Viajero incansable
Este argentino, nacido hace 71 años en Rivadavia (en la provincia de Buenos Aires), lleva en España desde 2001. Se instaló en Zaragoza antes de acabar en Hostal de Ipiés (Huesca), donde montó una empresa familiar, el Chocolate de la Abuela, que pronto cum
¿Por qué un aÿ cionado al kárate se enamora de repente de la bicicleta? Sucedió ya estando en España. En 2004 accidentalmente descubrí la Quebrantahuesos. Ver a 10.000 tíos allí me impresionó tanto que poco después me compré una bicicleta y desde el año siguiente he participado en la Treparriscos. QH no he hecho nunca, demasiado para mí. Me gustaría completar alguna vez el recorrido, que es precioso, pero sin presión y por mi cuenta. ¿Y cómo nace esa afición por viajar? En la QH de 2011 homenajearon a Diego Ballesteros y me compré el libro donde relata su viaje a Pekín. Me influenció tanto que en cuanto lo terminé decidí que también quería viajar en bicicleta. Todos los años voy a una feria de radioaficionados en el sur de Alemania y el siguiente decidí acudir en bici. Nunca pensé que pudiera provocar tanto 'mono'. ¿Qué preparación hiciste? Ese primer viaje estuve un año entero entrenando con el carro que iba a llevar atrás. Estaba obsesionado y le metí muchísimos kilómetros, pero con el tiempo te das cuenta de que no hace falta. Ahora ya no preparo nada en lo físico, sólo me informo culturalmente del país o las zonas donde voy. Sigo saliendo entre 50 y 80 kilómetros un par de veces por semana, pero para matar el gusanillo. Esto no es cuestión de estado físico, sino de voluntad; sé que salgo de viaje y lo voy a hacer.
Después del primer viaje a Alemania vinieron muchos más... Hice uno corto de 600 km, Zaragoza-EuskadiFrancia y vuelta, pero ya me planteé que el próximo tenía que ser por el tercer mundo y me fui a Marruecos. 25 días y 1.500 kilómetros cruzando el Rif y el Atlas dos veces. Y desde entonces no he parado. En 2013 hice más de 3.000 km -50 días- por Uruguay, sur de Brasil, Paraguay y norte de Argentina. Después, en 2014 viajé dos veces a Francia, una con Diego Ballesteros -es impresionante ver la capacidad de superación y la fuerza de voluntad que tiene- y otra con mi nieta. En 2015 pasé un mes recorriendo Polonia, Rusia y los países bálticos y el año pasado otro mes en Cuba. Luego hice uno pequeño por Francia con un trike y el último ha sido en Uruguay con mi nieto; he regresado hace apenas unos días. ¿De todos los viajes cuál ha sido el que más has disfrutado y el que más te impactó? Todos, cada uno tiene su cosa particular. El primer viaje es como el primer amor. África también fue distinto y me marcó; tuve que borrar de mi cabeza el prejuicio negativo con el que iba y en Marruecos la gente me regaló experiencias extraordinarias. Me vienen a la cabeza los estados bálticos y el este de Europa, con diferencias culturales y de idiomas tan impresionantes. Y qué decir de Sudamérica y, en especial, Cuba. Un país tan pequeño y con un peso tan importante en el mundo, que te hace amarlo u odiarlo y te lleva a
la cumbre de lo mejor o al subsuelo de lo peor, pero nunca deja indiferente. ¿Qué es lo que más te motiva a la hora de viajar en bici? Esa sensación de vivir que te da. Es la confirmación de que la vida es sentir. Si me duelen los músculos es porque los tengo; si paso frío es que estoy vivo. La visión de que para vivir no hace falta tanto: un plato de arroz, un sitio para dormir y si a eso le añades una ducha, ya somos maharajás. Cuando viajas de este modo acaban por desaparecer todas esas tonterías que nos hacen vivir amargados. ¿En qué ha cambiado Raúl después de cinco años dando vueltas por el mundo? Sobre todo en que no tengo miedos. Bueno, algún miedito debe haber escondido pero cada vez menos. Veo la vida como algo mucho más simple y no por ello menos rico, sino al contrario. Te abre el coco por completo. En la vida no hay que ser tan miedoso. ¿De verdad nos creemos que la vida en la ciudad es más segura? ¿Tienes viajes proyectados para el futuro? En mayo quiero cubrir la antigua Yugoslavia, de Liubliana a Atenas. Y luego tengo un gran globo en la cabeza. Un buen amigo decía siempre que hay que guardar muchos sueños y de vez en cuando hacer alguno realidad. Mi gran sueño es muy ambicioso, pero aún no lo quiero revelar. Quiero que sea secreto hasta que lo realice, que debería ser no mucho más tarde de 2018 porque tengo fecha de caducidad.