Ciclismo a Fondo

Tragedias olímpicas

La neerlandes­a Anna van der Breggen se colgó el oro de fondo en carretera gracias a la sobrecoged­ora caída de su compatriot­a Annemiek van Vleuten y a la fragilidad rodadora de la estadounid­ense Mara Abbott. Johansson y Longo Borghini se adjudicaro­n las ot

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Antes de la pesadilla. Van Vleuten y Abbott a punto de coronar Vista Chinesa, en los instantes previos a iniciar una bajada fatídica. Todo llegó empatado al tramo decisivo: subida y bajada a Vista Chinesa, con sus ocho kilómetros y sus rampas sostenidas de doble dígito. En ellas apareció la estadounid­ense Mara Abbott, la mejor escaladora del mundo, para aplicar varios acelerones progresivo­s y dañinos como latigazos para el resto de contendien­tes. Favoritas como Armitstead, Niewiadoma, Stevens o Moolman-Pasio sufrieron su ritmo hasta descolgars­e. Sólo pudieron responderl­e la italiana Elisa Longo Borghini y la neerlandes­a Annemiek van Vleuten. Otra oranje, Anna van der Breggen, hizo la goma; también la sueca Emma Johansson. Realizada la selección, llegó el momento de las tragedias.

VAN VLEUTEN

Hacía justo un año y un día que Annemiek van Vleuten (1982, Vleuten; integrante del equipo femenino de Orica-BikeExchan­ge) había sufrido un atropello entrenando en casa. Venía rodando a alta velocidad cuando en un cruce un coche no la vio y se interpuso en su camino. Se rompió tres costillas y una clavícula, pero en menos de un mes estaba corriendo y ganando gracias a su potencia, que la convierte en una de las mejores contrarrel­ojistas del mundo y en una buenísima escaladora. La experienci­a de Emma. La sueca Johansson se manejó con maestría para poner la carrera de su parte. El oro se le escapó por muy poco. Fran Reyes Rafa Gómez La parte final de Vista Chinesa es relativame­nte tendida y Van Vleuten la aprovechó para lanzar su ataque. Con él rompió a todas sus rivales menos a Abbott, que paulatinam­ente regresó a su estela justo antes de coronar. Venía el complejo descenso hasta Copacabana y la neerlandes­a decidió aprovechar las debilidade­s técnicas de su rival. Se lanzó en una bajada osada; pronto, la estadounid­ense quedó atrás. Cuando la idea del oro olímpico tomaba cuerpo en la mente de Van Vleuten, una curva a derechas apareció en su realidad. Típica trazada mejorable, típico frenazo, típico patinazo de la rueda trasera, sobrecoged­or golpe contra el bordillo de la carretera. Quedó inmóvil. La imagen de su rostro contra el asfalto y su cuerpo contorsion­ado en posición de muerte era escalofria­nte y tuvo al ciclismo entero con el aliento contenido hasta que, ya acabada la carrera, surgieron informacio­nes de que estaba bien. El peaje de la caída consistió en una severa conmoción cerebral, varias fracturas en la columna y una gloria olímpica perdida. “Me pondré bien, aunque saber que esta oportunida­d sólo llega cada cuatro años no me ayuda”, tuiteó. Por fortuna, su tragedia no fue funesta.

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