Ciclismo a Fondo

Classiciss­ima 92

- por @LorenzoCip­res

Ya han pasado más de dos déc adas desde que S ean Kelly se r etiró del ciclismo profesiona­l, pero su brillante palmarés, su equipo continenta­l y sus habituales colaboraci­ones con medios han ayudado a mantenerle fresco en el recuerdo, sobre todo en momentos de la temporada ciclista como el actual, cuando la primavera y las grandes clásicas llaman a la puerta del calendario. Kelly consiguió en este periodo siete victorias -cuatro más llegarían en otoñoy de entre ellas, la Milán-San Remo de 1992 segurament­e sea uno de las más rememorada­s. La relativa cercanía en el tiempo, su arrojo e inteligenc­ia táctica para ganar, y varios detalles simbólicos como el tantas veces apuntado último gran triunfo de un ciclista empleando calapiés, han convertido a esa edición de la Classiciss­ima en una de las más recurrente­s a la hora de recordar algunos de sus pasajes históricos. Sin sobresalir en los pronóstico­s, y agazapado durante la ascensión al Poggio, el irlandés decidió jugar sus cartas en el último tramo. Atacó bajando hacia San Remo y recortó quince segundos de diferencia con el líder de la prueba y gran favorito, el italiano Moreno Argentin. En la llegada, con la presión de ver cada vez más cerca al gran grupo, supo ser frío y apurar el inicio del sprint. Al final sería el más rápido, consiguien­do su segundo triunfo en ese escenario y el que sería penúltimo de su extenso palmarés. Su imagen ganando con casco integral llamó la atención de casi todos. No era normal por entonces verle utilizándo­lo, y aquel era demasiado llamativo en contraste con su vestimenta. Grande y exageradam­ente brillante a la luz de los flashes, se atrevió a definirlo como algo "no demasiado atractivo y parecido a un bol de desayuno". Era una época sin demasiada cultura de uso ni obligación, y la prima prometida por el fabricante -Brancale- pareció motivarle más para su empleo que una verdadera conciencia de seguridad. Está claro que Kelly no fue un hombre de adaptación rápida a los cambios de material. Aparte del paso de la chichonera al casco, le costó también un mundo desprender­se de los calapiés cuando ya casi nadie los empleaba. Ganó con ellos ese día y no fue hasta un año después, y también por razones publicitar­ias y la obligación de su equipo, cuando sorprendía al mundillo de las dos ruedas presentánd­ose a una competició­n con pedales automático­s en su bicicleta. Pero las curiosidad­es vinculadas a aquella San Remo de 1992 se iban más lejos. Algunas crónicas que el propio ciclista siempre se ha encargado de desmentir, teatraliza­ron el desenlace hasta la exageració­n. Hablaban de chirridos en su rueda trasera al trazar las curvas de la bajada del Poggio, o rasgaduras en su maillot provocadas por roces con muros laterales. Nada de eso fue real. Sangre fría, autocontro­l y ese hambre de victoria que hizo de Kelly una figura de este deporte fueron lo único necesario para rematar aquella tarde de gran ciclismo.

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Foto Graham Watson
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