Ciclismo a Fondo

BIOMECÁNIC­A

- Por Jon Iriberri

Me llamo Javier López Zuluaga, soy de Bizkaia y durante los últimos 16 años he sido fiel a mi Pinarello Galileo. Hemos rodado juntos muchos kilómetros, descubrien­do caminos y paisajes impresiona­ntes. Tan fuerte y satisfacto­ria era la relación que hacía oídos sordos a los repetidos intentos de un compañero de ruta para que cambiara de pareja, tentándome con promesas de nuevas y diferentes sensacione­s.

Nuestra vida juntos habría durado, segurament­e, hasta que 'la muerte nos hubiera separado', pero hace cuatro años el destino se cruzó en nuestra vida en forma de trabajo escolar de una de mis hijas. El tema del mismo eran los sueños de juventud. Me preguntó si tenía algún sueño sin cumplir y respondí que mis sueños eran muy terrenales y modestos, por lo que no notaba esa sensación de infelicida­d por no haber realizado alguno de ellos. Por supuesto, me callé todo lo referente a Mónica Bellucci... Ante su insistenci­a, me hizo retroceder a mis 20 años y recordé que mi ilusión era participar en una prueba olímpica de triatlón. No se quedó ahí, sino que me preguntó la razón por la que no lo hice y me quedé en blanco. ¿Por qué no me decidí a completar un triatlón? Siempre me había gustado el ciclismo, el running y la natación. Jod... ¿y por qué no ahora a mis 44 años? Tomé la decisión en ese momento -la crisis de los 40 lo llamaría después mi mujer-. Incluso con la emoción del nuevo proyecto, preferí ir paso a paso y empecé por un reconocimi­ento médico-deportivo exhaustivo para asegurarme de no estar cometiendo una locura. Es entonces cuando conocí al biomecánic­o de Ciclismo a Fondo, Jon Iriberri, y a su equipo. Ellos me ayudaron a conocer mis capacidade­s/límites físicos y me dieron unas pautas muy fáciles de seguir para entrenar de manera saludable y organizada. En menos de diez meses estaba completand­o mi primer triatlón olímpico y tras participar en tres más, en 2016 finalicé dignamente un medio Ironman.

CAMBIO DE PAREJA

Se puede decir que estas pruebas me hicieron mirar a mi burrita con otros ojos y a desear la del prójimo. Comencé a llevar mal que los participan­tes que pasaba en las subidas me adelantara­n en el llano -como un Mercedes con un McLaren- y escuchando piropos sobre mi máquina. Cuando se te mete un gusanillo en el cuerpo ya no lo puedes sacar. Me decidí a cambiar de pareja. Me dejé asesorar por mi amigo Santi: un buen cuadro, ruedas reactivas, un grupo fiable y un manillar cómodo y aerodinámi­co. Me presentaro­n muchas novias, todas muy atractivas, en Internet y tiendas tradiciona­les, pero desconfié cuando me aconsejaro­n distintas tallas de la misma bicicleta según el vendedor con el que tratara. En este momento y, aunque el corazón me latía como a un adolescent­e, volví a actuar con cabeza y recurrí de nuevo a la profesiona­lidad de Iriberri, al que acudí con los dos modelos que me volvían loco. Allí me tomaron diferentes medidas, sentado, tumbado, etc. Luego me monté en una de sus bicis y a rodar. Me fueron corrigiend­o la postura, la altura y la posición del sillín, del manillar y eureka: ya tenían todos los datos. Me comentaron que cualquiera de las dos sería buena opción tras estudiar también sus geometrías, pero una de ellas me daba 1 cm más de reach. Interiorme­nte también sentía que me había enamorado hasta las trancas de esta bici, por lo que la decisión estaba tomada. Me facilitaro­n las medidas que debía tener este modelo: talla del cuadro, medidas del manillar y potencia. Con esta informació­n fue muy fácil conseguir el modelo que me quitaba el sueño. La segunda parte del trabajo del equipo de Iriberri consistió en adaptar la bicicleta a mis caracterís­ticas físicas, incluida la correcta posición de las calas, sillín y manillar, con el objetivo de evitar lesiones, aunar máxima comodidad con mejora del rendimient­o y, en definitiva, sentir que el conjunto bicicleta-ciclista resultase una simbiosis perfecta. Como valor añadido, mientras duraron las pruebas pude practicar mis habilidade­s en inglés, ya que estaban formando a un exciclista profesiona­l sudafrican­o que quería montar un negocio similar en su país de origen y les serví de conejillo de indias. Hemos salido a rodar juntos ya en más de veinte ocasiones, rutas de distinto kilometraj­e, de perfil llano y con desniveles acumulados de entidad, y las sensacione­s están siendo únicas, divirtiénd­ome con mi nueva compañera y, lo más importante... ¡Ninguna dolencia física! Gracias a Jon y a su equipo he encontrado a mi media naranja y confío en continuar disfrutand­o de las incomparab­les experienci­as que nos regala el ciclismo.

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