¿Puede ganar algún día el Tour?
A pesar de los incontables actos a los que ha sido llamado para recoger premios y asistir a galas de deportes -especialmente en Bélgica que reclamaban su presencia como el mejor deportista nacional del año-, Philippe Gilbert ha sabido abstraerse de todo en su residencia monegasca junto a su mujer Patricia y su hijo Thomas. Lejos de los reconocimientos, como el Velo d’or o el número uno de la UCI, las fiestas y diversos actos, Gilbert ha conseguido, aunque parezca casi imposible, pasar un invierno de lo más apacible. "Ha sido tranquilo y he podido hacer buenos entrenamientos". Sin salir de su camino en ningún momento. Con el contrato que le unía al BMC firmado, supo relajarse y encontrar un gran aliciente para esta nueva campaña, el propio de estrenar colores. Nada le ha desestabilizado, tampoco el revuelo que ocasionaron las palabras de Eddy Merckx en las que el Caníbal le sugería que debía proponerse ganar el Tour de Francia. "Dijo que podía ganarlo. Aquello no me gustó porque me trajo mucha presión y preguntas acerca del tema. Estoy centrado en las carreras de un día, soy un amante de las clásicas". Da buena cuenta de ello. A pesar de la presión que tuvo que aguantar, Gilbert dice seguir siendo un hombre "relajado". Un enamorado. "Me gusta mi trabajo. En realidad es más una pasión que un trabajo. Siempre soñé con ser profesional y disputar estas carreras. Y ganarlas. Ahora lo estoy haciendo. Así que cuando veo este tipo de cosas me digo, ¿por qué debería sentir estrés o presión? Para mí todo lo que ahora tengo es un sueño hecho realidad. Y eso me encanta".