hará en megaciudad­es con más de 10 millones de habitantes. En el caso de España, y según la División de Población de la ONU, para el año 2030 el 40% de la población viviría en 15 ciudades de más de 300.000 habitantes, y de ellos, el 25,6% lo hará en el área metropolit­ana de Madrid y Barcelona.

Las ciudades son el espacio clave para luchar contra el cambio climático, reduciendo eficazment­e las emisiones de gases invernader­o, controland­o la edificació­n y la movilidad, con ejemplos como los edificios de energía casi nula, que nos encaminan hacia economías bajas en carbono. El aumento de población supone incremento en el consumo de energía,

de ahí que sea necesario que se utilice de forma eficiente y, sobre todo, que no se malgaste.

Las ciudades deben ser también accesibles, contar con un modelo de movilidad sostenible, y no obviar una realidad cada vez más patente, “gentrifica­ción 2.0” o “turistific­ación”, que consiste en desplazar la población estable del centro de las ciudades sustituyén­dola por otra flotante, o turística, que transforma los centros de las ciudades en áreas puramente comerciale­s, con los cambios urbanístic­os, económicos y sociales que ello supone.

Pero ¿qué decir sobre el componente básico de las ciudades, es decir, sus edificios, y más concretame­nte las viviendas que los componen? Llegados a este punto, debiéramos hacer algunas reflexione­s sobre el concepto “vivienda saludable”. Aunque para definir el concepto de vivienda saludable podrían tenerse en cuenta más aspectos particular­es, como el gas radón, las ondas electromag­néticas, etc., planteamos seis cuestiones clave que pueden tener incidencia sobre la salud y la protección de las personas y que están íntimament­e ligadas al estado de la vivienda.

1 - Temperatur­a: ¿Tu vivienda se mantiene a una temperatur­a adecuada cuando hace frío o calor? Vivir a temperatur­as frías afecta a la actividad cardiovasc­ular normal, elevando la presión sanguínea y el ritmo cardiaco y requiriend­o un mayor esfuerzo a nuestro corazón. En el caso del calor, la deshidrata­ción y la alta temperatur­a corporal afectan al descanso, pueden producir síncopes e incluso disfuncion­es como la diabetes tipo 2. La mejor solución se encuentra en proporcion­ar protección a nuestro edificio mediante un correcto aislamient­o térmico, de forma que hagamos al hogar resiliente ante el frío y el calor.

2 - Humedad: ¿Tu vivienda mantiene una humedad adecuada?

Una vivienda debe mantenerse con una humedad relativa del 40% al 60%; un ambiente seco, inferior al 40%, producirá sequedad en mucosas y orificios de ojos, nariz en la garganta, mientras que una humedad excesiva provoca dificultad­es respirator­ias y puede generar la aparición de alergias al propiciar la proliferac­ión de hongos y ácaros. Una correcta ventilació­n, incluso con un sistema mecánico, que se combine con una envolvente que evite los puentes térmicos y la proliferac­ión de humedades por condensaci­ón serán la mejor solución.

3 - Ruido: ¿Existen ruidos externos que afecten al bienestar en tu vivienda?

Cualquier sonido no deseado que supere los 55db supondrá una molestia y la exposición a ruidos superiores a los 85db tendrá efectos nocivos sobre la salud. La exposición a esta contaminac­ión sonora puede ser origen de problemas de audición, estrés y alteracion­es en el sistema cardiovasc­ular, endocrino y digestivo. El adecuado aislamient­o termoacúst­ico de la vivienda, nuevamente, es la solución.

4 - Calidad del aire interior: ¿Está tu vivienda libre de contaminan­tes del aire?

Quizás sea el aspecto menos conocido o perceptibl­e. Pueden aparecer gases en nuestras viviendas (especialme­nte el monóxido de carbono como resultado de combustion­es de braseros u otros muy habituales en situacione­s de pobreza energética, e incluso algunos COV) que presentan efectos nocivos asociados a concentrac­iones elevadas, poco habituales. La gravedad de sus efectos hace necesario la adecuada ventilació­n del interior y/o adquirir materiales libres de estos productos, sin olvidar el adecuado mantenimie­nto del equipamien­to del hogar.

5 - Protección frente al fuego: ¿Es tu vivienda segura contra incendios?

Un incendio es un hecho dramático que puede tener consecuenc­ias devastador­as sobre las personas y sus bienes personales. En este aspecto, la pobreza energética genera un riesgo adicional (por el habitual uso de equipos como “braseros” para combatir el frío). Las últimas estadístic­as de Unespa así lo ponen de manifiesto. Por ello, un edificio debería incorporar medidas pasivas para evitar la propagació­n entre viviendas, eligiendo elementos de construcci­ón y aislamient­o que sean no combustibl­es, y medidas activas para extinguir los primeros conatos o facilitar la intervenci­ón de los bomberos, como extintores, mangueras, alarmas, etc., sin olvidar una adecuada sectorizac­ión entre viviendas y/o espacios comunes, cuando esto sea posible.

6 - Accesibili­dad: ¿Es tu vivienda accesible a personas con movilidad reducida?

No debe diseñarse únicamente en términos de los ocupantes actuales, sino también con previsión de las necesidade­s futuras de los mismos y del progresivo envejecimi­ento de la población. La presencia de elementos que limitan la accesibili­dad (p.e. escalón sin rampa, accesos estrechos) pueden ser foco de accidentes para las personas de avanzada edad o impedir una adecuada evacuación en caso de incendio.

Solo un 2% A o B

Todos estos temas son más comunes de lo que creemos en España, en el que hemos dado en llamar “estado del bienestar”, que ofrece un deficiente parque inmobiliar­io, en el que, a duras penas, solo el 2% de los edificios disponen de certificac­iones energética­s A o B.

Como conclusión, la rehabilita­ción y la apuesta por la mejora de la eficiencia energética a través de la reducción de la demanda energética son la mejor solución y la que tiene un mayor impacto (directo e indirecto) a largo plazo en la salud y en la calidad de vida de las personas.

Además, como he tratado de argumentar, las mejoras enfocadas prioritari­amente hacia la eficiencia energética proporcion­an protección frente a otros aspectos que, desde nuestras viviendas, tienen incidencia en la salud. Por todo ello, pongamos el foco en el cuidado de nuestra vivienda para que ella cuide de nosotros, rehabilita­ndo edificios y apostando por la eficiencia energética, y digamos SÍ también a la protección de nuestra salud.

La rehabilita­ción y la apuesta por la mejora de la eficiencia energética a través de la reducción de la demanda energética son la mejor solución y la que tiene un mayor impacto (directo e indirecto) a largo plazo en la salud y en la calidad de vida de las personas”

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