Ciclismo a Fondo

La valentía tiene premio

- Texto Fotos

Las bellas acciones, como las cosas preciosas, lo merecen. Una foto. La inmortaliz­ación de una gesta, la instantáne­a de un momento único para la historia y para construir lo que vendrá, el futuro prometedor. La sonrisa de Esteban Chaves, por ejemplo. No puede quedarse fuera de una foto como la de Madrid. El podio final de la Vuelta reluce más con una boca en la que no cabe tanta felicidad. Y la exterioriz­a así, con una sonrisa que enamora, unos ojos reluciente­s y chispeante­s. Revolotean por el alto de Aitana desbocados, locos. Sedientos de un podio al que le ha echado arrojo y valentía. Esteban lleva "toda la vida soñando con hacer una etapa épica". Y él, fiel creyente en ellos, siempre se lo repite. "Si no sabes cuál es tu camino, sigue a tus sueños porque seguro que será el camino correcto". Esa carretera la encuentra en el ascenso a Tudons, a casi cincuenta kilómetros de la meta en Aitana. Y ese sueño en el que cree, el podio que ha perdido veinticuat­ro horas antes en la eterna crono de Calpe, le hace volar. "Dudamos un poco, pero los hombres de experienci­a del equipo, Tuft y Bewley, dijeron que nada de titubeos. A tutta vamos para adelante", mezcla Chaves al narrarlo emocionado. Se lanza a por su sueño el colombiano destrozand­o al Tinkoff para sacar del podio a Contador. Cuando le falta el aliento en las últimas rampas de Aitana, le espera el mayor de los empujones posibles. A tres kilómetros de la cima está Jairo, su papá, que huye de las pulseras VIP para los invitados y de las zonas acotadas en la meta con lunchs. "Nunca viene conmigo", se queja su mujer Carolina, apostada tras las vallas, nerviosa y exaltada cuando su pequeño Chavito arranca. "Él se sube con la bici y lo espera para gritarle en la cuesta". Allí está Jairo. "Ha corrido al lado mío". El último aliento. Es la quinta gran vuelta de Esteban Chaves "y en dos de ellas he entrado en el podio". Ha tenido que sudarlo. En la tercera etapa con final en Ézaro se quedó con las ganas de haber atacado. No lo hizo por miedo. Lo confesó después, entre el masaje y el descanso tras la etapa. "¿Y si arranco y me revientan más adelante?". Paciencia, queda mucha Vuelta, le decían. "Y la sensación que tenemos es que va a ir a más", comentaban desde el equipo. No se equivocaba­n. Pero el camino no ha sido fácil. Chaves perdió tiempo en la Camperona y también en los Lagos de Covadonga. Pronto se dio cuenta de que Chris Froome y Nairo eran dos seres superiores prácticame­nte inalcanzab­les. Se resistía a creerlo, su sueño lo empujaba más allá. Por eso, como revancha consigo mismo, atacó en el final de Peña Cabarga. Erró. Saltó demasiado pronto. El balcón de Santander tiene trampa. No puedes dejarte mecer por sus rampas más duras, allá donde los escaladore­s marcan la diferencia. Tras ellas el desnivel cambia y la última curva donde está escondida la meta tiene la llave para el triunfo. El colombiano no pudo aguantarse el arrojo y atacó en la parte más exigente. Acabó pagándolo. Su valentía tuvo premio. En el Aubisque, el enorme trabajo del Orica le recompensó con un tremendo ataque del que sacó petróleo. Se fue entonando. El colombiano del OricaBikeE­xchange comenzó la ronda al ralentí para finalizarl­a con su machada en la jornada de Aitana.

Logró colarse en el podio. Ya tenía nuevo objetivo, nuevo sueño: que su sonrisa luciera brillante junto a la Cibeles. Sin embargo, un día después volvió a caer en otra trampa, peor esta vez. Camino de Formigal, "un corte causado por una caída que se produjo en cabeza del pelotón me hizo no poder estar con los primeros cuando Contador atacó y se fue con Nairo. Atrás nos quedamos mirándonos, dudamos y cuando nos decidimos ya tenían varios segundos que fueron aumentando". Por rabia, arrancó en el último puerto y logró soltar a Froome para aguantar el tercer puesto de la general, aunque Contador se acercaba peligrosam­ente. El escollo más duro, la verdadera prueba, estaba en la crono de 37 kilómetros de Calpe. "Ya a estas alturas se convierte en una cuestión de fuerza. Y espero que me acompañe". No lo hizo. El madrileño le asestó casi un minuto y medio, arrebatánd­ole la foto y la sonrisa. "Pero esto no se acaba hasta que se acaba -avisó-. Y mañana -por Aitana- viene una etapa buena para nosotros, los chicos de menos de 60 kilos". Soñó, creyó y lo realizó. "Ha merecido la pena". Chévere, como dice su mamá Carolina, emocionada. Una sonrisa así no podía quedarse sin foto en el podio de Madrid. Igual que su valentía. "El futuro que viene es muy prometedor. Hay que trabajar igual, con el mismo amor, perseveran­cia y fe como lo he estado haciendo". Para seguir reluciendo.

Ainara Hernando

Luis Ángel Gómez

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