Ibon Ajuria
"Tengo una bici de montaña que compré cuando me retiré, pero no me preguntes por ciclistas actuales, que no conozco a ninguno ni sigo las carreras", avisa Ibon Ajuria -Izurtza (Vizcaya), 9/08/1971- cuando le insinuamos si ha mantenido alguna vinculación con el ciclismo desde que colgó la bicicleta al concluir la temporada 1999 con el Euskaltel-Euskadi. Criado en juveniles y aficionados en el Baqué-SC Duranguesa, aprovechó la creación del equipo Euskadi para dar el salto a profesionales junto a ciclistas como Igor González de Galdeano y Aitor Osa. "Las primeras carreras fueron un poco de prueba, Vuelta a La Rioja y Tour del Porvenir. Supuso un gran cambio: de estar siempre delante a ser uno más. Para destacar debías tener un día bueno y el sacrificio era mucho mayor, con dedicación exclusiva, todo el día pensando en entrenar y cuidarse". Por eso dejó de lado los estudios y, aunque no se arrepiente, insiste en la importancia de la formación en las edades más tempranas. Su mejor resultado fue un segundo puesto en el sector en línea de la 4ª etapa de la Bicicleta Vasca 1996, con final en Abadiño, muy cerca de su casa, en una vuelta en la que Indurain parecía camino de su sexto Tour. "En el corto plazo te fijas en días puntuales, pero con el paso de los años se te quedan los compañeros y los ratos buenos con ellos", asegura Ajuria, que cita a Alberto Leanizbarrutia, David Etxebarria, Aitor Bugallo, Iñaki Aiarzaguena y Unai Etxebarria como compañeros de entrenamientos por una zona, el Duranguesado, fértil en ciclistas profesionales. Son los mejores recuerdos de una etapa en la que le hubiese gustado disponer de más tiempo para descubrir los lugares donde compitió. "Cuando sales fuera estás centrado en las carreras, aunque es bonito haber tenido la oportunidad de viajar y conocer gente que de otra manera no te hubieses cruzado", relata el vizcaíno, que ahora vive con su pareja y su hijo de 5 años en Berriz, a escasos kilómetros de su pueblo natal, donde en ocasiones se encuentra con sus excompañeros, con los que tiene menos contacto del que le gustaría. Cerró su etapa profesional en 1999 y, tras estudiar un ciclo formativo de grado superior de mantenimiento industrial, empezó a trabajar en una empresa de máquinas-herramienta de corte de aceros. "Aquella temporada no tuve buenos resultados y tampoco estaba convencido de seguir. Cuando las cosas no te salen, el ciclismo no es un lugar para disfrutar. En aficionados tienes el premio de ser profesional y ayuda a sacrificarte, pero en profesionales es diferente", apunta sin traumas Ibon, técnico de laboratorio de la Universidad de Mondragón, donde estudia el tercer curso del Grado en Ingeniería Electrónica Industrial. A su hijo le dejará decidir qué deporte quiere practicar, aunque si es el ciclismo admite que se pondrá nervioso porque es "peligroso por las caídas y accidentes". Al fin y al cabo, resume, "en la vida hay muchos caminos y la bicicleta es uno más".