La lluvia guarda nuestros secretos

La lluvia, que todo lo limpia y lo purifica. La lluvia que cae sobre el Petit Ballon. Cae sobre la espalda teñida de amarillo de Contador, pero no es el amarillo que él desea, es otro, fosforito. Sobre esas gotas desliza la Specialized de Alberto. Hasta que encuentra un bache en su camino. Hombre al suelo, sangra la rodilla; el maillot, rasgado y manchado. Pero él se levanta e intenta seguir, no se ha pasado tanto tiempo preparando el Tour para que una caída le obligue a abandonar. Se niega ante la evidencia y sube de nuevo a la bicicleta. Pero, después de ascender el col du Platzerwasel, el sueño se hace añicos. La misma lluvia que, en esa Vuelta a la que Alberto se apuntó a última hora, se decide a aparecer contra todo pronóstico en Valdelinares. Bajo esa lluvia Alberto se da cuenta de que vuelve a ser él mismo, el Contador de los grandes días, el de los ataques desde lejos, los ataques como el de Fuente Dé -full gas, campeón- o como aquel del Tour 2007 junto a Popovych con el que intentó desbancar a Michael Rasmussen. El mismo que ha ganado la Tirreno y la Vuelta al País Vasco. Pero también el mismo que se cayó en el Tour. Sin embargo, ataca, nadie le puede seguir. En esa etapa no se harán diferencias por culpa del sprint de Purito en los últimos metros, seguido de Nairo. Pero Alberto ya ha demostrado que está ahí, en forma, y que los demás deben tenerle en cuenta, y lo que es más importante, empiezan a tenerle miedo. Gracias por no darte por vencido nunca, Alberto. Por brindarnos la ocasión de verte luchar por nuestras carreteras teñido de rojo y dando espectáculo, como siempre. Gracias por homenajear al ciclismo cada vez que te subes a la bicicleta.