MUNDIALES JÚNIOR Y SUB23
Dos daneses, un francés y un británico escucharon su himno en Bergen.
Los Campeonatos del Mundo de Doha depararon imágenes memorables: para mal, porque el desierto del paisaje se reflejó en un desierto de público, y para bien, porque el espectáculo deportivo resultó verdaderamente singular -¿cuántos años pasarán hasta que un Mundial vuelva a definirse mediante abanicos?- y no desmereció al drama propio de la cita arcoíris. El mejor ejemplo fue la prueba en línea juvenil. En ella el talento rodador de los daneses se impuso hasta configurar la situación de superioridad soñada: un dúo en cabeza con Julius Johansen, que llevaba toda la carrera luchando a brazo partido para contener las ofensivas del poderoso Brandon McNulty, y Jakob Egholm, que llegaba fresco desde el grupo de favoritos. Sin embargo, el espejismo del doblete se desvaneció a falta de una vuelta para el final. Egholm dio un relevo más fuerte de la cuenta; descolgó a su compatriota y continuó en solitario para colgarse el oro. Johansen, desfondado y estupefacto por la insolidaridad de su compañero en el calor de Doha, se resarció en el frío de Bergen. Sexto en la crono, en línea realizó una prestación dominante. Llegó a cabeza de carrera en la penúltima vuelta atacando desde el pelotón y torturó a los demás fugados hasta romperlos. Su actuación fue una demostración de fuerza; su celebración, de rabia.
LA REVANCHA DE BJERG
Si Johansen repitió presencia en la categoría juvenil, el estadounidense Brandon McNulty ha crecido este año hasta la sub23; y como él Mikkel Bjerg,
otro danés de gran cilindrada. En Doha, Bjerg estuvo en franca disposición de campeonar en la crono hasta que McNulty saltó a la carretera para batirle holgadamente. Un año después la historia se repitió, pero al revés: McNulty salió a las 14:01 y cruzó la meta a las 14:49, marcando un tiempo que le situaba muy por encima de cualquier otro joven cronomen. Pero Bjerg, que había empezado su esfuerzo tres minutos más tarde que él, lo concluyó sólo dos después. Todo un minuto más rápido rodó el danés por el recorrido repechero de Bergen. Nadie superó sus tiempos de oro y plata en las dos horas y media que restaban de competición. En la crono de los más jóvenes, la victoria sin oposición ni sobresalto fue para Thomas Pidcock. Este joven británico es una de las mayores promesas del ciclismo. Sus logros no se limitan a las competiciones de carretera, donde además del arcoíris también cuenta con una París-Roubaix en la que se impuso arrancando en el Carrefour de l'Arbre, a 15 kilómetros de meta: también es campeón europeo y mundial de ciclocross. Su intención es continuar centrado en el barro, en el cual ensuciará los colores del Telenet-Fidea Lions que gestiona el mítico Sven Nys durante los dos próximos inviernos. Respecto al asfalto, que será ª complementarioº al ciclocross según sus propias palabras, saltará al pelotón UCI de la mano del Continental británico Team Wiggins.
UN ARCOÍRIS PARA AG2R
El jueves en Bergen no hubo otra carrera que la electoral: se celebraban las elecciones a la presidencia de la UCI entre el mandamás saliente Brian Cookson y su antiguo vicepresidente David Lappartient. Se impuso el aspirante con un auténtico vuelco en el cual fueron claves los votos de la confederación africana, que apoyó en bloque al candidato galo merced a una promesa cautivadora: llevar los Campeonatos del Mundo de carretera al continente negro en los próximos cuatro años.