Otra temporada se nos va
El tiempo es oro, se dice. También es eterno, instantáneo, valiente y justo, pues a todos se enfrenta por igual. Algunos lo cuentan en años, en cursos académicos o en calendarios laborales. Otros lo medimos en temporadas ciclistas. Tal vez por eso el Giro de Lombardía tiene algo especial. No es sólo un monumento. Es el último, el que nos desvela el vacío de las sobremesas sin ciclismo y nos anuncia que la temporada de las dos ruedas se encuentra a escasas citas de su punto final. Y con ello arrecia el desaliento, pues la campaña se hace corta, y no así la espera. Dan Martin, el más sagaz en Bérgamo, resplandecía tras su victoria. De ser posible, hubiera detenido el reloj el irlandés, para saborear eternamente su segundo monumento. Junto a él, Rui Costa. Y cómo no, Valverde, que una vez más subía al pódium, ese objeto burdo y escalonado sobre el que se encuentra más a gusto que en ningún otro lugar. Acaso para él no pase el tiempo, ni hagan mella los esfuerzos. Loadas sus piernas, que no entienden de años, ni de meses, sólo de semanas, días y horas, unidades en que se miden las duras jornadas de entreno y competición. Y así, ajeno al Giro de Lombardía, a la sagacidad de Dan Martin y al talento de Alejandro, el tiempo se desliza silencioso y la temporada ciclista se desvanece. Los aficionados, vacíos, aguardamos ya con anhelo nuestro particular año nuevo. El reloj, entre tanto, marca invariable su tic tac.
Virginia Barriuso.