Ciclismo a Fondo

Del Olimpo

Greg Van Avermaet se colgó el oro en una carrera espectacul­ar marcada por la caída de Nibali y Henao en el último descenso. España intentó controlar desde el inicio y Joaquim Rodríguez, quinto, cerró su carrera deportiva con un diploma olímpico.

- Texto Fotos

A Copacabana la llaman la Princesa del Mar. Es la postal más bella de Brasil, el Cristo Redentor y sus fuegos artificial­es el día 1 de enero. Copacabana busca un príncipe que la seduzca. Uno que sea valiente y aguerrido, de los que blanden la espada sin temor y empeñan su vida para conquistar­la. Eso es Vincenzo Nibali, un príncipe ciclista al que “no le importó sacrificar el Tour a pesar de las críticas”, admira su selecciona­dor Davide Cassani. Un poderoso caballero que planta cara a las duras rampas de Vista Chinese y se enfrenta sin miedo a un descenso suicida. No le importa que acabe con él. Es ella, su princesa, la medalla de oro, o la muerte. Nibali está dispuesto a morir por su amor olímpico. Y eso hace. Muere en el descenso. Por siempre le esperará ya, encallada en la Bahía de Copacabana, su princesa raptada por Greg Van Avermaet. Porque tras la curva del terrible último descenso, empuñando su espada al galope de su bicicleta, Nibali cae junto a Sergio Henao. Y cuando el Tiburón se va al suelo, el ciclismo cae con él. Llora el mundo ante el príncipe azul perfecto que yace en la esquina de la cuneta. Rota la maglia azzurra, herido el orgullo y destrozado el corazón y el alma. Se queda sin su princesa de oro, el ascenso al Olimpo. “Y lo primero que me ha dicho es que lo sentía por los chicos, sus compañeros”, cuenta Cassani a punto de llorar.

BRILLANTE ERVITI

Su Italia fue perfecta hasta el accidente, tacaña en el trabajo sucio que dejaron a una España sacrificad­a. Brillante y generoso en la entrega un Imanol Erviti que silenciaba críticas con cada pedalada mientras el resto aprovechab­a su labor por el primer circuito. Alrededor del Ainara Hernando Rafa Gómez Parque Grumari, Simon Geschke, Michal Kwiatkowsk­i, el noruego Bystrom, Michael Albasini, Pavel Kochetkov y Jarlinson Pantano marcan el ritmo. La carrera se estabiliza y se aburre. Se cierra. España asume el rol de favorita y toma el mando con Erviti cabalgando. Abandonand­o Grumari se llega a las playas doradas de Ipanema al descubiert­o. Sol y mucha humedad. Y viento. Eso y los adoquines lo aprovechan los checos con Zdenek Stybar al frente para despertar la carrera y empezar a buscar el nuevo Dios del Olimpo ciclista. Comienza la selección y al empezar la primera subida al circuito final sólo Kwiatkowsk­i y el sorprenden­te Kochetkov aguantan en punta. La Vista Chinese es una pagoda que los emigrantes chinos construyer­on en el siglo XIX. Desde ahí arriba se ve la princesa, la playa de Copacabana, desde un ángulo sin igual. Pero para subir hay que ser valiente. Por entre la Floresta da Tijuca, el bosque tropical que rodea la ascensión, hay iguanas y monos que incordian a los turistas y muros del 13%. Hoy están asustados. Los Juegos Olímpicos se encienden ahí cuando saltan Geraint Thomas, Greg Van Avermaet, Rein Taaramäe y Damiano Caruso. Los árboles que forman esta jungla no llevan mucho tiempo arraigados, poco más de cien años. Fue cuando Pedro I decidió reforestar con 130.000 árboles lo que antes eran plantacion­es de café. La esencia la percibe Colombia y manda a Sergio Henao hacia la fuga en busca de granos de oro. Italia, Gran Bretaña, Bélgica, Colombia. Ahí delante están todos... menos España. Francia y Holanda, mermadas de efectivos, no parecen en condicione­s de perseguir. La penitencia es el trabajo. Como si fuesen latigazos, el impagable

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