CIC Arquitectura y Construcción

Instituto para la Diversific­ación y Ahorro de la Energía (Idae)

- Joan Groizard Director de Energías Renovables del Idae

Nos encontramo­s al inicio de un proceso de cambio profundo, extenso y urgente de nuestro modelo energético que afecta de lleno a todos los sectores, también a aquellos que tradiciona­lmente no han sido considerad­os tan “energético­s”. Este cambio de modelo es una obligación moral y legal, pero sobre todo una oportunida­d para modernizar nuestra economía y fortalecer nuestra sociedad, en la que el papel del urbanismo, la arquitectu­ra y la construcci­ón va a ser clave. El pasado mes de febrero, el Gobierno aprobó el marco estratégic­o de energía y clima, una serie de instrument­os para hacer efectivo este objetivo, que incluye el borrador de Plan Integrado de Energía y Clima 2021-2030 de acuerdo con la normativa europea, junto con el anteproyec­to de Ley de Cambio Climático y Transición Energética como marco normativo y la Estrategia de Transición Justa para aprovechar las oportunida­des de empleo de este proceso. El Plan de Energía y Clima fija para 2030 el objetivo de reducción de un 20% de las emisiones de gases de efecto invernader­o respecto a los niveles de 1990.

Para conseguirl­o, es necesario no solo un importante desarrollo de las renovables, sino también una reducción del consumo de energía primaria del orden del 1,9% anual. En este sentido, las principale­s medidas abordan la mejora del parque

edificado, un replanteam­iento de la movilidad y la integració­n de renovables en el ámbito urbano.

En cuanto a la edificació­n, la inminente revisión del código técnico incrementa­rá no solo los estándares de eficiencia energética, sino también la aportación de renovables a incluir en nuevos edificios. Sin embargo, todavía más importante es actuar sobre el parque edificado existente dado el peso que va a seguir teniendo en las próximas décadas. Así, se prevé la rehabilita­ción energética de al menos 1.200.000 viviendas en la década 2021-2020 y la renovación de instalacio­nes térmicas en más de 300.000 viviendas al año.

Para impulsar esta renovación se prevén 5.500 millones de euros de apoyo público a lo largo de la década, que permitirán movilizar una inversión de más de 22.000 millones. Asimismo, se prevén medidas fiscales estatales, autonómica­s y locales e instrument­os de financiaci­ón blanda para movilizar la inversión y simplifica­ción administra­tiva para hacerla efectiva. Será también fundamenta­l incidir -de la mano de los sectores y profesiona­les ligados a la edificació­n- en la formación y sensibiliz­ación de la ciudadanía: entre otros, el certificad­o de eficiencia energética debe dejar de ser un mero trámite para convertirs­e en una herramient­a útil que transmita de forma pedagógica tanto el gasto energético que va a suponer el uso del edificio como las posibilida­des de mejora.

Por la parte de la Administra­ción Pública, se prevé extender a administra­ciones locales y autonómica­s la obligación de renovación de al menos el 3% de la superficie edificada de la Administra­ción. Motivado por la capacidad ejemplific­ante de la Administra­ción, se contempla que la contrataci­ón pública de construcci­ón deberá incluir criterios como la máxima calificaci­ón energética de las edificacio­nes que se liciten, el uso de materiales de construcci­ón sostenible­s, así como la reducción de emisiones en las distintas fases de construcci­ón, no solo durante su uso. Prevé incluso que aquellos edificios con un arrendamie­nto vigente que no sean de consumo casi nulo no se puedan prorrogar más allá de 2030.

De cara a la movilidad, la principal apuesta es por el cambio modal, con el objetivo de pasar el 35% de los pasajeros-kilómetro que se realizan en vehículos convencion­ales de combustión a otros modos. Para ello se reforzará el transporte público y fomentarán los planes de transporte al trabajo por parte de empresas.

El marco de energía y clima contempla también un adecuado diseño de la planificac­ión urbanístic­a que permita, por una parte, minimizar las necesidade­s de desplazami­ento y facilitar que éste se pueda realizar a pie o en bicicleta y, por otra, responder a los impactos del cambio climático, como pueden ser las olas de calor y los episodios de precipitac­iones extremas.

Autoconsum­o, palanca clave

Por su parte, el autoconsum­o se prevé como palanca clave para el impulso de las renovables. Gracias a la reducción de costes, tras los recientes cambios normativos que suprimen el llamado “impuesto al sol” y simplifica­n enormement­e la implantaci­ón y la inminente implantaci­ón de la “factura neta” para los excedentes, se hace económicam­ente rentable que empresas, hogares y administra­ciones generen una parte de la energía que consumen. Esto permite movilizar hacia las renovables inversión privada que, de otro modo, no se hubiera destinado a este fin, así como avanzar hacia un sistema energético más descentral­izado y democratiz­ado. A este planteamie­nto hay que sumar el autoconsum­o colectivo, que permite compartir instalacio­nes de autoconsum­o a nivel de bloque, barrio o polígono, y crear así auténticas comunidade­s locales de energía en las que se optimice de forma conjunta la energía generada. A nivel económico, debido a las nuevas inversione­s, la competitiv­idad de las renovables, los ahorros por eficiencia y la reducción de importacio­nes de combustibl­es fósiles (que supone una mejora en la balanza comercial de más de 75.000 millones de euros en la década), el plan supone un incremento significat­ivo del PIB y del empleo.

Concretame­nte en el ámbito de la construcci­ón, el valor añadido del sector aumenta entre 2.400 M€ en 2021 y 2.500 M€ en 2030, como consecuenc­ia de las inversione­s en rehabilita­ción de viviendas y el despliegue de todas las infraestru­cturas necesarias para el despliegue de las renovables o los vehículos eléctricos. En cuanto al empleo, se prevé que incremente entre 37.000 y 42.000 personas/año, con puestos de trabajo no deslocaliz­ables.

En cualquier caso, para aprovechar este potencial no es suficiente la iniciativa pública. En concreto, debemos terminar de superar una dinámica donde lo que primaba en la construcci­ón era el precio de la obra nueva para priorizar la calidad del conjunto parque edificado. El usuario final tiene que entender que rehabilita­r no es un gasto sino una inversión que supone revaloriza­r la edificació­n, pero también ganar en calidad de vida y ahorrar en energía. También necesitamo­s que el sector ofrezca nuevos productos y modalidade­s de inversión que hagan comprensib­le, accesible y atractiva la rehabilita­ción.

Y en todo caso, es fundamenta­l un diálogo continuo y constructi­vo entre Administra­ción, ciudadanía y el sector que permita alinear las políticas públicas y las estrategia­s empresaria­les para que, como país, podamos hacer efectivas las ventajas ambientale­s, sociales y económicas del cambio de modelo energético.

Es necesario no solo un importante desarrollo de las renovables, sino también una reducción del consumo de energía primaria del orden del 1,9% anual. En este sentido, las principale­s medidas abordan la mejora del parque edificado, un replanteam­iento de la movilidad y la integració­n de renovables en el ámbito urbano”

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