Ciclismo a Fondo

Reivindica­ndo la igualdad

El ciclocross es su gran pasión, pero también compite en BTT -vueltas, maratones, enduro y descenso- y además es la portavoz del movimiento que lucha por el derecho a la igualdad del ciclismo femenino con el masculino.

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Juanma Martín

Cuatro datos que nos ayuden a saber quién es Mónica Carrascosa García. Soy asturiana, de Gijón, aunque llevo dos años viviendo en Valle de Trápaga, en Vizcaya. Tengo 42 años y trabajo en una empresa de venta de productos de peluquería. Llevo el deporte en la sangre: mi padre era jugador de tenis, mi hermano era futbolista y mi tío, ciclista aficionado. En mis comienzos jugaba al balonmano y luego me apasioné por el atletismo. La bici vino más tarde. Pero cuando llegó te conquistó para siempre. Empecé con ella a los 31 y un poco de rebote. A raíz de un accidente comencé a nadar y como me aburría me puse a hacer travesías y triatlones. Academia Civil apostó por crear un equipo de triatlón femenino y de ahí partió mi vorágine con las dos ruedas. Llevo once años. Ahora hago por encima de todo ciclocross y también mountain bike: vueltas, maratones, enduro y descenso, me gustan todas las disciplina­s. Hay una anécdota muy divertida acerca de tu primera experienci­a en el ciclocross. Aida Nuño me convenció y me dejó una de sus bicis, una Alan. La organizaba MMR y al terminar, Bruno Prieto le dijo a Aida: "Madre mía, qué mal lo ha tenido que pasar tu amiga. Se ha caído unas cien veces, se ha chocado con la gente, ha tirado vallas y estacas y estaba llena de magulladur­as". Y de repente, aparezco yo con cara de felicidad diciéndole a Bruno que me preparara una bici, que el lunes sin falta pasaba a comprarla. ¿Y qué tiene el ciclocross que tanto te enganchó pese a acabar molida?

Luz María Iglesias Enamora mucho la técnica. Tienes que ser muy completo, muy coordinado, muy rápido, muy pillo, saber salir del paso de lo que te pueda suceder en cualquier instante. Es divertido y el público te está viendo en todo momento. Mi sueño es ir con Aida a una de las puntuables de la Copa del Mundo. Con tanto viaje, ¿de dónde sacas tiempo para entrenar? Viajo siempre con mi rodillo y mi bicicleta. Toca levantarse a las 6 de la mañana o llegar muerta a las 7 de la tarde y sacar fuerzas para entrenar. Al final hago bueno el dicho de que querer es poder. Lo consigo gracias a mi pareja, Joseba León. Ayuda mucho vivir con otro ciclista que está tan loco como yo y que hace de todo. Es el que tira de mí, el que prepara todas las bicis, sin él sería imposible hacer todo lo que hago. ¿Qué es lo que más te motiva a la hora de subirte a una bicicleta? Ponerme un dorsal me mueve mucho por dentro, pero no es por el tema de ganar o de subir a un podio. Tengo los pies en el suelo y sé con quién puedo competir y con quién no. Es más el hecho de participar y superarme a mí misma. ¿Por qué decides crear un movimiento por la igualdad de las féminas en el ciclismo? Hace más de dos años, viendo la situación tan sexista y discrimina­toria que sufrían las cadetes y júnior en las carreras, me dio el calentón y empecé a mover esto. Creé un grupo en Facebook: Ciclistas femeninas que pedimos igualdad. A bote pronto conseguí juntar más de 400 chicas. Elaboramos un escrito de seis folios y lo hicimos llegar a la RFEC a través de Cristina San Emeterio. Apenas se arregló nada y la repercusió­n también fue escasa. Esta temporada hemos empezado a reivindica­rlo también en las salidas de las carreras de ciclocross. ¿Cuáles son los problemas? Cada año se multiplica la presencia de las mujeres a pesar de todas las trabas que tenemos, y en cambio el reglamento no ha evoluciona­do. Seguimos discrimina­das en el baremo de premios, tanto en cantidad como en calidad. No se respetan las categorías, no hay parrillas organizada­s. Salimos al mogollón y a nosotras nos recolocan para rellenar donde más les cuadra. Y otra cosa que se necesita como el comer es que la categoría sub23 se reconozca en ciclismo femenino. Actualment­e termina una prueba y la sub23 está ahí en el podio, sin saber siquiera si la van a llamar, a veces sí y otras no, depende del criterio de cada organizado­r. Y los medios de comunicaci­ón también formáis parte del problema; las crónicas del ciclismo femenino son escasas. ¿Tiene solución? Por supuesto. Hasta un deporte tan machista como el tenis se ha puesto al día, pero el ciclismo no. Hay que dejar de poner tiritas a una herida que lo que necesita es ser operada. Es algo tan sencillo como igualar los premios, regular bien las parrillas y las categorías, respetar los tiempos de duración de las carreras y que se aporte la informació­n adecuada para que las chicas puedan conseguir la misma relevancia.

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