CANYON GRAIL
Las bicicletas gravel poco a poco van cobrando entidad propia en las gamas de las marcas, más allá de meras adaptaciones de modelos de ciclocross, demostrando que esta modalidad es algo más que una moda pasajera.
Su nueva gravel no pasa inadvertida.
Cuando el verano pasado la firma alemana nos presentaba en tierras belgas su espectacular Inflite CF SLX con la que Mathieu van der Poel ha arrasado en las pruebas de Copa del Mundo y Superprestigio, nos dejaron bien claro que era una bici exclusiva para la competición sin guiño alguno a otro tipo de uso. Por ello, nuestra intuición nos decía que no tardaríamos mucho en ver una apuesta por el gravel, siendo ésta una disciplina que empieza a entrar entre las inquietudes del cicloturista. Para conocer cómo conciben en Canyon una modalidad
que cada uno enfoca de una manera, viajamos hasta Niza para probar su nueva Grail en las montañas que jalonan la Costa Azul. Ya desde que ponemos los ojos en ella vemos que no estamos ante una bici convencional. De ello es principal responsable su difícilmente descriptible conjunto manillar y potencia Hover, que podríamos definir como dos manillares en uno al contar con dos tramos horizontales. La parte superior queda al aire, como si en un manillar convencional no fuera anclado a una potencia. La misión de esta configuración es crear una zona de flexión en la parte central que maximice la absorción cuando agarramos en la parte horizontal o sobre las manetas. En la mitad de la curva del manillar encontramos otro tramo horizontal que es el que realmente se ancla a la bici. Aquí se busca la máxima rigidez para gozar de precisión en las bajadas. Además, la zona de la curva extiende la cinta del manillar hacia esta zona para añadir sujeción extra con el pulgar cuando vamos agarrados abajo. Una buena idea, aunque obliga a una única posición de agarre en esta zona. Al anclarse tan baja la potencia, el stack real del cuadro ha de ser más reducido, integrándose la unión de la potencia en la línea del cuadro. El resto del cuadro se inspira claramente en el modelo gran fondo Endurace con una geometría adecuada al uso gravel, un poco más corta de stack que la Ultimate de competición y un poquito más baja que la Endurace, siendo los 40 mm que gana entre ejes la mayor concesión al uso fuera del asfalto. Con ello nos queda una bicicleta que permite conducir por
las pistas de tierra con plena confianza, pero que no se muestra como un camión cuando regresamos a la carretera, donde nos sorprendió por la seguridad que nos aportó en bajadas por asfalto, algo en lo que influyen también sus cubiertas de 40 mm -acepta hasta 42 mm- con un dibujo específico para esta modalidad desarrollado conjuntamente con Schwalbe para esta bici.