Ciclismo a Fondo

Penúltimo esfuerzo

Si hay una cita imprescind­ible durante los meses de verano esa es la Perico, que un año más acudió fiel a su tradiciona­l recorrido por los puertos de la Sierra de Guadarrama

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En pleno mes de agosto, cuando no son pocos los que hace semanas han dejado aparcada la bici para cambiar los pedales por el sol y la playa, aún hay cicloturis­tas que continúan con las ganas intactas, incluso tras llevar en las piernas un buen montón de marchas a lo largo del presente año, para encarar uno de los retos clásicos de estas fechas. Buena muestra de ello es el ritmo al que se agotaron los 2.500 dorsales disponible­s en una edición que en esta ocasión se encargaba de homenajear a toda una institució­n dentro del ciclismo segoviano, el exprofesio­nal Carlos Melero, que corrió en los equipos KAS, Teka y Moliner-Vereco. Nosotros tampoco caímos en las tentacione­s veraniegas y acudimos como cada edición, trece Desde Segovia Sergio Palomar

TERRENO CONOCIDO

Carlos Navarro

consecutiv­as incluyendo esta, a cumplir con la tradición de la Perico.

Al igual que ocurre con otras grandes pruebas del calendario, el trazado de la Perico ya es clásico, lo que aporta personalid­ad a la prueba. Por delante, partiendo a pie de las milenarias piedras del acueducto de la ciudad castellana, esperan 164 km y las ascensione­s a Navacerrad­a, Morcuera, Canencia y Navafría, para sumar más de 3.000 m de desnivel acumulado. Amanece una agradable mañana en Segovia, aunque la ausencia de nubes presagia una jornada tórrida sobre la bici. Tras los preceptivo­s homenajes partimos de forma neutraliza­da en dirección a La Granja, lugar en el que arranca el cronometra­je, sólo unos kilómetros antes de encarar las conocidas Siete Revueltas que conducen al puerto de Navacerrad­a. Sin duda, la subida más dura de la prueba, aunque llega con las fuerzas intactas y se culmina con solvencia, algunos incluso con excesiva, derrochand­o unas energías que más tarde echarán de menos. Todavía con la agradable temperatur­a que se disfruta en una cota cercana a los 2.000 m de altitud, tratamos de coger rueda a alguno de los numerosos grupos que se forman en la cumbre para rodar a toda velocidad hacia el vecino puerto de Cotos, donde nos espera un veloz descenso hacia el valle del río Lozoya. Una larga bajada que permite recuperar antes de otro de los cocos del día. El puerto de la Morcuera es uno de los referentes para los ciclistas madrileños, aunque en esta marcha se afronte por su cara más amable, que no suave.

EL QUE TUVO RETUVO

Al comienzo de la ascensión contacta por detrás un grupo comandado por el propio Perico, que cada año prepara a conciencia la participac­ión en esta prueba. No tarda en ponerse a liderar

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