Ciclismo a Fondo

La voz cumple veinte años

El inigualabl­e speaker navarro cumple dos décadas en La Vuelta "con la misma ilusión que la primera", reinventán­dose cada día con un estilo único, el de alguien que entiende el ciclismo como una forma de vida.

- Texto Fotos

Faltaban dos días para que comenzase aquella Vuelta. Corría 1997 y ese mediodía, Juan Mari se dio un paseo por el Autódromo de Estoril. Quedaban 48 horas para que la caravana echase a andar. “A esa hora no había nadie, sólo la hilera de camiones en la zona que sería la línea de meta”. Después de aquel paseo liberador, a Juan Mari le enseñaron el podio de la Vuelta por dentro, su lugar de trabajo a partir de entonces.

Ainara Hernando Luis Ángel Gómez Guajardo venía de hacer sus primeros pinitos como locutor en el GP de Llodio, el Campeonato de Euskadi de ciclocross o la Vuelta a Álava. “Cuando vi el podio por dentro sí que me dije: ¡Ay mi madre! Esto es un sueño cumplido. Me sentía en una nube”. Dos días después se hizo realidad. “Abrir el micrófono y saludar al público por primera vez fue un subidón”. Acababa de cumplir 21 años; el pasado 3 de septiembre llegó a los 41. En estas dos décadas Juan Mari Guajardo se ha convertido en la voz de la Vuelta y el speaker de referencia en las carreras del calendario español gracias a su profesiona­lidad, su estilo inconfundi­ble y su enorme sabiduría ciclista. “Lo vivo igual que entonces, con la misma ilusión. Si me dicen que después de tanto tiempo seguiría aquí no lo hubiera creído. Me ha dado tiempo a casarme, a tener un hijo... Es toda una vida”. Una forma de vida, así lo concibe el navarro. “Este trabajo es mi pasión”.

EL LEGADO DE SU PADRE

Y lo es en gran medida gracias a su padre. Lo recuerda y no puede evitar que le embriague la emoción. “Trabajaba en la empresa Reynolds. Salía de allí y se iba directo a una carrera o a un partido de pelota. Colaboraba en medios de comunicaci­ón. Íbamos a pruebas de cadetes, júnior, a la Vuelta a Navarra y a la Vuelta al País Vasco de su mano”. Gracias a él conoció el Tour de Francia. “Tenía 12 o 13 años. Me acuerdo de la victoria de Perico Delgado en Pau. Mi padre estaba cubriéndol­o, había venido a casa y fuimos con él a la meta. También íbamos a buscarle a los Campos Elíseos”. La figura de su padre fue clave. “Él me metió la pasión por el ciclismo y la pelota”. Cuando él enfermó, el joven Juan Mari le suplió en Radio Navarra de su Alsasua. “Él me lo dejaba todo preparado, yo iba al baño y lo leía en alto. Eran noticias de ciclismo y de pelota. Me llamaban por teléfono y entraba. Era como una metralleta -ríe-. Leía todo muy rápido, no modulaba. Era como un mal momento y quería quitármelo rápido de encima”. Su timidez le impedía relajarse. Pero llegó un momento en que “vi que mi camino era otro, me dieron la oportunida­d de ser speaker y no lo dudé. Era lo que quería”. La gran pena que le queda es que su padre nunca le vio con el micrófono en la mano, dentro del mundo del ciclismo igual que su hermana, la incombusti­ble Mónica, haciendo de radio vuelta. “Falleció cuando yo tenía 19 años y él 48. Era mi amigo, mi maestro. Fue un trauma, algo que no se llega a superar. Ojalá viese cómo hemos salido adelante”. Y cómo se ha convertido en uno de los profesiona­les mejor considerad­os en el ciclismo internacio­nal. Dos mundiales, infinidad de carreras y su vigésima Vuelta lo atestiguan. En ese recorrido, Juan Mari nota su evolución. “Estoy mucho más asentado, regulo la voz. Los nervios son iguales pero tengo

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