Bofetada de realidad
Andaba dándole vueltas sobre si dedicarle estas líneas a la despedida de un fenómeno como Tom Boonen o a la increíble primavera que se ha marcado Alejandro Valverde cuando una vez más la vida, la maldita realidad, hizo acto de presencia para imponer su tiranía. El sábado 22, víspera de la Lieja-Bastoña-Lieja y escenario de la última batalla montañosa de la Vuelta a Croacia en la que Jaime Rosón protagonizaba una preciosa pugna con Vincenzo Nibali, nos despertábamos con una noticia que nos dejaba helados: Michele Scarponi había muerto atropellado. Como no queríamos creerlo esperamos en vano un desmentido, cualquier resquicio que nos permitiera esperanzarnos con un final feliz. Por desgracia, no hubo tal. El simpático italiano del Astana se había dejado la vida en las calles de Filottrano (Ancona), donde residía con su mujer y sus dos hijos, por la imprudencia del conductor de una furgoneta, que declaró no haberle visto. Scarponi ha sido una excelente corredor, un peldaño por debajo de los grandes líderes cuando le tocó pelear de tú a tú con ellos, pero de los que mejor supieron asumir el rol de gregario de lujo cuando le tocó, algo nada sencillo como hemos comprobado en múltiples casos. Buena parte del Giro de Italia que venció Nibali en 2016 se la debe a él, con el ritmo que asfixió a Esteban Chaves en la decisiva penúltima etapa. Pero los méritos deportivos quedan en un segundo plano ante semejante tragedia. Con ver la reacción de sus compañeros de pelotón, en shock, basta para comprobar que Scarpa era un tipo especial, de los que inundaban de alegría una actividad tan agonística como el ciclismo profesional. Descanse en paz Michele y extrememos la precaución al volante. #enmetroymediocabeunavida