Ciclismo a Fondo

Bautizo y resurrecci­ón

El británico del Orica destrozó a Movistar y Caja Rural con un tremendo ataque en Abaltziske­ta y un descenso vertiginos­o hasta Ordizia, logrando su primer triunfo como profesiona­l tras su obligado parón.

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En Ordizia, Simon Yates sonríe. Mucho. Y cuando se ríe, lo hace muy alto. Como para no hacerlo. El mundo debe enterarse de esto. De cuatro meses parado, obligado por una equivocaci­ón. De cuatro meses con sus días y sus noches eternas estancadas, un agujero negro, no saber lo que deparará el mañana. De entrenar y no competir. De hacerlo todo y no poder hacer nada. Así que cuando al fin se pone un dorsal, llega la hora en la que ataca, nadie puede atraparle y alcanza la victoria, Simon sonríe. Fuerte y alto. Que el mundo se entere: está de vuelta. Después de calentar motores en la Vuelta a Polonia, que concluye 20º, retorna a lo grande, como un corredor del calibre que promete. Por un puerto, el de Abaltziske­ta, que se convierte en un pasillo con alfombra roja por el que brilla con luz propia tras un ataque bestial y un descenso de exhibición. Antes de todo eso, de la demostraci­ón y la sonrisa, Simon desespera a Txurruka que, valiente, aguerrido y peleón hasta la muerte como es el vizcaíno, “tan

FUGA CONTROLADA

Desde Ordizia (Guipúzcoa) pasional por este deporte y que te trasmite tanto amor por el ciclismo” lo define Yates, quiere a su líder en la parte delantera del pelotón y se le hace imposible lograr tamaño objetivo. “¡Este va siempre detrás! No hay manera con él. Le dices que esté delante por si pasa algo, un corte o caída, y nada, prefiere ir atrás. Va más tranquilo”.

Cuando Simon rueda así, agazapado, el pelotón ya ha permitido la fuga que va a jugarse los premios menores. Mikel Iturria por parte del Euskadi-Murias; Ibai Salas del Burgos BH; Carlos Barbero del Caja Rural-RGA; los colombiano­s Yeison Chaparro y Yecid Sierra; Francesco Gavazzi y Rolland Thalmann. Junto a ellos, infiltrado y vigía, José Herrada por parte del Movistar Team, el equipo siempre a batir, y Christian Meier, soldado sacrificad­o del Orica por la causa de la sonrisa de Simon Yates. Después de dos años, la Klasika de Ordizia había borrado del perfil la subida al muro de Gaintza para abrir el abanico de Ainara Hernando Luis Ángel Gómez ganadores y todos quisieron presentar su candidatur­a. Los primeros, los australian­os, que mantuviero­n la fuga controlada a favor de su baza y la echaron abajo en la última vuelta. Para entonces, Simon ya no desesperab­a a Txurruka y pasaba a posiciones delanteras. “Probamos primero un ataque con Damien Howson para ver que todo estaba en orden y estudiar cuáles iban a ser las ruedas a seguir”. Y en realidad no había ninguna más allá de la suya, pues cuando llega el último de los pasos por Abaltziske­ta, el inglés salta como un cohete cargado y se marcha a coronar el último puerto para lanzarse a tumba abierta camino de Ordizia. “No teníamos radios, así que no estaba seguro del tiempo que tenía de ventaja. Era un poco agobiante pero me he centrado en pedalear a tope hasta el final”. En busca de su sonrisa perdida cuatro meses atrás.

ENTRENAMIE­NTOS CON ADAM

Allí la encuentra, solo se planta en la meta para recoger su primera victoria como profesiona­l. Un bautizo que es una

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