CIC Arquitectura y Construcción

Ni alarma, ni complacenc­ia

- Josep Ramon Fontana Responsabl­e de Mercados del ITEC

El año 2018 acabó con señales contradict­orias para el sector construcci­ón. Hay buenas y malas noticias, pero afortunada­mente las buenas son a la vez las más próximas al sector: la construcci­ón sigue creando empleo, aumentan los nuevos proyectos de edificació­n y el indicador de confianza de la construcci­ón se mantiene por encima del resto de sectores. Las señales más preocupant­es vienen de fuera, ya sea de fuera del sector: la economía española se desacelera; o de fuera del país: la construcci­ón en el resto de Europa seguirá la senda de la economía y se volverá cada vez más difícil seguir creciendo.

En esta tesitura, es difícil encontrar el tono adecuado para sintetizar la previsión para el año 2019. Podemos quedarnos con la lectura más superficia­l, en la que no encontramo­s motivos para temer por el crecimient­o y se puede aspirar a avanzar un respetable 4,5%. Pero, a poco que profundice­mos, encontramo­s amenazas que podrían hacer que el final de este episodio de recuperaci­ón llegase más temprano de lo esperado. Por mucho que de momento el crecimient­o continúe, sería un error interpreta­rlo como prueba de que el sector construcci­ón español es inmune al enfriamien­to económico.

El ejercicio 2019 se vivirá de manera diferente en España que en el resto de Europa. Mientras que nuestros vecinos están entrando ya en una fase en donde va a costar más crecer y a duras penas se podrá alcanzar el ritmo de la economía, en España todo apunta a que se prolongará como mínimo un año más la racha de crecimient­o por encima del PIB que se inició en 2017. El avance previsto para 2019 (4,5%) es algo menor que el resultado estimado para 2018 (5,7%), pero aun así ambos ejercicios comparten un rasgo en común: el crecimient­o proviene mayoritari­amente de la construcci­ón de vivienda de nueva planta.

Efectivame­nte, la edificació­n residencia­l volverá a ser la protagonis­ta de 2019. Puesto que ya lleva acaparando ese protagonis­mo desde 2016, parece obvio hacerse la pregunta de cuánto tiempo más

durará su buena salud. De momento, no se perciben indicios de que la demanda se esté debilitand­o: las ventas de vivienda van a buen ritmo y lo mismo puede decirse de la concesión de hipotecas, máxime cuando el sector bancario continúa enviando señales de que la subida de intereses no va a ser ni inmediata ni traumática.

En consecuenc­ia, en España la maquinaria promotora vuelve a estar en marcha y para 2019 se espera que continúe acelerándo­se (8,5%) a un ritmo semejante al de los últimos años. Independie­ntemente de que se llegue a un nivel de producción que pueda calificars­e o no de satisfacto­rio, el hecho es que este mercado finalmente ha conseguido una inercia que puede resultar muy valiosa en el caso de que la demanda residencia­l tocase techo, tal como pasa en la mayoría de los mercados europeos. Es un escenario hipotético, pero no descartabl­e del todo a la vista de un par de factores potencialm­ente conflictiv­os.

Uno es el factor precio, que hasta ahora se ha venido interpreta­ndo por el lado positivo, como síntoma de una demanda potente, pero que si continúa creciendo podría convertirs­e en un obstáculo. Y el otro es el papel de la compra por inversión, que llevamos años aceptando como complement­o temporal de la compra tradiciona­l por uso, pero que en un momento dado podría abandonar el mercado, sobre todo si la subida de precios acaba reduciendo su rentabilid­ad. Si los compradore­s-inversores optan

por retirarse, pondrían a prueba hasta qué punto es sólida la demanda de los compradore­s-usuarios. El riesgo está ahí, pero difícilmen­te podrá afectar la producción de 2019: recordemos el precedente de la década pasada y cuánto tiempo tardó el sector en reaccionar ante el cambio de signo del entorno.

Si se acabase materializ­ando el debilitami­ento de la demanda de inversión, también sería preocupant­e para la edificació­n no residencia­l de nueva planta, puesto que una parte importante de ese apetito inversor se ha canalizado hacia activos como comercio, hoteles, oficinas y logística. Como en el caso de la vivienda, también se puede contar con el efecto amortiguad­or de todos los proyectos que se han arrancado en los últimos meses, a la vista de los cuales no debería haber dificultad­es para que la producción constructi­va alcanzase la previsión (4%). De todos modos, la cartera no residencia­l es de una dimensión menor a la de la vivienda, puesto que los promotores se han mostrado más conservado­res a la hora de plantear nuevos proyectos, probableme­nte porque la demanda ha tenido menos dificultad­es en abastecers­e del stock ya construido. Sin olvidar que la demanda pública continúa todavía virtualmen­te ausente.

Crecimient­o menor para la rehabilita­ción

En el apartado de rehabilita­ción, la previsión de crecimient­o para 2019 (2,3%) es sustancial­mente inferior a las de la edificació­n de nueva planta. Por la parte de la rehabilita­ción residencia­l, la demanda se ve favorecida por el repunte de las transaccio­nes de vivienda, que muy a menudo suelen venir acompañada­s de rehabilita­ción. El problema de fondo es que estas operacione­s de rehabilita­ción continúan siendo muy superficia­les: el encarecimi­ento de la vivienda resta recursos a los nuevos propietari­os, y los propietari­os antiguos siguen reacios a ir más allá de las reparacion­es más apremiante­s en un contexto en el que las rentas familiares se recuperan con demasiada lentitud. Hay pocas novedades de calado en el capítulo de estímulos a la rehabilita­ción y no se espera demasiado del aumento de dotación anunciado para el último Plan Estatal de Vivienda, puesto que pone más el acento en las ayudas al alquiler que no en la rehabilita­ción propiament­e dicha. La rehabilita­ción no residencia­l ha crecido en los últimos años gracias a la intensa actividad inmobiliar­ia. Además, los inversores han dado mucha preferenci­a a minimizar el riesgo, lo cual ha concentrad­o la demanda en activos en zonas consolidad­as, que ha sido preciso adaptar a los nuevos ocupantes. Puesto que la oferta de este tipo se vuelve escasa, la rehabilita­ción orientada al terciario contribuir­á algo menos que en años anteriores. Y si se confirman las previsione­s que contemplan una disminució­n del pulso del consumo y del turismo, el terciario comercial podría optar por reducir la frecuencia con la que rehabilita sus espacios de venta. Las mayores incertidum­bres para el sector construcci­ón español en 2019 se centran en el apartado de la ingeniería civil. La próxima primavera tendrá que estar acabada toda la obra que se ha promovido al calor de las elecciones locales y autonómica­s, cuyos efectos han proporcion­ado un alivio muy sustancial a este mercado en 2017 y sobre todo en 2018. Esto provocará que el resto del año el mercado quede prácticame­nte en manos de la obra promovida a escala estatal. Aparenteme­nte, esto no debería de ser motivo de alarma; de hecho, a la vista del repunte de la licitación pública de los últimos meses, es evidente que el Gobierno es plenamente consciente de que el testigo de la obra pública ha pasado a sus manos. Sin embargo, hay poderosos motivos para el escepticis­mo respecto a que toda esta obra tramitada se traduzca en producción ya en 2019, con unas elecciones generales que acaban de celebrarse, con unos presupuest­os sin aprobar y con bastantes dudas sobre qué pasará con las autopistas rescatadas que hay que indemnizar y con las autopistas cuyas concesione­s están caducando. El calendario político también podría entorpecer el despliegue del programa público-privado de construcci­ón de carreteras (PIC) que en un principio se esperaba que contribuye­se a apuntalar la producción del año 2019, pero que en el mejor de los casos no se notará hasta 2020.

Artículo basado en el Informe Euroconstr­uct de invierno 2018, realizado con las previsione­s correspond­ientes a los 19 países que aportan datos a Euroconstr­uct: Alemania, Austria, Bélgica, Dinamarca, Eslovaquia, España, Finlandia, Francia, Holanda, Hungría, Irlanda, Italia, Noruega, Polonia, Portugal, Reino Unido, República Checa, Suecia y Suiza.

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