En primera persona
Aunque en las distancias cortas deje escapar su lado más gamberro, Iván demuestra una inusual madurez en alguien que aún no ha cumplido 22 años, una edad en la que es poco habitual estar centrado en una profesión. Quizá por haber emigrado deportivamente o porque, antes que ciclista, se considera un enamorado de la bici, una pasión que transmite charlando durante nuestra ruta sobre carreras, bicis y, sobre todo, por los rincones para perderse en su Asturias natal. De hecho, cuando le preguntamos qué es lo que peor lleva de la vida como profesional, responde con rapidez que ha perdido un poco de libertad para montar de manera más anárquica con su grupo de amigos en torno a Santa Catalina, con los que prepara una ruta gravel para el próximo mes de junio. "Me atraen casi todas las modalidades, ciclocross, pista, MTB... Me gustaría probarlas todas porque a mí personalmente esto me gusta mucho. Al final, estoy donde estoy porque disfruto. Si no disfrutase... ya te digo yo que no estaría aquí". Cuando no está en la bici o sobre los esquís de travesía fuera de temporada, es probable que esté buscando olas con la tabla de surf. Aquí, cómo no, aparece el nombre de Juan Antonio Flecha. "Además de ser un referente de lo que me encantaría ser como ciclista, creo que nos parecemos mucho por nuestra personalidad. Como a él, me gustaría cargar una furgoneta con la bici y una tabla de surf y desconectar de todo varios días". Hablamos sobre la preciosa Passoni de titanio que tiene el catalán y la conversación deriva al trabajo de un fabricante de cuadros muy activo en Instagram, la red social que engancha a Iván. Es el único vicio que parece compartir con los de su generación, porque no deja lugar a dudas que generalmente desecha un plan de fiesta por una aventura en la montaña con los esquís de travesía que aún lleva en el coche. "Este año hice una de seis horas, puro disfrute. Salimos de Pajares hacia el Cuitu Negro, esquiando por una zona de subibajas, y después subimos a las Tres Marías con crampones y piolet porque estaba la nieve bastante dura. Y luego bajamos esquiando entre pinos, subimos otra vez y bajamos por la estación hasta el coche. Llegamos reventados", resume con una inevitable sonrisa. Ahora, mientras mata el gusanillo de su afición al Motocross y el Supercross siguiendo las carreras desde el ordenador, está disfrutando de un incipiente interés por el café que le ha llevado a comprarse una máquina Rocket Espresso como la que tiene su equipo en el autobús. "Me gustaría aprender algo de barista, pero como capricho", y deja caer que en su cabeza en constante ebullición ronda la idea de montar en su Gijón natal una cafetería con tienda ciclista. Nos confiesa que estaba deseando volver a casa después de un maratón de 39 días que comenzó en Sierra Nevada. "Al final nos alojábamos en un hotel en el aeropuerto de Lieja y la cafetería más cercana estaba como a 10 km. Pasábamos todo el día en la habitación, y eso te va desgastando". Puro nervio… y Hakuna Matata.