Ciclismo a Fondo

Década nueva, escarabajo nuevo

El nuevo chico del Movistar enamoró con su victoria en Sierra Espuña, la que le condujo, previa defensa en una crono final que se apuntó el ruso Serov, hacia el escalón más alto del podio de la XXXII Vuelta a Murcia.

- Texto Álvaro Calleja Fotos Rafa Gómez

Como si de una tradición se tratara, puntuales a la cita, cada diez años, una vez por década, un ciclista colombiano llega a Murcia para gritar victoria. Así ocurrió con Álvaro Mejía, ahora doctor Mejía, en el lejano 1992. Así sucedió con Víctor Hugo Peña, el amigo de Armstrong, en 2002. Y así ha ocurrido, ahora, en 2012, con Nairo Quintana, una mezcla de ambos, una versión mejorada del clásico escarabajo, fiel a la historia cuando el suelo apunta al cielo y aceptable cuando el terreno es llano o las rampas le lanzan hacia el abismo. Un chico de 22 años criado en una familia de campesinos, esforzados trabajador­es que peleaban contra el destino hasta que su hijo Nairo pedaleó para cambiar el rumbo de sus vidas. Ciclista por necesidad, porque sus progenitor­es no podían pagarle el transporte escolar. Así que pensó y en una bicicleta que su papá utilizaba para ir a ver a las vacas encontró la ingeniosa solución, la vía para salvar los 18 kilómetros que separaban su casa en El Moral, una que sufría cada tromba de agua por su endeble techo de adobe y tejas hecho por su propio padre en la vereda de La Concepción, de Arcabuco, donde se encontraba su colegio. Cinco años pedaleando con una bici de hierro, pesada y antigua, con su hermana Lady a cuestas, por rampas tan duras que, aunque él no lo sabía, le conducían hacia lo más alto de Collado Bermejo, allá donde impuso la calidad que prometió en el Tour del Porvenir 2010 que se llevó, allá donde colocó su firma.

Y NO BAJA NADA MAL

“Este triunfo va para todos los colombiano­s”, dijo, emocionado, tras cruzar la meta. Había ganado. Era la primera victoria, la primera gran alegría, en su sueño europeo, el que acababa de comenzar con Movistar. Nairo salió en las rampas murcianas a por Jonathan Tiernan-locke, la relevación de febrero, inglés potente en repechos cortos y muy empinados que ya es la bandera del Endura Racing de Alex Sans aunque se lo rifan varios Protour, quien había arrancado muy fuerte. Pero Nairo, chico endurecido por la pobreza, cabeza madura por obligación, recordó todas las penurias pasadas, los esfuerzos de su familia para que cumpliera con su misión salvadora, y salió tras él. “Le cogí, le aguanté y le ataqué”. Le dejó a kilómetro y medio de la cima. Después, a rezar, a defender el hueco en los siete mil metros de tramos de descenso y llano mezclados. “No sabía cómo descendía y me la he jugado. Me he encontrado con mucha confianza y he trazado bien”. Bien porque, probableme­nte, su mente no estaba allí, sino en aquella curva mezquina de La Cantera, en aquellos terribles caminos de su travesía escolar repletos de barrancos, los que probaba a menudo cuando los vehículos que por allí circulaban le escupían hacia fuera. Por eso, por esos trayectos de pinta añeja y peligrosa, de curvas difíciles, compartido­s con conductore­s inseguros, completado­s por una bici pesada, estropeada de tanto calvario, cualquier carretera asfaltada, sin tráfico, por temible que parezca para el resto, para él no tiene misterio. Confió en sus posibilida­des y alcanzó lo que perseguía. La meta. Se tocó el corazón, se besó la mano y la lanzó al aire, mirada al cielo, agradecien­do su nueva vida, una mejor para su familia. Amante del reggaeton y de la música carranguer­a, alma de bailarín -fue a clases de danza en el colegio-, diana de las burlas de sus compañeros cuando era pequeño por sus sílabas estropeada­s por esa s arrastrada más de la cuenta, amigo de La Costeña y Chapulín, los dos perros que cuidaban su casa, odio eterno a la lectura, llamado Nairo -cuenta su padre Luis Guillermo, víctima de un accidente automovilí­stico que le dejó cojo- por una iluminació­n en la misma pila del bautismo, enamorado de una paisana con la que se veía a escondidas, rostro salpicado por el acné juvenil siempre con una sonrisa de regalo, cosechó en

Collado Bermejo y en la crono del día siguiente por las calles de Murcia sus primeros éxitos en España. Allí selló la mini Vuelta a Murcia, mini como el tamaño de Nairo, pequeño pero repleto de clase. Son los últimos dos títulos de una carrera ciclista que comenzó dando pedales camino de Arcabuco, donde una vez un taxi le llevó por delante y le condenó a estar cinco días en coma, donde estaba su escuela, donde ganó su primera carrera. Aquel reto de David contra Goliat. Debía enfrentars­e a Juan Pistolas, el ciclista más temerario del pueblo y equipado a la última, con su sencilla bicicleta de carretera recién comprada y una camiseta roja cosida por mil partes. Le batió, le humilló. Fue la primera piedra de una carrera que gracias a Vicente Belda, su descubrido­r en el equipo Boyacá es Para Vivirla, tuvo continuida­d en profesiona­les y le allanó el camino hasta sorprender al mundo en el Tour del Porvenir, donde, dicen, soportó insultos racistas de sus rivales. Sin respuesta por su parte. Nairo actúa siempre tan callado como escucha en silencio los aplausos y ovaciones de un país que le admira. Héroe colombiano desde el día en que su nación le descubrió en el que llaman Tour de las

promesas, en el que atrapó con su éxito los corazones de un estado entero.

EMPATE TÉCNICO EN LA CRONO

Por eso, quizás, Eusebio Unzue se fijó en él. Gana una prometedor­a arma más para su escuadra y, sobre todo, una pieza fundamenta­l para publicitar Movistar en Sudamérica. Dos en uno. Corredor prometedor y estrella en su país que ya le ha dado su primer servicio en forma de brillante victoria en Murcia, donde pudo con todos en la montaña y se defendió con bravura en la contrarrel­oj, en la que sólo le separaron 32 segundos del ganador, un poco conocido ruso de 29 años llamado Alexander Serov que lleva toda una vida corriendo para equipos de Rusia. Ahora componente del Rusvelo, este especialis­ta en pista, potente rodador, voló por Murcia para ganar una crono corta, sólo 12,3 kilómetros de recorrido, amplias calles y giros sin demasiadas complicaci­ones. Y ganó por décimas. Uno que antes iba de naranja, Jonathan Castroviej­o, experto luchando contra el reloj, vizcaíno de 24 años, reclutado también por Unzue para Movistar como el mejor de la general, e igualmente con un futuro muy prometedor, se quedó acariciand­o la gloria del triunfo en la Gran Vía murciana, allí donde Nairo Quintana acampó triunfador para continuar la tradición colombiana. Un escarabajo ganador. Un campesino campeón.

 ??  ?? Vacansolei­l a la caza. Poels, tercero en la general, y Hoogerland persiguier­on sin éxito a Nairo Quintana en el Collado Bermejo con Sergio Pardilla como testigo.
Vacansolei­l a la caza. Poels, tercero en la general, y Hoogerland persiguier­on sin éxito a Nairo Quintana en el Collado Bermejo con Sergio Pardilla como testigo.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain