En deuda con el Poniente
El viento frustró la Clásica de Almería pese a la buena actitud de un pelotón que quiso competir y sólo pudo escenificar un critérium de media hora por las calles de Roquetas.
El Poniente de Almería es un mar, de plástico, abierto a otro mar, de agua. Hectáreas de llanura tornadas invernadero por los hombres, limitadas al sur por el Mediterráneo y al norte por la Sierra de Gádor, que abre la puerta a la Alpujarra y con ello a la gran Sierra Nevada. Estos accidentes permiten al otrora denominado Campo de Dalías, ahora conocido por sinécdoque como ª El Ejidoº , vivir ajeno a la lluvia y al albur del viento, un invitado ingrato que incomoda una semana cada vez que se le antoja presentarse. Más aún en un cambio de estación como el que sucedió el fin de semana de San Valentín, cuando el otoño dio paso a un invierno increíblemente tardío.
REUNIONES
Son las 11:00 de la mañana y en la salida de la Clásica de Almería no hay bullicio, sino murmullos y el ruido de unas vallas arrojadas al suelo por una ráfaga violenta. A la orilla del control de firma discuten los notables de la carrera. El organizador, José Manuel Muñoz, charla con el jurado técnico y una comitiva de ciclistas encabezada por Samuel Sánchez y Philippe Gilbert, representantes designados por la Asociación de Ciclistas Profesionales -José Luis de Santos, delegado en España del colectivo, está enfermo en casa-, que son secundados por dos pesos pesados del pelotón como Sylvain Chavanel y Alejandro Valverde. Les rodean directores, periodistas y curiosos; tanto que les asfixian y terminan por desplazar el petit comité a una cafetería cercana. De esa segunda reunión se borra Gilbert, ª el más reacio a competirº según Muñoz. Al cuarto de hora, Samuel sale del bar en señal de fumata blanca. ª Habrá carrera. Nos ponemos en la piel del organizador y no podemos hacer un feo a las primeras de cambio. Competiremos con normalidad mientras el tiempo lo permita. Y, si las condiciones empeoran, habrá que tomar las decisiones pertinentesº. Todos los interesados envían el mismo mensaje por los canales oficiales. Fuera de micrófono, el director de un equipo extranjero proclama: ª Vamos a correr 15 kilómetrosº. El pacto tácito es que los otros 170 previstos por el Poniente partiendo desde Almería y acabando en Roquetas de Mar se recorrerían en un clima de no agresión para limitar los posibles daños del fortísimo viento reinante. Así inició la prueba. Pronto, la tregua fue rota por ráfagas de vendaval. El pelotón buscaba mantenerse compacto, pero el aire de costado lo hacía imposible atacando violento cuando las largas rectas paralelas al mar perdían el cobijo de los invernaderos. ª El viento golpeaba y era imposible mantener el control de la bicicletaº , contaba uno. ª Ni las motos de la Guardia Civil lograban mantenerse de pieº , relataba otro. ª He pasado miedoº , confesaba un último. Discurrió una hora. Tras dos amagos de plante, al tercero vino la vencida. Carrera parada. La caravana volvía a Roquetas. Allí se vería qué hacer.
CRITÉRIUM
En la meta de Roquetas de Mar, los interesados alcanzaron una solución intermedia que satisfizo a todos dentro
de lo posible. Se disputaría una pequeña carrera, seis vueltas de competición más una de neutralizada a un circuito llano de 3,5 kilómetros. El critérium no estuvo exento de peligro. A los nervios de un pelotón diezmado por la retirada de varios competidores se sumaba un giro a derechas en el cual el viento pegó con saña. En la penúltima vuelta, un corredor de Gazprom cayó y adelgazó aún más el grupo dominado por las escuadras de los velocistas. A un kilómetro de la meta, IAM tiraba con tanta fuerza que sacó de punto a su jefe de filas, Matteo Pelucchi. Uno de sus lanzadores, Vicente Reynés, percibió las
dificultades de su líder y aflojó para abrir un hueco que permitiera marcharse a los peones que rodaban en cabeza, Roger Kluge y Aleksejs Saramotins. A su rueda saltó un tercer miembro del conjunto suizo, Leigh Howard; unos metros después se unió al grupito el ruso Alexei Tsatevich (Katusha). Quedaron así fuera de juego los favoritos galos, Coquard y Bouhanni. El duelo de poder a poder entre Howard y Tsatevich estaba servido y se resolvió a favor del `aussie'. A las cuatro de la tarde, la tempestad había terminado aunque el viento continuara y José Manuel Muñoz respiraba aliviado. ª Como organizadores,
lo vivido hoy es un palo. Da lástima que todo nuestro trabajo haya quedado en agua de borrajasº. Pero. ª Por fortuna, todos han arrimado el hombro hoy. Los ciclistas han querido competir y los patrocinadores han sabido reconocer que no se podía hacer más y nos han mostrado su apoyo. Estamos profundamente agradecidos a ellos. El año que viene nos toca homenajear a todos los que nos apoyaron en este, y eso implica repetir el recorrido que estaba planteado por todo el Poniente de la provincia. Tenemos una deuda con élº. Las peores circunstancias sacan lo mejor de la vida.